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Antes del golpe Ricardo Balbín
buscó formar un gobierno de unidad, pero misteriosamente días
antes dijo que «no tenía la solución».
Buenos Aires (Télam) > El 16 de marzo
de 1976, el líder radical Ricardo Balbín salió
por la cadena nacional de radio y televisión a parar el golpe
militar, pero lo hizo de manera tan desafortunada -muy inusual, para
un político de «pico de oro»- que al otro día
los diarios se preguntaban qué había intentado hacer.
«Algunos suponen que vengo a dar soluciones. No las tengo, pero
las hay», sostuvo, para luego proponer encontrarlas en una difusa
e insustancial «unión de los argentinos».
En aquella ocasión, con más aires de poeta que de político,
Balbín eligió un verso de Almafuerte para concluir su
discurso: «Todo enfermo tiene cura cinco minutos antes de la
muerte», aseguró.
Más clara fue la declaración que hizo cuatro días
después, el tristemente célebre capitán ingeniero
Álvaro Alsogaray, cuya hija dilecta, María Julia, se
encuentra actualmente en prisión, condenada en una causa y
procesada en otras cinco, por enriquecimiento ilícito y malversación
de fondos públicos.
«¿Por qué habría un golpe de Estado de
liberar a los dirigentes políticos de su culpabilidad? ¿Por
qué cargar con el desastre facilitándoles al mismo tiempo
que escapen indemnes y gratuitamente de la trampa en que se han metido?»,
se preguntó ese día Alsogaray.
«¿Por qué transformarlos en mártires incomprendidos
de la democracia, precisamente en el momento en que se verán
obligados a proclamar su gran fracaso? ¿Acaso no ha confesado
el viejo dirigente radical, doctor Balbín, que no tiene soluciones,
pero que ‘las hay, las hay’?»
El fermento del modelo neoliberal
En junio de 1975 estalló el «Rodrigazo», un brutal
plan de ajuste que tuvo como mano ejecutante a Celestino Rodrigo,
el ministro de Economía digitado por José «El
Brujo» López Rega, y que a la sazón se transformó
en el fermento del modelo neoliberal que se consolidaría a
partir del golpe de 1976.
A resultas del ajuste, el conflicto se generalizó y mientras
los gremios concretaban la primera huelga general contra un gobierno
peronista, el ambiente sociopolítico se enrarecía con
múltiples asesinatos, atentados y secuestros. Eran los tiempos
de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), armada y dirigida
por López Rega desde el Estado e integrada por policías,
militares y espías y de la organización Montoneros,
que había pasado a la clandestinidad; del ERP (Ejército
Revolucionario del Pueblo; de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas);
y de las FAR (Fuerzas Armadas de Liberación).
También, los tiempos del famoso decreto del PEN que mandaba
a las Fuerzas Armadas a «aniquilar el accionar subversivo»
en Tucumán, lo que no quería decir aniquilar a los subversivos,
como luego falsamente arguyeron en su defensa ante el histórico
juicio a las juntas militares, los capitostes del golpe.
Fue en este convulsivo contexto que Balbín, en su calidad de
líder de la Unión Cívica Radical, le había
propuesto a la viuda de Perón conformar un gobierno de unidad
nacional, pero su iniciativa fue rechazada.
El clima golpista se comenzó a percibir a fines de 1975, pero
los planes finalmente se dilataron para marzo de 1976, plazo que al
ingeniero Alsogaray le parecía «muy prematuro».
Probar el fracaso
El día 20 salió, infructuosamente, a posponerlo: «Hay
que dejarlos que formen un gobierno (la unidad nacional, que proponía
Balbín) porque dentro de tres meses el país entero estará
clamando para que se vayan, pero no como perseguidos, sino como culpables»,
aseguró. «Un golpe de Estado prematuro crearía
a sus autores problemas casi insolubles para los cuales no se han
preparado», auguró.
«Tres meses en la vida de un país no significan nada,
pero estos tres próximos meses servirán para probar
el definitivo fracaso de un régimen político-económico
de más de treinta años, que ya no se sostiene y cuyo
salvataje por ninguna razón debería facilitarse»,
argumentó.
«No hay que caer en la trampa. Hay que saber esperar. Ningún
país queda nunca tan destruído como para que no se pueda
levantar sobre sus escombros. La Argentina, sin dudas, lo hará»,
concluyó.
Situación irreversible
Por su parte, si en febrero, al visitar el bloque de la UCR en el
Parlamento, Balbín había aventurado que «la situación
militar podría ser irreversible», al dirigirse al país
el 16 de marzo de 1976 por la cadena nacional de radio y televisión,
dijo que estaba al tanto de «todos los rumores» y apeló
a «la unión de los argentinos para el futuro de los argentinos».
Admitió entonces que no tenía soluciones, pero que «en
horas, los argentinos podríamos reunirnos en torno de una mesa
y adoptar soluciones magistrales».
«La Unión Cívica Radical no ofreció soluciones»,
tituló al día siguiente el diario Clarín. «¿Para
qué pidió Ricardo Balbín la cadena nacional de
radio y televisión? La pregunta quedó flotando delante
de muchos televisores, luego del mensaje que anoche pronunció
el dirigente», sostenía el artículo.
Tácita adhesión
«El Balbín nostálgico (como cuando evocó
la muerte de Perón) y conciliador que anoche mostraron las
pantallas, poco tenía que ver con ese otro Balbín que,
hasta hace veinte días, venía impulsando con insistencia,
desde el año pasado, la renuncia de la jefa de Estado o la
licencia presidencial», continuaba.
Es posible que el dirigente radical haya querido parar el golpe, pero
aun si así fue, es poco defendible su conducta posterior.
Para el historiador Felipe Pigna, «la actitud de Balbín
frente a la dictadura fue de tácita adhesión. Llegó
a decir que «Videla es el general de la democracia».
Inconcebible homenaje
El 1 de diciembre de 1978, el presidente de facto Jorge Rafael Videla
fue homenajeado con una cena por varios dirigentes políticos
y entre ellos se contó Ricardo Balbín.
No fue el único radical: también estuvieron Juan Carlos
Pugliese, Rodolfo García Leyenda, Rubén Rabanal, Antonio
Tróccoli, Francisco Rabanal, Carlos Contín, Juan Trilla,
Cándido Tello Rojas y Aldo Tessio.
Otros que asistieron al brindis fueron los peronistas Luis Rubeo,
Enrique Osella Muñoz, Carlos Palacio Deheza; el conservador
Vicente Solano Lima; el dirigente del Partido Intransigente (PI) Antonio
Allende (quien fue separado al otro día de su partido por inconducta);
y el comunista Juan Carlos Comínguez, quien le dijo a Videla
aquella increíble frase: «Gracias por permitirme estar
aquí».
Actos por la memoria en Neuquén
La reedición
del libro «Buscados» de Noemí Labrune será
hoy. Un libro que trata la represión en la región.
Neuquén > A 30 años del golpe militar
que instaló al denominado Proceso de Reorganización
Nacional, las distintas agrupaciones de Derechos Humanos de la ciudad
de Neuquén realizarán hoy la apertura de la semana de
la memoria en conmemoración por los 30 años.
Esta tarde, el encuentro será a las 18 en el Monumento al general
San Martín ubicado en la Avenida Argentina y Roca.
Allí, se llevará a cabo un encuentro artístico-cultural
con presentaciones musicales, además de una exposición
de plástica y poesía.
Esta tarde también se llevará a cabo la presentación
-organizada por APDH Neuquén- de la reedición del libro
«Buscados» de la cipoleña Noemí Labrune
de la APDH, sobre los desaparecidos y represores de Neuquén
y Río Negro.
Las actividades, que se desarrollarán durante toda esta semana
y que terminarán el próximo sábado 25, están
organizadas por las Madres de Plaza de Mayo de Neuquén y Alto
Valle, la APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos), Zainuco,
Corriente de Militantes por los DDHH, Hijos Alto Valle y Ceprodh.
Libros para no perder la «Memoria»
Buenos
Aires (Télam) > A 30 años del golpe, distintas
editoriales preparan varias reediciones o la publicación de
nuevos ensayos, novelas, biografías o historias relacionadas
con la dictadura militar (1976-1983), una bibliografía que
apunta a fortalecer la memoria colectiva sobre uno de los períodos
más ominosos de la Argentina.
Una de las novedades más destacadas es «La rebelión
de las Madres», el primer tomo de una pormenorizada historia
de las Madres de Plaza de Mayo, que abarca desde 1976 a 1983, escrita
por Ulises Gorini y publicada por Grupo Editorial Norma. Y «Doble
Juego», un texto de Horacio Verbitsky que incluye por primera
vez los documentos secretos de la Iglesia, escritos en esos años.
Este libro, publicado por Sudamericana, establece el conocimiento
minucioso que el Episcopado siempre tuvo sobre la política
de desaparición de personas de la dictadura.
Ediciones Homo Sapiens edita «Argentina 1976-2006», un
volúmen que a partir de contribuciones provenientes de la teoría
política, la historia y la sociología enlaza dos momentos
históricos relevantes: el de la dictadura y el de la democracia.
Sudamericana acaba de publicar «Vivir a oscuras», un texto
de Mariana Caviglia, quien a través de distintas personas comunes
recrea escenas cotidianas vividas durante la dictadura militar.
Biografía del dictador
También, esta editorial reedita la medulosa biografía
del general Jorge Rafael Videla, «El Dictador» escrita
por María Seoane y Vicente Muleiro, que arroja un perfil certero
sobre el presidente de la primera Junta Militar, que asumió
el poder el 24 de marzo de 1976.
De Emilio Mignone, de recordada actuación en el campo de los
Derechos Humanos en esos días aciagos, aparece la versión
definitiva de «Iglesia y dictadura» (Ediciones Colihue),
que muestra la complicidad de la Iglesia con el terrorismo de Estado,
aunque rescata un sector de la misma comprometida con los oprimidos.
A este volumen Colihue suma «Estrategia represiva de la Dictadura
Militar» de Mignone y Augusto Conte Mc Donnell, un trabajo que
fue presentado en el Coloquio de París realizado en 1980 cuando
un grupo de abogados en el exilio se reunió para tratar el
tema de las desapariciones forzadas.
Con una campaña de relanzamiento de libros, titulada ‘A
30 años del golpe’, Planeta saca en ediciones de bolsillo
«La Voluntad», de Eduardo Anguita y Martín Caparrós,
en cinco tomos que reflejan a las organizaciones revolucionarias de
ese tiempo, a través de los relatos de muchos de sus protagonistas.
Testimonios
Además, aparecen nuevamente «Recuerdos de la muerte»,
de Miguel Bonasso, la increíble saga de Jaime Dri, un militante
montonero que es secuestrado en Uruguay y trasladado clandestinamente
a la Argentina y a la Esma; «Mujeres guerrilleras», de
Marta Diana, con testimonios de militantes de los anos 70; «Monte
Chingolo», de Gustavo Plis-Sterenberg, que nos retrotrae a la
mayor batalla de la guerrilla argentina y «La sangre derramada»
de José Pablo Feinmann, un ensayo sobre la violencia en la
Argentina a lo largo de su historia.
Para los más jóvenes, la colección Zona Libre
de Norma publica «El mar y la serpiente», de Paula Bompara,
que recrea en primera persona la experiencia de una chica cuyo padre
fue secuestrado y paso a engrosar la lista de detenidos-desaparecidos.
«Deporte, desaparecidos y dictadura (Al Arco), de Gustavo Veiga,
incorpora una nueva perspectiva a este mosaico bibliográfico
con las historias de varios deportistas desaparecidos. Y «La
aguja en el pajar» (Planeta), es una novela inspirada en la
vida de la militante Lily Masaferro, a través del perfil que
para el escritor Ernesto Mallo hizo su nieta Victoria Onetto.
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