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Por LAURA E. ROTUNDO
Mercedes Marcó del Pont es licenciada en Economía y
directora -desde 1991- de la Fundación de Investigaciones para
el Desarrollo (Fide). En diálogo con La Mañana de Neuquén,
la integrante del Plan Fénix -desde 2001- habló de la
inflación, del panorama post-canje y de la importancia de disminuir
el trabajo en negro para erradicar la pobreza.
¿Cómo observa el panorama económico
en lo que va de 2005?
La economía argentina cierra el primer trimestre del año
evidenciando una situación paradojal. A pesar de haber alcanzado
un exitoso resultado en el proceso de canje de su deuda en default
y de exhibir indicadores macroeconómicos que dan continuidad
a la buena performance con que culminó 2004 -esto es: fuerte
crecimiento del PBI, progresos en las exportaciones, superávits
fiscales que superan todos los pronósticos, entre otros-, la
atmósfera económica se encuentra enrarecida.
A esta situación contribuyen, no sólo la persistencia
de ciertas tensiones inflacionarias, sino también la renovada
presión ejercida por la comunidad financiera internacional
(con el FMI a la cabeza) para que Argentina implemente rápidamente
algún mecanismo que resuelva la situación de los holdouts.
¿En qué temas cree que debería focalizarse
el gobierno -más precisamente el Ministerio de Economía-
para consolidar el crecimiento en lo que resta del año y seguir
reduciendo el desempleo?
La agenda del gobierno post-canje debería abordar prioritariamente
la necesidad de avanzar en el proceso de industrialización
y de mejora en la distribución del ingreso. Se trata de dos
condiciones ineludibles para tornar viable un proceso de desarrollo
económico con equidad.
En este marco, el fortalecimiento y la articulación del mercado
interno constituye la plataforma a partir de la cual desenvolver una
virtuosa política de inserción exportadora.
Es necesario que se implementen políticas dirigidas a desandar
el profundo proceso de concentración de la riqueza -entre personas,
empresas y regiones- que se ha ido consolidando en las últimas
décadas. Dentro de esta estrategia, la generación de
empleo decente debe volver a ocupar un papel central, y no continuar
desempeñando un rol subordinado respecto a otros objetivos
macroeconómicos, como todavía ocurre.
¿Y qué condiciones deberían cumplirse
para que la inversión se sostenga en niveles necesarios, que
permita un período prolongado de crecimiento?
Primero, debe existir el plan de desarrollo que marque las líneas
centrales a partir de las cuales deben articularse las políticas
macroeconómicas, de ingresos y sectoriales. Esta es todavía
una asignatura pendiente del actual gobierno. Y en esta definición
estratégica, debe partirse de un buen diagnóstico acerca
de lo que está ocurriendo con la inversión multinacional
ya que puede ser fatal descansar en la inversión externa como
núcleo de la acumulación y la industrialización.
Bienvenida sea la inversión externa pero no puede desconocerse
que el destino privilegiado no es América Latina y lo que viene
a la región se localiza fundamentalmente en Brasil. Asimismo,
muchas empresas multinacionales tienen restricciones claras impuestas
por la casa matriz para generar proveedores locales o diversificar
exportaciones.
Conocer estos datos objetivos es necesario, para plantearse una política
destinada a generar una burguesía industrial, un entramado
dinámico y moderno de empresas PyMES en condiciones de desenvolverse
si se les brinda el apoyo adecuado no sólo en términos
de financiamiento, sino también de regulación en el
abastecimiento de insumos difundidos (oferta fuertemente oligopolizada),
asistencia técnica, articulación con las cadenas aguas
arriba y abajo, búsqueda de mercados.
¿Qué papel juega el tipo de cambio en la estrategia
económica oficial?
La vigencia de un tipo de cambio real alto es condición necesaria
para tornar viable un proyecto de reindustrialización. Los
que recomiendan dejar apreciar el peso como instrumento antiinflacionario
en realidad están pugnando por volver a un esquema que favorezca
la valorización del capital en la esfera financiera y no en
la producción.
Un tipo de cambio en descenso, sólo favorecería a la
especulación financiera y dada la elevada inflexibilidad a
la baja que exhiben los precios internos respecto a la baja del tipo
de cambio -la realidad argentina lo ha demostrado palmariamente- tendría
efecto nulo sobre la inflación.
¿Qué modificaría del actual sistema
impositivo y qué piensa sobre el papel que juegan los impuestos
en la división del ingreso?
El perfil tributario de un país constituye un condicionante
decisivo del patrón de distribución de la riqueza.
En ese sentido, Argentina continúa exhibiendo una estructura
tributaria fuertemente regresiva, sustentada esencialmente en los
impuestos directos al consumo. Si de impuestos distorsivos se habla,
el IVA del 21 por ciento vigente para prácticamente la totalidad
de los consumos populares se lleva todas las palmas.
La aplicación de las retenciones a la exportación ha
constituido una vía para reducir a la salida de la convertibilidad
el impacto muy regresivo generado post-devaluación, ya que
al tiempo que permitió apropiarse de parte de los excedentes
extraordinarios generados en los sectores productores de materias
primas y sus derivados, también contribuyó -tardíamente-
a neutralizar parte del impacto inflacionario provocado con la devaluación.
La discusión acerca de la nueva estructura tributaria que constituya
realmente un instrumento activo de la política redistributiva,
todavía está pendiente.
Se debería replantear la política tributaria a partir
de lineamientos dirigidos a lograr solvencia y equidad fiscal y al
mismo tiempo, a estimular la inversión reproductiva.
La búsqueda de mayor progresividad debe orientarse a gravar
en función de la capacidad contributiva real de las personas
y empresas, revisar las exenciones todavía vigentes en el impuesto
a las ganancias, por ejemplo gravando todas las formas de renta financiera.
Respecto a la coparticipación federal de impuestos
-por la que se discute tanto-, ¿considera que debe realizarse
alguna modificación o cree que este tema no es tan importante
como para que se resuelva en un corto plazo?
Precisamente porque el tema de la coparticipación federal es
tan importante no debe resolverse su modificación entre gallos
y medianoches, menos aún a partir de las recomendaciones del
FMI cuyo único norte es disciplinar las finanzas provinciales.
Este reconocimiento no implica advertir sobre la mora que muestra
la discusión seria de la situación de financiamiento
de las economías del interior del país, la necesidad
de que tengan autonomía en lo que hace a la recolección
de impuestos, las distorsiones que genera el uso feudal de los recursos
en ciertos gobiernos provinciales, la articulación nación-provincias
de los objetivos y políticas en áreas prioritarias como
salud y educación, entre otros tantos temas.
¿Cree que el oficialismo está trabajando correctamente
con la inflación? ¿Qué alternativa propondría
o cómo optimizaría las medidas tomadas por el Gobierno?
La evidencia de que los precios vienen creciendo por encima de lo
esperado, ya que solo en el primer trimestre aumentarían un
3,5 por ciento en relación a igual lapso del año anterior,
constituye uno de los hechos que más preocupan en la actualidad.
Ahora bien, reconocer la importancia de este tema no significa ignorar
que, a diferencia del pasado, hoy por hoy no se verifican condiciones
objetivas que alerten sobre la ocurrencia de un proceso de aceleración
inflacionaria.
Esta situación, sin embargo, es omitida por los sectores más
ortodoxos de Argentina (y del exterior) que a partir de agitar el
espantajo de la inflación, aprovechan para tratar de imponer
una nueva agenda para la política económica, colocando
el eje en la necesidad de enfriar la economía quitándole
vigor al crecimiento de la demanda para lo cual vuelven a echar mano
del poco novedoso y tan fracasado herramental “estabilizador”:
aumentar las tasas de interés, achicar el gasto público,
disciplinar el salario y, una vez más, dejar apreciar el peso.
Las presiones inflacionarias no se originan por el lado de la demanda
(la base monetaria creció menos que el producto, el costo laboral
continúa muy rezagado, el sector público registra superávits
crecientes) sino esencialmente por problemas de la oferta.
Argentina asiste actualmente a un reacomodamiento en sus precios relativos
que por una parte, refleja como se ha consolidado la nueva correlación
de sectores ganadores -tanto la producción agropecuaria como
la manufacturera y la construcción-, que se registra en la
economía debido a la subsistencia de un tipo de cambio real
alto.
Pero también manifiesta el elevado grado de concentración
y poder monopólico que caracteriza a la estructura de producción
y distribución de bienes argentina. Son evidentes, en ese sentido,
la presencia de rigideces en la oferta en temas centrales tales como
la energía, transporte, industrias básicas, entre otros
sectores. Cambiar esa situación, lleva tiempo ya que la maduración
de las inversiones en esos terrenos es generalmente larga.
Es fundamental, en consecuencia, que en este tema el gobierno no equivoque
el diagnóstico, tanto para evitar asumir decisiones que enfríen
innecesariamente la economía, como para no dilatar la adopción
de medidas orientadas a remover los cuellos de botella que, por el
lado de la oferta, condicionan la posibilidad de sostener un vigoroso
proceso de crecimiento, sin alentar presiones inflacionarias.
No menos importante resulta estimular el desarrollo y diversificación
de las inversiones en los sectores básicos. Cierto es que el
telón de fondo de las actuales tensiones inflacionarias es
la “puja distributiva”.
En una economía tan concentrada y oligopolizada como la argentina
las condiciones están dadas para que la parte del león
del crecimiento continúe siendo apropiada por un segmento minoritario
de empresas y personas. La inercia de esta situación lejos
estará de conducir a una más equitativa distribución
de la producción y de los ingresos, ni de garantizar un más
equilibrado desarrollo de los diversos subsistemas económicos.
¿Consideraría convenientes que se den eventuales
aumentos salariales por decreto o piensa que esto debería negociarse
entre sindicatos y empresarios?
El 80 por ciento de la recuperación experimentada por el salario
desde la salida de la convertibilidad hasta ahora se originó
en los aumentos por decreto implementados por el gobierno.
En una situación de híperdesocupación y precarización
laboral, como la que todavía rige en Argentina, el mercado
no garantiza ni mucho menos una distribución justa de los frutos
del crecimiento. Pienso que el Estado debe continuar arbitrando a
favor de la recomposición de los salarios, buscando mecanismos
para que las mejoras se extiendan a casi la mitad de los trabajadores
que están en negro.
Se está frente a una decisión estratégica: utilizar
nuevamente a los salarios como instrumento para forzar la competitividad
del sector privado o se recupera la concepción del salario
como factor decisivo en la ampliación y dinámica del
mercado interno.
En una realidad donde millones de nuestros compatriotas están
en situación de subconsumo, no puede aceptarse el argumento
de que no hay espacio para mejorar salarios por su impacto inflacionario.
La competitividad argentina debe sustentarse en otros pilares que
no sean la explotación del trabajo y para ello, se requiere
de políticas articuladas dirigidas a generar un contexto de
competitividad sistémica, sustentada en la disponibilidad de
insumos difundidos en condiciones competitivas, acceso al financiamiento
a tasas consistentes con la rentabilidad esperada de la inversión,
desarrollo de los recursos humanos, incentivos para la incorporación
de innovaciones, entre otros.
¿Qué beneficios trae la salida del default
y cuál cree que será la relación entre nuestro
país y los organismos internacionales de crédito, de
ahora en más?
Lo ocurrido con la aceptación del canje de los bonos externos
en default es particularmente interesante y con escasos precedentes.
En otros casos de renegociación exitosa, los acreedores se
han visto obligados a aceptar un fuerte corte en el principal, un
alargamiento en la maduración de préstamos o una reducción
de los intereses a pagar, en el caso argentino, se verifica que en
esta oportunidad el gobierno logró las tres cosas y además
no aportó dinero fresco ni contó con el apoyo del FMI.
Puede tratarse de un ejemplo a seguir por otros países endeudados
del planeta y no cabe descartar que esto constituya una de las explicaciones
de las fuertes presiones aparecidas al día siguiente del canje,
porque Argentina resolviera inmediatamente la situación de
los que habían quedado fuera, al punto tal que mediáticamente
se logró opacar los excelentes resultados alcanzados en la
reestructuración.
Al elevado nivel de aceptación se le suma el importante cambio
operado en la estructura del endeudamiento ya que el 44 por ciento
de la nueva deuda es en pesos y el 50 por ciento se encuentra bajo
legislación argentina.
El FMI, lejos de realizar una mínima autocrítica respecto
a su, una vez más, errado diagnóstico acerca del futuro
del canje de la deuda argentina, recibió al Ministro de Economía
-Roberto Lavagna- con gran frialdad y volvió a modificar el
listado de sus exigencias para establecer un nuevo acuerdo con Argentina,
pretendiendo ahora que se reabra de inmediato la oferta a los acreedores,
pero además sugiriendo medidas de ajuste para conjurar las
presiones inflacionarias.
Argentina tiene mucho que aprender de su pasado reciente, que muestra
con toda claridad que se pudo crecer, generar empleo, renegociar la
deuda, entre otros, haciendo exactamente lo contrario de lo que recomendaba
el FMI.
La negociación con dicho organismo no va a ser fácil,
ya que -como mencioné- Argentina es un mal ejemplo en el concierto
de países con programas con el FMI. Si los condicionamientos
que pretende imponer el FMI se contradicen con los objetivos de consolidar
el actual proceso de crecimiento -en un marco de mayor equidad- el
gobierno argentino siempre tiene la carta de negociación de
suspender los pagos.
La larga historia del endeudamiento argentino dista de estar concluida
y no se debe cantar victoria prematuramente, ya que será una
carga a soportar por muchas generaciones de argentinos. Pero es necesario
asumir las responsabilidades por lo ocurrido para evitar la recaída
en errores del pasado.
Lo cierto es que Argentina cayó en un default de tal magnitud
(verdadero récord mundial) como consecuencia de la obstinada
persistencia en la convertibilidad con tipo de cambio fijo pegado
al dólar, mientras el desequilibrio fiscal y de balance de
pagos no dejaban de crecer. Todo ello ocurría en un marco de
insensata auto indulgencia financiera que fue avalada por el FMI hasta
las últimas instancias.
Por último, ¿cuál cree que sería
la medida crucial a tomar por el Gobierno para trabajar fuertemente
en la erradicación de la pobreza?
El gobierno tendría que actuar con mucho rigor en
los sectores formadores de precios para evitar que se continúen
encareciendo indiscriminadamente los consumos de los sectores de menores
ingresos.
Pero además, debería avanzarse en políticas de
ingresos dirigidas a atender también la situación de
los trabajadores en negro, entre otras cosas generalizando el seguro
de desempleo a los trabajadores fuera del sistema de jubilaciones.
La suba del salario mínimo y la política de recomposición
de las jubilaciones van en igual sentido. Estas no son medidas “populistas”
como desde la ortodoxia se las pretende descalificar sino que existen
condiciones objetivas en términos de excedente fiscal y márgenes
en el sector privado para tornarlas viables.
Por último, pero no menos importante, la urgencia por recolocar
al empleo de calidad en el centro de todas las políticas que
se están desenvolviendo deriva precisamente de la realidad
de que el trabajo bien pago constituye el punto de partida inevitable
para recomponer la condición salarial y erradicar la pobreza.
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