Por Gustavo Franco En
una suerte de Joint Venture entre un productor, una empresa de desarrollo
de semillas, insumos y firmas de maquinarias agrícolas, se
logró avanzar en proyecto.
Hace exactamente cinco meses, las semillas de soja diseñadas
para resistir los embates de la región patagónica eran
sembradas a lo largo de 18 hectáreas en un campo situado a
pocos kilómetros de Senillosa. Todo indica que ese cultivo
de oleaginosas se adaptó, resistió y encontró
un nuevo lugar en el mundo; el próximo viernes se cosecharán
las primeras toneladas de soja neuquina y de la Patagonia.
Juan Carlos Ridao, un emprendedor por naturaleza, materializó
la idea de muchos de combinar el cultivo de la vedette de los granos
en particular y de las exportaciones argentinas en general con la
extensión, sanidad y excelencia de los suelos patagónicos.
Para eso, las vueltas de la vida lo contactaron con Julio Ferrarotti,
titular de la empresa Relmó, dedicada al desarrollo de semillas.
Esta última ya venía estudiando el desarrollo de un
grano que pudiera adaptarse a las condiciones agrometeorológicas
de la Patagonia e incluso, contaba con ensayos favorables realizados
en Viedma.
El emprendimiento agrícola de Ridao, situado en realidad muy
cerca del cruce de las rutas 22 y 237, fue el lugar elegido para poner
en marcha el denominado Proyecto Soja Patagónica. Relmó
puso las semillas ya analizadas, en concreto las variedades de soja
Ayelen 22 y Azul 35. Ridao la tierra, mano de obra y los trabajos
sobre el cultivo.
Pero al proyecto también se sumaron otras empresas líderes
del complejo sojero como es el caso de BASF (cortinas antivientos
y fungicidas), Rozibacter (inoculantes y curasemillas), Pla (sembradora
y pulverizadora), Claas (cosechadora), Cestari (acoplados graneleros)
y Bartolani (logística y transporte) entre otras empresas.
Todas participaron en noviembre del año pasado de la siembra
de 18 hectáreas, hecho que se convirtió en el punto
de inicio de lo que puede convertirse en algo histórico.
Fue un día domingo y todas las empresas iniciaron la experiencia.
Primero se preparó el suelo para lo cual se utilizó
avena como protección de las semillas de soja. Luego, y a una
profundidad de 6 centímetros, la moderna sembradora Class puso
en marcha el cultivo.
Trabajos
Durante los últimos meses, a través del riego –por
pivotes- y algo de laboreo, la soja se abrió camino por primera
vez en suelo patagónico.
Hoy, Ridao cuenta las horas que restan hasta el viernes, día
que -según el calendario del desarrollo del cultivo- se levantará
la primera cosecha de ese commoditie en Neuquén y toda la región
patagónica. El evento no pasará desapercibido, sobre
todo para los integrantes del complejo de la soja que desembarcarán
en la propiedad de Ridao, como si se tratara de una gran exposición
agrícola. Cada empresa mostrará lo suyo y que, por común
que pueda resultar en las grandes extensiones sojeras del país,
no deja de ser una novedad productiva para la región.
Relmó trabajó durante varios años en el desarrollo
de una semilla de soja adaptable a la rigurosidad del clima del Sur
del país. Para eso se avanzó en dos variedades -Ayelén
22 y Azul 35- consideradas de período corto, para evitar que
el cultivo sea alcanzado en algún momento por la acción
de las bajas temperaturas. El calendario productivo se definió
entonces entre noviembre para la siembra y marzo-abril para la cosecha.
Rinde
De acuerdo a las estimaciones, se espera alcanzar un rinde del orden
de los 2.800 a 3.000 kilos por hectárea, valor que de alcanzarse
estaría arrojando un nivel de producción por demás
interesante. Por caso, la campaña 2003-2004 el rinde osciló
en los 2800 kilos por hectárea, con un potencial de 6.000 kilos
por hectárea. Algunos arriesgaron que la Patagonia está
en condiciones de alcanzar los más altos rendimientos dentro
de esa franja.
Programa
El viernes próximo se realizará en el emprendimiento
una serie de actividades que incluirá charlas técnicas,
demostración de maquinarias, reuniones de trabajo y el numéro
principal está previsto para la tarde, cuando una máquina
cosechadora de última generación comience a recorrer
la reducida superficie cultivada.
«No es tanto por la superficie o el volumen, lo importante creo
que va a ser para nosotros, los productores de esta región,
ver ese tipo de tecnología que nunca se pensó que podría
llegar a estas latitudes», sintetizó Ridao.
Mientras cuenta las horas, este productor ya piensa en qué
nuevo emprendimiento se embarcará el año próximo.
El perfil de un prototipo de agricultor pionero
Juan Carlos
Ridao encontró un sitio nuevo para sus proyectos.
Es una de esas personas que se las ingenia para buscar la solución
a los problemas aunque el camino que tenga que recorrer sea más
largo. Mamó la capacidad de trabajar la tierra desde chico
y una de sus máximas es la previsión, por eso que ya
tiene comprado el fertilizante para utilizar en la próxima
temporada.
Juan Carlos Ridao revive cuando llega a su campo situado a pocos metros
del cruce de las rutas 22 y 237 en Arroyito, se le ilumina la cara
cuando tiene que explicar con una pedagogía muy especial cómo
hace para hacer surgir desde el yermo desierto neuquino las chauchas
de soja.
«Pusimos las semillas con muy poco agua y no regamos durante
bastante tiempo, esto permitió que el agua que se va para abajo,
a las napas, atraiga la raíz que se hace fuerte, después
las regamos cada tanto», comentó.
Dijo que a diferencia de las papas que se siembran prácticamente
en el barro, si lo hubiera hecho así con las semillas de soja
éstas no se habrían adaptado al medio porque como tenían
«la comida» al alcance de la mano, no iban a enraizar
bien.
Ese parece ser el secreto, aprendido sólo por su experiencia
lo que llevó al éxito del proyecto soja patagónica
en el que logró interesar a las diez empresas más importantes
del país en producción de maquinarias e insumos.
Comentó que cuando conoció al gobernador Jorge Sobisch
casi por casualidad le dio la mano y el mandatario le dijo que necesitaban
gente así en Neuquén por el simple hecho de tener callos
en las manos, una porosidad en la piel que denota la personalidad
de trabajador de la tierra.
Se entusiasma cuando habla de sí mismo indicando que la clave
del trabajo en el campo está en tener planes de contingencia
para poder hacer frente a las mismas sin que sucedan sorpresas que
hagan fracasar el proyecto. «Es como tomar mate, el plan A es
calentar el agua, comprar la yerba y pagarla al contado, el B es comprar
la mitad de la yerba al contado y pedir al fiado la otra mitad, y
el C es cuando compro la yerba y se me cae al piso», sostuvo
utilizando una comparación común.
Es que el trabajo en el campo depende de factores que no son humanos
como el granizo, las lluvias y la sequía, como así también
los que tienen que ver con los mercados en cuanto al precio que obtengan
los productos que nunca tienen que ver con el esfuerzo que se hace
para su obtención en la cadena de producción primaria.
Tal vez esta serie de elementos hagan de Ridao una suerte de pionero
en la nueva agricultura: realizó la primera siembra directa
de granos en un campo alquilado en Pomona, Valle Medio, y en Neuquén
la historia de la agricultura llevará su nombre cuando se hable
de la soja.
De allí que cuando alguna vez tuvo la tentadora oferta de venta
de su campo no lo hizo porque dice que no tiene precio el sentimiento
que él le puso a la tierra de la cual obtiene su sustento.
Proyecto Soja Patagónica
A partir
del resultado que se ha obtenido, se prevé para la próxima
siembra, convocar a más productores y así poder ir aumentando
paulatinamente el volumen.
Del proyecto
participaron el productor Juan Carlos Ridao, Relmó
BASF (cortinas antivientos y fungicidas), Rozibacter (inoculantes
y curasemillas), Pla (sembradora y pulverizadora), Claas (cosechadora),
Cestari (acoplados graneleros) y Bartolani (logística y transporte)
entre otras empresas.
El rinde
estimado oscilaría entre los 2.800 y 3.000 kilos por hectárea,
un valor relativamente importante si se tiene en cuenta que en distintas
temporadas el promedio nacional ha oscilado entre los 3.000 kilos.
La siembra
se realizó en noviembre con semillas desarrolladas por Relmó
para la zona patagónica. Se trata de las variedades Ayelén
22 y Azul 35, de período corto para evitar la acción
de las rigurosas temperaturas de la zona.
Para la
preparación del suelo se sembró avena, que además
funcionó como protección de las semillas por los vientos.
Este último agente es uno de los mayores inconvenientes a los
que se enfrenta este cultivo.
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