El espectáculo bajo la lupa

 
 
Como si de un dios se tratara, Santana sacó los mejores
sonidos de su guitarra.

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Oasis y Santana en la Argentina
Una semana con lo mejor de la música

Por Luis Castillo

Buenos Aires > No pasó una seman que la ciudad de Buenos Aires se convirtió en el centro de visitas de dos iconos del rock: Carlos Santana y Oasis. El primero comenzó a vivir con la guitarra bajo el brazo desde aquel mítico concierto Woodstock ‘69, donde sorprendió a todos con sus acordes. El segundo, Oasis, es una de las bandas más prominentes de la última decada en Gran Bretaña, a tal punto que fueron considerados como los legítimos sucesores de The Beatles.

Los conciertos
El jueves pasado, Carlos Santana visitó por tercera vez la Argentina. La excusa para el reencuentro con sus seguidores era perfecta. Tenía que presentar su último disco sin dejar, claro está, de tocar los temas que lo consagraron en todo el mundo.
Ante el espíritu musical de 12 mil personas que invadieron el coqueto Campo Argentino de Polo, dio cátedra con su virtuosismo en la guitarra a pesar de la carga que supone sus 58 años de edad y 30 en los escenarios.
Apenas las agujas del reloj marcaron las 21.45 el sonido único y característico de su guitarra comenzó el ritual. Porque luego de una larga intro –en la que las seis pantallas de videos mostraban solamente sus dedos sobre su guitarra- “La portuguesa” fue la canción que primero sonó en un show que duró dos horas y media sin descanso alguno.
Con una banda brillante en ejecución, con Chester Thompson (teclados), Kart Perazzo (timbales y percusión), Jeff Cressman (trombón) y Raul Rekow: (congas y percusión desde el ‘76), Santana agradeció “a esta hermosa nación que son ustedes”. Sin embargo más adelante el talentoso guitarrista agregaría “aurita es una hermosa noche para inyectar alma y espíritu en las venas de las nuevas generaciones”. Tal como se vio con «Corazón espinado» y «Black Magic Wooman». Si bien algunos no aguantaron el frío y se fueron minutos antes, un Santana emocionado agradeció arrodillado ante su gente, para continuar con su viaje de armonías espirituales, sonidos afro, merengues, y seguir abriendo el cielo. Algo que inició en 1969 haciendo música para ángeles para que en estos largos años esté más cerca de Dios.
Pero, ya había llegado la hora de escuchar a Oasis.
La cita fue el viernes, precisamente a las 21.45, todo el campo de Polo explotó en euforia con Oasis. Porque con Lyla sonando con la estridente guitarra de Noel, todo se convirtió en saltos y exitación. Si bien la temperatura reinante era demasiada, esto generó que la banda pidiera calma, motivo por el cual Noel sorprendió al manifestar «el fanatismo es una mierda», después de recoger una zapatilla que le arrojó un fan. Sin embargo a pesar de la ya tradicional postura de «no me importa nada y antipatía inglesa», Oasis sonó arrollador. Sería bueno saber si este enojo con el mundo y arrogancia de los hermanos Gallagher es parte del producto o bien parte de una publicidad que funciona a la perfección.
La postura de Liam en escena parado como si fuera un dictador mirando desde arriba y Noel creando acordes envidiables para cualquier músico, ya son parte de la banda que se cree la mejor del mundo, que se pelea lanzando críticas a U2 y los Stones y con actitud, potencia, personalidad es capaz de manifestar que «todo le importa una mierda» y cautivar a 45 mil personas que finamente caen rendidas a sus pies.

Una combinación perfecta

Por Hernán Gil

Neuquén > Seguramente, “Descarrilados” permanecerá unas cuantas semanas en cartel en las salas neuquinas. Es que, la cinta dirigida por Mikael Håfström se adapta al paladar promedio del espectactador argentino. ¿La razón? Lejos de los premios de “Secreto en la montaña” o las nominaciones de “Munich”, este thriller psicológico trabaja con el boca a boca. Una historia que consigue cruzar las fronteras de la comedia romántica a la acción y la violencia con suma facilidad e inteligente, en base a un guión preciso y audaz basado en la novela de James Siegel y adaptado por Stuart Beattie.
Schine (Clive Owen) es padre de familia promedio estadounidense, con la presión de mantener un hogar que se le rebela a través de la insatisfacción en la relación con su mujer. Lucinda (Jennifer Aniston) es una abogada a la cual su marido parece desatender, que navega sin saber adonde ir en su vida.
Una noche, sus destinos se cruzan, para darle paso a lo que parecería ser una historia de amor, pero…

Ideas
Sin descubrir al guionista y arruinar la gran virtud de la película, que es mantener entretenido al espectador hasta el último minuto, la cinta consigue jugar con los cambios aún si alguien llegara a descubrir lo que se viene.
Los perfiles psicológicos funcionan a la perfección, basados no sólo en el excelente guión sino también en el profesionalismo y la correción de Clive Owen (Closer, Rey Arturo) y el siempre talentoso Vincent Cassel (excelente papel el que compone del violento Laroche). Precisamente, este último lidera un grupo de actores de reparto que juegan un rol clave en la película para la dinámica de los cambios de roles y situaciones.
En Buenos Aires, superó ampliamente los premios de “Secreto en la montaña” o la polémica de “Munich”. Entretenida, cambiante, ágil y bien actuada. La combinación perfecta para el espectador promedio.

Director: Mikael Håfström
Guión: Stuart Beattie (adaptación) y James Siegel (Novela)
Idioma: Inglés (Subtitulada)
Título Original: Derailed
Género: Drama-Thriller.
País: Estados Unidos.
Calificación: No apta para menores de 16 años.
Duración: 107 minutos.
Elenco: Vincent Cassel, Clive Owen, Jennifer Aniston

«Tango + Pop Sinfónico español»
Mover el cuerpo

Por Pablo Javier Frizan

Neuquén > Apenas el maestro levantó la batuta, la sala se calló y los primeros acordes de tango comenzaron a sonar. El elegido para el debut fue “Cambalache”, seguido por “Nostalgia”, “Cuesta abajo” y “Calambre” de Astor Piazzolla. Todos los temas, ovacionados por los presentes, tuvieron una interpretación que hubiera sido perfecta, no porque ese estado se pierde desde el primer instante en el que se anuncia que no se posee defectos, sino porque en algunos tramos, el oído acostumbrado a un cierto timbre de voz, parecía necesitar de alguien que se pusiera en la piel de un Julio Sosa, un “Polaco” Goyeneche y hasta de un Edmundo Rivero. Pero, la propuesta siempre fue encarada desde lo instrumental, y fue, en este aspecto, donde los más fuertes y merecidos aplausos, se dirigieron. El pop sinfónico español fue lo mejor del espectáculo. Al ser un género poco difundido en la región, su ejecución fue una sorpresa para muchos de lo que se encontraban en el Teatro Español. Prueba de ello eran las expresiones en las caras de aquellos que seguían con atención cada uno de los compases., como niños absortos con un regalo recién entregado. Tan sólo bastó con ver como García Caffi bailaba sin dejar de dirigir y como sus dirigidos lo acompañaban con movimientos de cabeza, para darse cuenta de lo que se buscaba transmitir. La música puede mover el cuerpo, incluso el de aquellos que la interpretan, sin movimientos exagerados, frutos de un “virtuosismo” auto impuesto. Tarea que, salvo en algunos tramos de los tangos, se cumplió con creces.

 

 


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