Agradecimiento del geólogo perdido en el Mallo

Por esas cosas de la vida que uno no comprende, por querer conocer algo más de las rocas del cerro Mallo, emprendí una larga caminata que terminó con un resbalón y una caída desde lo alto, y que me llevó directamente al agua de una cascada en el cañadón del río Quechuquina.
En ese resalto del río viví cinco días de mi vida de una forma muy particular, lejos de lo cotidiano, sin fuego, sin luz, ni alimentos, en un mundo muy limitado, que me invitaba a vivir siempre que el amor de mi alma lo permitiera. Solo, acompañado de mis recuerdos que me alentaban a seguir luchando por mi vida, mi esposa, mis viejos y muchos otros que tanto quiero, minuto a minuto, hora a hora, fueron pasando los días. La tristeza y la soledad se presentaron varias veces como así también la alegría. También fueron pasando las noches largas, frías y húmedas, pero en compañía de la luna y miles de estrellas que iluminaban mis pensamientos acerca del universo y de nuestra existencia en él; ellas me guiaron como a un marinero en el medio del océano.
Tuve la oportunidad de poder entender que durante las noches todo sigue igual, que la oscuridad no existe, que la vida continúa sin detenerse, y que la luz, que viene repartida desde lejos a través de tantas estrellas, le da vida a todo, insectos, animales, todo brilla, e incluso muchas rocas parecen cobrar vida convirtiéndose en dibujos únicos que sorprenden hasta a los ojos de un geólogo.
Hoy puedo decir que tuve la fortuna de haber pasado por semejante experiencia, y de poder contarla a aquellos que me escuchan.
También tuve la fortuna de confirmar lo que siempre pensé: que la gente es solidaria, y que las personas de bien están entre nosotros.
Mucha gente salió a buscarme sólo con un fin: el de salvar mi vida. Con gran esfuerzo y total dedicación fueron allá arriba, al cerro Mallo, a luchar por un semejante a quien no conocían. La naturaleza y el instinto de esa gente me permitieron estar otra vez aquí junto a ustedes.
Por eso en esta humilde nota quisiera destacar la gran colaboración de todos ellos, miembros de Gendarmería Nacional (Escuadrón 33 SMA), el Ejército Argentino (Regimiento de Caballería de Montaña 4), Parques Nacionales, y el Hospital Ramón Carrillo.
En mi recuerdo todos ellos están representados por aquellos cinco hombres vestidos de ángeles, que bajaron hacia mí a través del bosque denso que estaba por encima del cañadón, para rescatarme luego de cinco días. Nunca voy a olvidar el momento en que escuché sus voces; al principio dudé, pensé que de nuevo la naturaleza me hacía trampa enseñándome sonidos nuevos. A pesar de eso grité, y sí, ellos aparecieron, eran de mi misma especie, venían a buscarme para que volviese a casa. Ellos habían puesto mi vida en valor, son héroes de la vida, y hoy tengo la obligación de decirles a sus hijos y amigos que ellos fueron quienes me permitieron volver a nacer, volver a abrazar a mi esposa, a mis viejos, a mi familia y mis amigos.
Los héroes trabajan de gendarmes y se llaman Eduardo Chamorro (Sargento 1ro), Luis Franco (Cabo 1ro), Leonardo González (Alférez), Raúl Darío González (Sargento) y Raúl Jara (Suboficial Primero).
Todos los días por la mañana cuando despierto, le agradezco a Dios por ellos, y por estar entre ustedes.

Leonardo Escosteguy
Geólogo
DNI 17.682.979

 


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