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Por LAURA E. ROTUNDO
Adriana Puiggrós es una experta en educación. En diálogo
con La Mañana de Neuquén, la ex secretaria de Ciencia
y Técnica de la Nación enumeró las principales
falencias del sistema educativo argentino y distintas alternativas
para resolver algunos de esos errores.
Puiggrós, asesora del gobierno de la Provincia de Buenos Aires
en educación-, recibirá este mes en Colombia el Premio
Andrés Bello, importante galardón dentro de su área,
por su ensayo titulado “Alternativas para la integración
de nuestra cultura”.
Ella insiste en que es necesaria una Ley de Organización y
Financiamiento a nivel educativo y que el Consejo Federal de Educación
debe acordar políticas nacionales en ese campo.
¿Podría resumir las condiciones educativas
que caracterizaron al país desde el retorno de la democracia?
Hubo una primera etapa, durante el gobierno radical, en donde se democratizó
la educación y se revirtió el sentido político
que ésta tuvo durante la última dictadura. En 1985,
se realizó el Congreso Pedagógico, que fue un proceso
de discusión para este campo y tuvo una enorme participación,
lo que obtuvo como resultado la decisión -por parte de los
argentinos- de que la educación se diera en los marcos de la
Constitución Nacional y que tuviera un carácter democrático.
En realidad, el Congreso Pedagógico avanzó bastante
desde el punto de vista de la cultura política que se le quiso
imprimir al sistema educativo, pero lo cierto es que después
no se redundó en una legislación. El gobierno de Raúl
Alfonsín, el Congreso de esa época no dictó una
Ley de Educación, de manera que no hubo tampoco normas suficientemente
fuertes a nivel nacional ni provincial. Resumiendo, el Congreso Pedagógico
no fue modificador del sistema educativo argentino, sino de una ideología
autoritaria que estuvo vigente en la última dictadura.
Durante las presidencias de Carlos Menem, fue el pensamiento educativo
neoliberal el que dictó las leyes que reformaron a fondo al
sistema educativo. Pero cuando digo ‘a fondo’ no estoy
diciendo para bien, sólo estoy señalando que se realizó
una reforma profunda. Creo que el poder debe ejercerse y que los gobiernos
tienen responsabilidades muy fuertes, en relación a darles
carácter legal a las reformas que quieran hacer.
Desde su punto de vista, ¿cuáles son las principales
falencias educativas que presenta actualmente Argentina? ¿A
qué causas atribuye el deterioro?
Voy a enumerar varios problemas, lo cual no quiere decir que una falencia
sea menos grave que otra. Ante todo, creo que hay que dictar una Ley
de Organización y Financiamiento del sistema educativo, porque
la Ley de Transferencia -rige desde ‘91- desestructuró
el sistema. Por eso, no podemos decir que existe un programa a nivel
nacional sino que hay 24, que tienen algún tipo de asociación
pero que no está muy consolidado.
La norma que propongo podría rearticular el sistema, lo que
no significa que vuelva a ser unitario y esto lo subrayo muy bien
porque hay gente -como en la Ciudad de Buenos Aires- que piensa que
la solución es recentralizar la educación en la Capital
de la República. Creo que ése es un concepto totalmente
erróneo, que el sistema debe ser Federal, debe estar bien articulado
y tiene que darle más fuerza al Consejo Federal de Educación
-formado por todos los ministros de Educación provinciales,
representantes de Universidades Nacionales y presidido por el Ministerio
de Educación de la Nación-. Las decisiones de este Consejo
no son actualmente vinculantes ni para la Nación ni para las
provincias, por lo que considero que esa Ley debería establecer
lo contrario.
Este país no tiene una gran preocupación por el analfabetismo,
ya que –si bien hay que atenderlo y darle importancia-, este
índice no alcanza el 2%.
Otro problema es la desigualdad creciente, no solamente en la posibilidad
de acceder a los diferentes niveles del sistema educativo para los
sectores más pobres, sino también en el tipo de educación
que reciben: unos acceden a una educación de mejor calidad
que otros. Me parece que esta distancia, que es bastante correlativa
a la distancia económica entre los sectores pobres y los ricos,
lamentablemente va aumentando y es algo muy preocupante.
Como parte de este último problema, se fue acentuando la deserción
escolar, algo que no es nuevo en Argentina. Desde que existe aquí
el sistema educativo, la deserción está presente. Lo
más grave es que los chicos que dejan la escuela no tienen
otros espacios sociales a donde ir, no son absorbidos por otra Institución,
como un Club, una sociedad de fomento o una Iglesia. La realidad es
que los chicos que abandonan la escuela, terminan en el único
lugar que tienen: la esquina con la botella de cerveza. No tienen
estímulos ni hay programas que los acojan, ni que los orienten
en cuanto a sus aprendizajes. Lamentablemente, los productos de las
culturas juveniles, muy interesantes como el rock, quedan asociados
exclusivamente a la droga y al reviente. Es muy preocupante el hecho
de que los jóvenes tengan que relacionarse con otros en lugares
que están muy deteriorados y en donde el mercado sólo
se aprovecha de la soledad de los adolescentes... y el Estado no cumple
con su responsabilidad frente a ellos.
Quiere decir que no arma un programa adecuado para contenerlos...
Hay programitas. Pequeños programitas. No hay un gran programa
nacional, tampoco a nivel provincial y realmente el problema del adolescente
no es tomado con la seriedad que corresponde. No se hace la inversión
económica y de recursos humanos que hace falta. Se debería
invertir el seis por ciento del PBI en educación, se dice que
se invierte un cuatro por ciento, pero la verdad es que invirtió
tres y algo. Yendo a un caso puntual, la Provincia de Buenos Aires
tiene 4.000 millones de pesos para 4.500.000 alumnos y tiene 205.000
docentes. El problema es que el 90 por ciento de ese presupuesto se
destina a salarios docentes.
¿Es otro conflicto la falta de capacitación
docente?
Es un problema muy grave. Siguiendo con el caso de Buenos Aires, hace
ya algún tiempo que se realizó una consulta entre padres
y maestros, que revela, entre otros datos, la fuerte preocupación
por la falta de capacitación. Como existe un consenso altísimo
para mejorar ese gran inconveniente, el gobierno provincial tomó
-entre otras medidas- la decisión de que todos los institutos
de formación docente tengan un programa de 4 años de
duración, con un nivel muy exigente y acreditado por las universidades.
¿Quién aprueba que un docente con falta de
capacitación llegue a dar clases en un establecimiento escolar?
Hay un sistema en el cual participan los sindicatos y hay concursos...
pasan por concursos. Sin ninguna duda, es necesario mejorar la formación
de bases, los institutos de formación docente y armar un gran
programa de capacitación. Existe una gran desarticulación
vertical del sistema educativo y esto fue lo que produjo la Ley Federal
de Educación.
Hay zonas del país -por ejemplo en Buenos Aires, Santa Fe,
Mendoza y Catamarca-, donde el hecho de que el tercer ciclo se articulara
con el primero y el segundo (séptimo grado, primero y segundo
año) fue beneficioso porque permitió retener chicos
que sino, no hubieran ido al secundario. Pero esto sólo ocurrió
en los lugares más pobres. En donde existió la escuela
secundaria, resultó algo muy negativo porque el tercer ciclo
primarizó la enseñanza, un punto que originó
problemas.
Por eso y porque no tuvo consenso, usted criticó varias
veces la Ley Federal de Educación...
Exacto. Los que acabo de mencionar son algunos de los puntos más
criticables de la Ley.
¿Qué hubiera sido apropiado aplicar en ese
momento?
En ese momento no había que hacer ningún cambio de estructura.
Era necesario mejorar la escuela primaria y la secundaria. Todo ese
enorme esfuerzo puesto en un cambio de estructura habría que
haberlo invertido en mejorar la enseñanza.
En educación, se puede decir con certeza que la reforma de
la estructura es lo último que hay que hacer. Hay que empezar
enseñando mejor, pagando buenos salarios a los docentes y capacitándolos,
estableciendo condiciones de trabajo adecuadas, trabajar con los padres
y con la comunidad, dando participación a los estudiantes,
además de mejorar las formas de supervisión en las instituciones
educativas y modernizando los currículums. Si el sistema está
armado con cuatro años juntos o tres separados, ése
es el último eslabón de una reforma.
Para terminar con este punto de los programas que tiene cada
provincia, ¿cree que la Nación tiene que diseñar
un sistema a nivel nacional o que cada distrito tiene que tener el
suyo?
Considero que hay un poco de las dos cosas. Las provincias deben adecuarse
a sus necesidades pero también es cierto que todas integran
una Nación y Argentina es una Federación, no es una
serie de territorios independientes... mientras seamos una Nación,
tienen que existir políticas educativas nacionales y para eso
está el Consejo Federal de Educación, para acordar esas
políticas nacionales.
Hace ya algún tiempo, leí un artículo
suyo, titulado ‘Secuelas de un esquema fragmentado’. En
la nota usted menciona que es necesario aliviar a la escuela de tareas
que corresponden a los programas de empleo, de salud o de desarrollo
social y reorganizar el sistema para que pueda cumplir con su función
educadora. ¿Qué medidas deberían implementarse
para que esta situación no continúe agravándose?
Es una buena observación. En Santa Fe por ejemplo, lograron
incorporar a miles de padres y madres al sistema educativo, que actualmente
están cobrando el Plan Jefes y Jefas de Hogar. Tres mil ya
están trabajando en la construcción de las escuelas
de sus hijos, lo que es algo muy interesante.
En esa misma provincia, los comedores escolares salieron del Ministerio
de Educación, pasaron a ser administrados por Acción
Social y, por ejemplo, hay docentes que van a leerle cuentos a los
chicos en la hora del almuerzo. Esas iniciativas son realmente constructivas.
Creo que es necesario separar lo que deben hacer los Ministerios de
Educación de cada provincia y de la Nación, de lo que
deben desarrollar las carteras de Acción Social y de salud,
así la Escuela podrá volver a cumplir su verdadera función:
la de educar, la de brindar enseñanza.
¿Cree que estas iniciativas podrán extenderse
a nivel nacional?
Eso dependerá de cada provincia. Personalmente, yo creo que
deberían existir acuerdos sobres estos temas en el Consejo
Federal, pero para que suceda esto hace falta cambiar ya la Ley de
Transferencia y sustituirla por una de Organización y Financiamiento.
También es fundamental volver a discutir la Ley Federal de
Educación.
¿Cuántas personas que ingresan al sistema educativo
en su infancia, logran alcanzar un título en la educación
superior?
No conozco la cifra exacta. Lo cierto es que aumentó la cantidad
de ingresantes y se incrementó la cantidad de graduados. Esto
habla de la mejora de la eficiencia de la educación superior,
de la universidad pero también de una fuerte discriminación,
ya que hay menos gente que puede llegar a la universidad... eso está
mal. Argentina tiene 37 millones de habitantes, no 1.600 como China
y no hay ninguna razón para que no tenga 37 millones de personas
en condiciones para alcanzar un título en la educación
superior.
Ése es otro problema, ya que a ese nivel no ha habido una reforma
como corresponde y esto es una deuda que ya lleva 40 años.
México, Venezuela y países europeos hicieron reformas
importantes a fines de los años 60 del siglo pasado. Nosotros
estábamos atravesando la dictadura de Juan Carlos Onganía
y esa modificación nunca se hizo. Pasamos la última
época militar, llegó la democracia y se restituyó
la antigua universidad reformista.
La Ley de Educación Superior -que tiene cosas buenas y cosas
malas- nunca se terminó de aplicar. Un punto positivo de la
norma indica que se debe organizar un sistema a este nivel, donde
los institutos y las universidades estén realmente articulados,
pero esto nunca se terminó de hacer y ése es uno de
los grandes problemas que hoy presenta la educación argentina.
Siguiendo con el tema de la educación superior, ¿cree
que el Estado debería incentivar con becas a los jóvenes,
de determinadas carreras, que se adapten a la necesidad productiva
del país?
Sí, totalmente. Creo que durante muchos años en Argentina,
hubo una confusión al pensar que la planificación y
la democracia eran términos antitéticos. Siempre se
creyó que planificación remitía a autoritarismo,
lo cual constituye un error muy serio. Si queremos democracia, tenemos
que planificar y en una sociedad de mercado, que es una sociedad injusta,
precisamente hay que planificar para establecer políticas que
permitan llegar a una mayor dignidad y a una mayor justicia social.
Además, esa planificación debe tener en cuenta necesidades
nacionales, regionales y perspectivas ciertas de inserción
laboral para los jóvenes.
Otro punto importante es el sistema de acreditación de saberes
formales y no formales. En la provincia de Buenos Aires comenzará
a funcionar a mediados de este año, un instituto para que una
persona se pueda presentar, informar los estudios que tiene (terminados
o no), detallar la experiencia laboral con la que cuenta y con todos
esos conocimientos, luego de hacerse una evaluación de todos
los datos y sugerirle tal vez, que agregue tres materias de esa carrera
que había comenzado para que después se le conceda una
acreditación de saberes en el área que esté especializado
la persona.
¿Eso lo deberían conceder a nivel nacional
o provincial?
Yo creo que tiene que haber una acreditación a nivel nacional,
de saberes socialmente productivos que han sido adquiridos de maneras
diversas. Eso ya existe en diversos países, en Canadá
por ejemplo, está muy avanzado. Me parece que para Argentina,
que es un país que fue irregular en el funcionamiento educativo,
este sistema de acreditación sería importante culturalmente
y ayudaría a levantar la autoestima de la población.
Un informe indica que sólo en provincia de Buenos
Aires, unos cien mil estudiantes abandonaron el polimodal durante
2003 y que el 70% de los alumnos de todo el país no completó
en 2004 los 180 días de clases. Sobre el tema presupuestario,
se señala que la Ley Federal de Educación no se cumple
porque pese al incremento nominal de la inversión educativa,
la meta fijada a nivel nacional, no llega al 4% del PBI. ¿Por
qué suceden todos estos inconvenientes?
Creo que suceden porque Argentina no termina de tomar una decisión,
respecto a la educación. Este sector no puede depender de políticas
de corto plazo y por eso insisto en varios puntos: debemos planificar,
es necesaria una Ley de Organización y Financiamiento, además
de modificar la Ley Federal de Educación. Tiene que haber acuerdos
nacionales por plazos cercanos a diez años, no iguales a los
períodos gubernamentales. Esta inestabilidad educativa creo
que surge también, porque la educación no puede seguir
el ritmo de los cambios de funcionarios. Esto es muy grave en este
momento y para el futuro.
¿Considera que el gobierno de Néstor Kirchner
está trabajando fuertemente a favor de la educación
o no nota grandes cambios?
Pienso que la Nación no puede ejecutar grandes políticas
sino se establece la vinculación que mencionaba antes, con
el Consejo Federal de Educación.
Por último, ¿cuál es su expectativa
sobre la calidad educativa y cultural para los próximos años?
¿Expectativas sobre lo que yo querría o sobre lo que
pasará?
Desde el optimismo, podría decir lo que usted querría
y desde el realismo, lo que cree que pasará?
Yo querría que hubiera realmente una transformación
del sistema educativo, de manera que el sistema incorporara los medios
de comunicación, las nuevas tecnologías y las culturas
juveniles. Me gustaría que esta transformación cultural
se reflejara en el sistema educativo.
Quisiera que la educación pública abarcara al conjunto,
lo que no significa que no exista la educación privada, sino
que la escuela pública esté al alcance de todos. Querría
que hubiera una retención total, del cien por ciento de todos
los chicos argentinos. Hay que desarrollar fuertemente el Nivel Inicial,
que es donde comienza todo. De no reforzar la alimentación,
la estimulación temprana, la contención, el juego, el
abrir espacios afectivos para la primera infancia, vamos a pagar las
consecuencias muy gravemente en los próximo años.
Desearía, que Argentina vinculara el sistema educativo con
el mundo del trabajo, que el concepto de trabajo fuera fundamental
y que atravesara todo el sistema educativo: desde el Nivel Inicial
hasta la universidad. Lo que pasará, depende de la decisión
de los gobiernos y de la sociedad en su conjunto, de retomar la responsabilidad
que los adultos tenemos en relación a los jóvenes y
de revalorizar el papel del saber, con un sentido humanístico.
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