En la declaración, varios testigos
relataron el horror vivido en cautiverio en pleno proceso militar.
La Plata (NA) > Atilio Calotti, un ex detenido
que compartió el cautiverio con los estudianes detenidos en
la llamada «Noche de los Lápices», brindó
ayer un conmovedor relato durante el juicio oral y público
que se le sigue en La Plata al represor Miguel Echecolatz.
El testigo narró que fue secuestrado en setiembre de 1976,
cuando tenía 17 años, y llevado a los centros de detención
Pozo de Arana, Brigada de Quilmes, donde fue torturado.
También recordó que allí vio a los adolescentes
Horacio Ungaro, María Claudia Falcone, María Clara Ciocchini,
Claudio de Acha y Daniel Racero, todos estudiantes secuestrados en
esa misma fecha y que hoy siguen desaparecidos.
Calotti dijo que lo secuestraron cuando estaba cursando quinto año
en el Colegio Nacional de La Plata y que estuvo detenido a disposición
del Poder Ejecutivo hasta 1979, cuando fue liberado.
El ex detenido, de 48 años, que actualmente es profesor de
castellano en las Islas Comores (África), sostuvo que cuando
fue secuestrado también trabajaba como correo en una oficina
de la Jefatura de Policía bonaerense, y que su jefe, el comisario
Luis Vives, conocido como «El Lobo», le comenzó
a decir que colaboraba con «los subversivos».
También aseguró que Vives luego lo llevó a la
dirección de Investigaciones, a cargo de Etchecolatz, y de
allí lo llevaron atado y encapuchado al centro de detención
de Arana.
Además, afirmó que en ese lugar de detención
le aplicaron la picana eléctrica, durante toda la noche.
Calotti dijo que los policías, como él había
sido empleado de Jefatura, le decían «traidor»
y lo ponían en espacios reducidos con 15 personas.
En un dramático testimonio, el ex detenido aseguró que
Arana era «el infierno», que se torturaba todo el día
y que también vio durante su cautiverio a Emilce Moler, Víctor
Treviño y a un adolescente que conocía de la escuela
de 12 y 60 de La Plata.
El testigo narró que los policías bañaban y perfumaban
a los detenidos y les hacían creer que los iban a liberar,
pero finalmente eran ejecutados. |