Por Daniel Casal Buenos
Aires (NA) > Tal como se preveía, el principio
de solución para el conflicto entre la Argentina y Uruguay
por la construcción de las papeleras llegó cuando los
presidentes Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez
colocaron sobre la mesa la determinante carta de la política.
Es que la firmeza de los ambientalistas que cortan los pasos hacia
el país vecino y la intransigencia de las empresas finlandesa
y española para continuar con las obras habían ubicado
el problema en un callejón.
Queda en el terreno de los acertijos la razón que llevó
ésto a un punto de tanta fricción para convertirlo en
un tema de
Estado para ambos países.
Del lado uruguayo tiene la respuesta: el gobierno argentino dejó
hacer durante el verano para lastimar realmente a la economía
uruguaya durante el verano con la sensible merma de turismo argentino
hacia las costas uruguayas.
Cuando este perjuicio realmente se hizo palpable sobrevino la necesaria
etapa de tratativas secretas entre los países que terminaron
con el broche del acuerdo entre ambos mandatarios.
Exploración
Ahora se entrará en una febril búsqueda de soluciones
que deberán aparecer más temprano que tarde.
Ante los escenarios posibles, voceros argentinos, admiten que será
difícil una alternativa que pase por la paralización
definitiva de las papeleras de Fray Bentos.
Es que una medida así sepultaría políticamente
a Tabaré y también a la economía del país
vecino, en donde una inversión de 1.700 millones de dólares
es realmente importante debido al tamaño de su economía.
Entonces, no son pocos los que de este lado del Río de la
Plata piensan que la solución pasará a la final por
el monitoreo permanente de los niveles de contaminación de
las empresas.
Más allá del entendimiento, la relación entre
los dos presidentes no quedó como en un principio cuando Kirchner
hizo todo lo posible para que el Frente Amplio de Tabaré arrebatara
por primera vez en la historia el poder a los partidos tradicionales:
el Blanco y el Colorado.
Es que el jefe de Estado argentino se sintió desilusionado
por el apego que puso su colega uruguayo para defender un proyecto
que no era el suyo, sino que había sido sacado sigilosamente
y a última hora por el antecesor, Jorge Batlle.
También le cuesta digerir ese paulatino acercamiento del gobierno
uruguayo con los Estados Unidos para avanzar en una zona de libre
comercio.
Modelo chileno
Es que el proyecto que quiere el jefe de Estado argentino es consolidar
un bloque comercial fuerte en América del Sur para enfrentar
con mejores posibilidades al gigante del norte.
En el plano interno, Kirchner ve con agrado el modelo de concertación
chilena mediante el cual tres partidos de centroizquiera están
gobernando el país desde 1987, con Patricio Aylwin, Eduardo
Frei, Ricardo Lagos y ahora Michelle Bachelet.
Aunque aquí se está demasiado lejos de una concertación
social si se tiene en cuenta, por ejemplo, lo sucedido con la carne,
que para frenar los precios se impiden directamente las exportaciones,
algo que resulta impensando en un país con ansias de desarrollo.
Ni la ministra Felisa Miceli creía que al final la iba a adoptar,
aunque ambos la evaluaron en el marco de varias alternativas destinadas
a frenar el aumento de precio de este producto de primera necesidad.
Prueba de ello es que la ministra la descartó cuando recorría
la muestra agropecuaria Feriagro y tres horas después la estaba
anunciado oficialmente en la Casa de Gobierno.
El jefe de Estado sabe que detrás de los precios, y sobre todo
de la carne, se esconde el peor enemigo de sus ambiciones reeleccionistas.
Pero aquí quedó al descubierto otro de los graves problemas
de la economía: la ausencia de políticas de largo plazo
que eviten medidas dramáticas y coyunturales.
El caso de la carne es emblemático, ya que desde hace décadas
que no se trabaja para garantizar un stock adecuado de cabezas que
permita abastecer tanto al mercado interno como a la exportación.
Años en que hubo, por ejemplo, ocultamiento del problema de
la aftosa, escaso cuidado de vientres, reducción de la extensión
dedicada a la ganadería para sembrar soja y el desaliento a
la producción por retenciones a las exportaciones.
Se perdieron mercados a manos, por ejemplo, de Uruguay y Brasil, país
este que hace una década no existía en los grandes mercados
agropecuarios y ahora superó a la Argentina en ventas al exterior.
La misma ausencia de acuerdos sociales amplios se pudo notar en el
traumático camino que culminó con la destitución
de Aníbal Ibarra como jefe de Gobierno porteño.
Más que nada quedó en claro otra vez que en la Argentina
difícilmente se pueda salir airoso sin una estructura política
que respalde el accionar de los dirigentes.
Es cierto que este proceso se debió a la pertinaz lucha de
los padres de Cromagnon que buscaban, por lo menos, gestos de justicia
para reivindicar la memoria de los chicos muertos hace más
de un año.
También lo es que hubo responsabilidades políticas que
llevaron a una ausencia de gestión que quedó de manifiesto
aquel terrible 30 de diciembre de 2004.
Pero los argumentos usados en el juicio a favor o en contra de la
destitución de Aníbal Ibarra navegan en aguas difusas
al develarse algunas motivaciones de votos decisivos para el alejamiento
del ahora ex jefe de gobierno.
Es decir que quedó como una prédica vana la advertencia
de un supuesto intento de golpe institucional que levantó el
ahora ex jefe de gobierno.
Como así también que se consolidó la democracia
porque funcionaron las herramientas previstas por la Constitución,
tal como repetían los acusadores.
Es que, según se supo, uno de los legisladores que definió
la remoción intenta rápidamente posicionarse en la interna
justicialista porteña en la vereda contraria al hombre fuerte
en el distrito: Alberto Fernández.
Es decir que, una vez más, una decisión crucial quedó
presa de urgencias políticas antes de la necesidad de que los
gobernantes rindan cuenta de sus actos.
Sucede que el kirchnerismo puro, aquel que tiene sus raíces
en Santa Cruz, consideró a último momento que la mejor
manera de hacer pie en el distrito porteño era dejar a Ibarra
librado a su suerte, ya que con él debería alejarse
el asedio constante de los padres.
Poco habría podido construir este sector con un jefe de gobierno
sentado en forma permanente en el banquillo de los acusados.
La idea, se sabe, es consolidar una estructura kirchnerista con pretensiones
electorales a partir de los comicios del año que viene.
Telerman
Ahora, con un justicialista como Jorge Telerman ya instalado en el
poder y con el caso Cromagnon sólo en manos de la justicia
penal, Julio de Vido y Carlos Zannini piensan desarrollar su juego.
Entre estas cartas figura que Telerman responda a Kirchner, colocar
a hombres de confianza en algunos puestos clave y dirigir hacia la
capital un caudal de obras que puedan ser vistas con claridad por
la población.
Esa misma población que, en general, desconfió del juicio
político, a pesar de que no guardara demasiadas simpatías
por el destituido.
Es que la suma de errores lo terminaron dejando aislado en todas las
fronteras de la política.
Por caso, jamás puso empeño en consolidar una estructura
propia, a pesar del espaldarazo electoral que recibió en el
último comicio que permitió su reelección y en
la importante cantidad de volutandes que pudo reunir en la marcha
de la otra semana de los detractores del juicio político.
Y sobre todo en ese error de cálculo de ubicar en el terreno
del golpismo a todos aquellos que abogaban por su enjuiciamiento.
Esto terminó de decidir a más de uno de los juzgadores
que no aceptaron esa afrenta, ya que algunos de ellos provenían,
igual que Ibarra, de las filas que sufrieron los horrores de la dictadura.
Esa misma dictadura que irrumpió trágicamente en la
vida del país hace treinta años, el mismo tiempo que
tardó en completarse la autocrítica de las Fuerzas Armadas
por la represión ilegal, con las declaraciones que efectuó
la semana pasada el brigadier Eduardo Schiaffino, a pesar de la omisión
de la palabra repudio en su discurso. |