La carne y toda la polémica alrededor de las medidas nacionales
para intentar controlar el precio y que no impacte en el índice
de inflación.
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Por Ignacio Iriarte, CMI Contenidos
Si la demanda de carne, como consecuencia del cese de las exportaciones,
es reducida por el gobierno arbitrariamente en un 20 por ciento, la
respuesta lógica de la producción sería reducir
la oferta ganadera y la faena en la misma medida.
Durante la década de 1990, y buena parte de la actual, la producción
de carne vacuna promedió los 2,7 millones de toneladas. El sector
ganadero ha hecho un esfuerzo y desde hace tres años (presidencia
de Kirchner) produce consistente y en forma sustentable 3,2 millones
de toneladas, en las peores condiciones climáticas, institucionales,
sanitarias (aftosa) y habiendo cedido entre seis y nueve millones de
hectáreas de sus mejores suelos a la agricultura.
En la Argentina, el prejuicio de los políticos y de buena parte
de la opinión pública contra los ganaderos es tan grande,
que la ganadería lamentablemente sólo está cubierta
de la discrecionalidad gubernamental cuando produce poco, cuando existe
escasez. Nuestra ganadería hoy produce la suficiente cantidad
de carne vacuna como para sostener el consumo interno más alto
del mundo (65 kilos) y para convertirse además en el tercer exportador
mundial, sólo superado por Brasil y Australia. No es un problema
de producción insuficiente; es un problema de índice de
precios.
El mensaje del gobierno es: “No importa lo que pase con la ganadería
en el futuro. Ahora necesito que la inflación sea lo más
baja posible, que se quiebren las expectativas inflacionarias; quiero
más carne, a un precio más bajo. Si es necesario, prohibiré
indefinidamente la exportación”. Lectura: si se va a producir
sólo para el consumo, a nuestra ganadería le sobran 10
millones de cabezas. En este contexto, cuanto más se produzca,
más bajos serán los precios.
Cuero. En parte por la mejoría en los precios internacionales
del cuero curtido, pero sobre todo por la baja en la faena derivada
del cese de las exportaciones, el precio del cuero en el mercado local
ha subido entre 50 y 60 por ciento en los últimos meses, que
trajo una mejora del orden del 40 por ciento en los recuperos pagados
a los usuarios.
Esta mejora en el poder de compra de frigoríficos consumeros,
matarifes y supermercados ni se traslada al precio de la carne al mostrador
ni se traduce en mejores precios del ganado. El desastre producido por
la escasez de cueros es otro de los efectos de lo que se ha dado en
llamar el elefante en el bazar. El negocio del cuero supera los mil
millones de dólares.
El precio interno. Se dice que los argentinos no deben pagar precios
internacionales por la carne. Los precios al público en la Argentina
son 25 por ciento inferiores a los del Uruguay, inferiores a los de
Brasil y son sólo la tercera o la cuarta parte de los que paga
cualquier consumidor en Estados Unidos o Europa.
La mayor parte de los cortes, cuyo precio al público está
hoy sugerido, se ubica entre los 2 y los 3 dólares por kilo,
extraordinariamente lejos de lo que vale la carne –de inferior
calidad– en cualquier otra parte del mundo. En el interior del
país, los precios de la carne son todavía más bajos
de los que se registran en carnicerías y supermercados del Gran
Buenos Aires.
El problema no es el precio de la carne; el problema es que los salarios
reales, que quedaron muy lastimados por la salida de la convertibilidad,
no se han recuperado en la medida esperada.
¿Liquidación ganadera? Como consecuencia de la batería
de medidas oficiales, ¿debe esperarse? Por ahora eso no está
a la vista. Lo que sí puede afirmarse que, como consecuencia
de todo lo sucedido en los últimos meses, es improbable que en
los próximos dos años se repita la notable producción
de carne (3,2 millones toneladas) del período 2004/2006.
Si siguen naciendo 15-16 millones de terneros, la producción
de carne difícilmente baje de los tres millones de toneladas,
porque el peso mínimo de faena está determinando que la
caída en la matanza (cinco por ciento) sea compensada por un
mayor peso promedio de las reses. En marzo, último mes del que
disponemos estadísticas de la Oncca, la faena cayó siete
por ciento, pero la cantidad de carne faenada fue prácticamente
la misma con respecto a igual mes del año pasado, por efecto
del aumento en el peso medio.
En los últimos años, especialmente desde el 2000 a la
fecha, la inversión monetaria e intelectual en la ganadería
ha sido tan grande, y la inercia de este esfuerzo es todavía
tan fuerte, que cuesta pensar que en los próximos meses podamos
asistir a una liquidación de vientres que traiga menores pariciones,
y de acá a dos o tres años, una menor producción
de carne. Una liquidación ganadera, durante mucho tiempo, puede
generar una mayor oferta de carne y realimentar la debilidad del mercado.
Puede pasar, también, que el aumento de la masa salarial y de
la actividad económica, que se espera para los próximos
meses, sea de tal magnitud que alcance para compensar desde el lado
de la demanda el cierre de las ventas al exterior. Se verá en
el segundo semestre.