Datos y especulaciones para conocer el origen de los restos óseos rescatados

 
 
Restos óseos encontrados en las Bodegas del Añelo.
Dos semanas atrás en las Bodegas del Añelo fueron encontrados elementos arqueológicos. Algunos datos históricos pueden esclarecer varios puntos.


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La investigación periodística nos llevó a conocer elementos históricos
contundentes que remontan el hallazgo a la zona ubicada entre el
Fortín del Añelo y el Fortín Tratayén.

Neuquén > Los restos óseos encontrados entre las viñas de la Bodega del Añelo abrieron un abanico de preguntas acerca del origen y de las causas por las que, guardado entre las arenas de los médanos, permaneció a 40 centímetros bajo tierra por algo más de una centuria.

Datos y enigmas
Algunos datos fueron corroborados con la antropóloga Claudia Della Negra, perteneciente al área de Patrimonio Histórico de la Secretaría de Cultura de la provincia.
En esa ocasión se observó la talla perteneciente a un individuo de baja estatura; la morfología del hueso ilíaco indicativo del sexo. También los maxilares con la dentadura completa para un individuo entrado en la adolescencia.
Y dos elementos que pueden aportar datos acerca del origen del individuo: cuatro botones de uniforme militar, uno de ellos con restos de tela; manchas de óxido producidas por éstos sobre las clavículas, el maxilar inferior y las vértebras cervicales y, por último, algo que se presume sería la punta de la vaina de un sable.
Todos estos elementos conducen a una simple conclusión: presumiblemente los restos óseos pertenecieron a un aspirante del Ejército en años de la conquista del desierto.

Fortines
Las Bodegas del Añelo se encuentran en un lugar aledaño a lo que fue el Fortín Tratayén. En el libro “Fortines del Desierto”, del historiador Juan Mario Raone, se cita a esta avanzada del Ejército con abundancia de datos para acompañar la investigación sobre los restos encontrados.
“La aclaración del porqué de su nombre –dice Raone en su libro- la encontramos en el informe suministrado por Oliveros Escola, al confeccionar el Diario de Marcha del General Conrado Villegas, entre los años 1882 y 1883, que se transcribe en el apartado siguiente.
“Ubicación y topografía del lugar: El fortín, colocado en la costa del río, foseado y protegido de palo a pique, se halla guarecido por un oficial y diez individuos de tropa”. Éste es un dato que puede convertirse en el eslabón perdido ya que dentro de estos diez individuos podría encontrarse el joven cuyos restos fueron hallados en Bodega del Añelo. Los detalles referidos a Tratayén continúan en “Fortines del Desierto”: “Veinte cuadras al flanco derecho está el paso del mismo nombre. Tratayén tiene una colocación estratégica en una garganta, ya que el significado del nombre es “estrechadura”, lo que permite que los indios no pasen sin ser vistos o escuchados.”
El pie de las laderas por el Norte pasa 350 metros distante del fortín y por el Sur toca las orillas del Neuquén, correntoso afluente del Negro. Media legua más acá de Tratayén, se ven en el camino dos moles de piedra roja que semejan “pilares” y están equilibradas siendo sus volúmenes desiguales. Uno es triple del otro con una forma trapezoidal.” En la actualidad esas columnas son llamadas –acota Raone en su texto- “Los Monigotes” y pueden ser apreciadas a corta distancia de la Ruta Provincial Nº 7.”
“El Fortín Tratayén cubría el paso del mismo nombre y efectuaba el servicio desde la zona de Añelo hasta la del Fortín Chañar y cuando éste y los Fortines Vidal, Vanguardia y Mangrullo fueron levantados para agregar su personal a las columnas expedicionarias, debía servir hasta Paso de los Indios y el Limay o Confluencia” -indica el historiador Juan Mario Raone en el Tomo III de Fortines del Desierto-.
“Posiblemente -indica Raone- este fortín haya sido construido a fines de 1881 aunque no figura en la documentación publicada por Manuel de Olascoaga ni se hace referencia de él en la Campaña de ese año. De cualquier forma figura en el mapa confeccionado por Numa Mayer para el Correo Argentino en el año 1882.”
En otro apartado de volumen, Raone indica: “El fortín fue puesto telegráfico usado por las tropas. Por allí pasó el General Conrado Villegas con su comisión llegando allí el 26 de noviembre de 1883 y partiendo al día siguiente a la madrugada. Fue utilizado también en 1884 como posta y telégrafo por el Vicario del Ejército, Monseñor Antonio Espinosa, quien en su diario dejó constancia de un hecho interesante.
Escribió monseñor Espinosa: “A las 5 llegamos al Fortín Tratayén. Anduvimos doce leguas. En el camino nos encontramos con el Cacique Namuncurá. Lo llevaban al Fuerte General Roca, ya sometido”.
No hay indicios del Fortín en la actualidad -indica Raone- presumiblemente fue arrasado por las grandes inundaciones, especialmente la de 1899.”

Investigación
Para los investigadores del caso, éste es un dato interesante porque puede presumiblemente indicar que los restos hallados en las Bodegas del Añelo pertenezcan a un aspirante del Ejército que murió ahogado durante las inundaciones que arrasaron el Fortín.
Sin embargo, hay un dato de los restos rescatados por los antropólogos de la Dirección de Patrimonio Histórico. Al cráneo encontrado le faltan huesos en la sección derecha.
Consultado el historiador Juan Mario Raone, estimó que podría tratarse también de una muerte producida por un “bolaso”por acción de boleadoras tiradas durante un ataque ya que la Campaña al Desierto fue una auténtica guerra.”
Continuando con la investigación de Juan Mario Raone sobre los Fortines destacados por el Ejército durante la lucha contra el indio, encontramos algunos detalles significativos:
“El Fortín Añelo (cuyo significado es Paraje del Muerto) fue asediado por el cacique Cumilao, de la tribu de Namuncurá y su indiada. Napoleón Uriburu, comandante en jefe de la IV División Expedicionaria al Río Negro, recibió el parte del comandante Justo Aguilar que, entre otros conceptos, indica: “Entre los prisioneros he tomado al segundo de Namuncurá, el cacique Cumilao. Estos prisioneros los he tomado como a trece leguas al Norte de este campamento. Algunos pocos se me han escapado; van rumbeando siempre al Norte, hacia el Río Grande o Colorado».
En referencia al segundo combate del Bajo del Añelo, Raone transcribe el parte oficial. Entre otros datos importantes que consigna, transcribimos el siguiente: “En la mañana del 13 de julio a seis leguas de camino encontramos el grueso de la indiada que a la vista de nuestra vanguardia (con diez hombres de tropa), se preparó para la pelea, trayendo tres ataques consecutivos en los que fueron rechazados y castigados en su empeño. Apresurada la marcha por el resto de la fuerza, avisada ya por el tiroteo, los indios, en número de treinta y cinco , a nuestra presencia, emprendieron la fuga encabezados por el cacique Baigorrita, los que, perseguidos con tenaz empeño, sólo pudieron escapar por el cansancio de nuestros caballos, aniquilados por lo rudo de la marcha y escabrosidades del camino. Dieciocho indios de lanza muertos sobre el mismo terreno en buena pelea, ciento cincuenta prisioneros entre lanzas, chusma y cautivos rescatados, nueve vacas y setenta caballos tomados fue el fruto de este encuentro”.
Estos son los partes de dos de los combates entablados por los soldados argentinos, pero existieron muchos más ya que la indiada asediaba constantemente los Fortines durante la guerra por la posesión de las tierras y su integración a la República.
Al igual que los restos encontrados, miles descansan a la vera del río Neuquén.

Tiñeron con sangre el territorio

A principios de 1881 se inició la última etapa de la campaña. Se movilizaron 1.700 hombres bajo las órdenes de Villegas.

Neuquén > La campaña de Villegas había expandido la frontera en 1882 a toda la provincia de Neuquén, defendida por 15 nuevos fortines y fuertes: 364 indígenas más habían sido muertos y más de 1.700 fueron prisioneros.
En Mayo de 1883 Villegas informaba: «En el territorio comprendido entre los ríos Neuquén, Limay, Cordillera de los Andes y Lago Nahuel Huapi; no ha quedado un solo indio, todos han sido arrojados a occidente.(...) Al sur del río Limay, quedan los restos de la tribu del Cacique Shayhueque.
En 1884 el entonces gobernador de la Patagonia general Wintter dispuso el ataque final contra Shayhueque e Inacayal. En ese entonces, Namuncurá, extenuado, se había rendido con 330 de sus hombres.
Los caciques, reunidos en parlamento, intentaron organizar una defensa desesperada. Provistos de armas de fuego fueron al combate con el compromiso de pelear hasta morir.
Agotado y desmoralizado, Shayhueque se entregó el 1 de enero de 1885 con más de 3000 hombres.
Muchos indígenas murieron en combate y los restantes lucharon la última batalla el 18 de octubre de 1884: aquel día, Inacayal y Foyel se enfrentaron al teniente Insay y cayeron prisioneros. Junto con sus hermanos, mujeres e hijos, ambos caciques fueron llevados, en 1886, a vivir al Museo de la Plata. El Perito Francisco P. Moreno, fundador de la institución, intentó de esta manera retribuirles su hospitalidad.

Bravíos caciques

Tierra adentro era la denominación que el «hombre blanco» le dio
al territorio del indio.

Neuquén > Mapuches, Pehuenches, Ranqueles, Voroganos (provenientes de Chile) y Tehuelches septentrionales atacaban en malones cada vez mejor organizados.
Chocorí al mando de los Mapuches, fue el principal enemigo que debió enfrentar Rosas en la primera Campaña al Desierto. Lucio, Juan Manuel Cachul, Juan Catriel con sus hijos Cipriano, Juan José y Marcelino todos tehuelches, estaban al norte cerca de la localidad de Azul.
Al sur del Río Negro, los Tehuelches no participaban de los malones. Otra de las comunidades, la de los Ranqueles (de origen Tehuelche araucanizado) tenían sus tolderías en el interior de La Pampa, el sur de Córdoba, San Luis y el oeste de Buenos Aires. Yanquetruz fue uno de los caciques más bravíos, como así también el ranquel Baigorrita. Los Pehuenches controlaban los pasos cordilleranos neuquinos, cumpliendo una función de intermediarios en el comercio de ganado. Calfucurá (Piedra Azul) sometió a los Voroganos originarios de Chile. A partir de ese momento, se convirtió en el más grande Jefe Indígena de la Argentina. Caciques y capitanejos estaban a sus órdenes. Calfucurá, no sólo era un gran estratega en las artes de combate sino también un gran negociador.

 

 


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