Por Horacio Serafini
Buenos Aires (Corresponsalía) > La lógica
dice que las vísperas tendrían que ser distintas, que
los ánimos deberían empezar a calmarse. Es que el 10
de diciembre habrán quedado definitivamente atrás los
temores propios de un gobierno con endeblez de origen por decisión
ajena. También parte de un pasado ya lejano será
la campaña con la que el Presidente, con una lógica
entendible, buscaba revertir aquella debilidad con un resultado
electoral contundentemente favorable, como el que al final consiguió
el 23 de octubre.
Nada, sin embargo, presagia calmas. Durante el mes postelectoral
Néstor Kirchner, por el contrario, se ha reconfirmado en su
estilo arrollador, que en su versión menos belicosa consiste
en «golpear primero a la cabeza, y después negociar»,
al decir de uno de sus más próximos y antiguos operadores.
Pero esa táctica, aunque pueda parecer que no, deja heridas
y resquemores.
En el Congreso
Lo sucedido esta semana en Diputados ha sido elocuente en ese sentido.
Ningún indicio permite augurar que el Gobierno carecerá
finalmente de la anhelada mayoría propia en Diputados, aunque
tendrá tanta dinámica como su propia composición;
a veces será en alianza del bloque PJ-Frente para la Victoria
con el ex duhaldismo, otras con radicales que responden a los gobernadores
asociados a la Casa Rosada.
Pero la forma en que se decidieron las que serán las autoridades
de los diputados desde el 10 de diciembre dejó secuelas. Al
mismo tiempo que define de manera elocuente el celo gubernamental
por tener todo bajo férreo control. A la ya previsible presidencia
del bonaerense Alberto Balestrini, Kirchner le colocó de vice
a la cordobesa Patricia Vaca Narvaja, que será una
suerte de comisaria política en ese lugar clave.
Menos previsible, en cambio, era el santafesino Agustín Rossi
para la jefatura del bloque oficialista. Su designación lesionó
las pretensiones del más kirchnerista del cuadrunviratro que
sucedió en la conducción a José María
Díaz Bancalari cuando la ruptura con el duhaldismo, el rionegrino
Osvaldo Nemirovsci. También a otros de los «viejos»,
nombre que se les ha dado a los oficialistas que son legisladores
desde antes de la elección de octubre, como el misionero Juan
Irrazábal, que frustrada su pretensión de ser jefe del
bloque, aspiró sin suerte a ser su secretario parlamentario.
La reunión de presentaciones de los «viejos» y
los «nuevos», la noche del miércoles, terminó
en medio de alguna tensión cuando se preveía cordial.
«Yo fui designado por el dedo», tuvo que reconocer Rossi,
ante el cuestionamiento de algunos de los «viejos». Un
comienzo poco feliz para el ex presidente del Concejo Deliberante
rosarino que tendrá que probar su capacidad en el armado y
desarmado de acuerdos para garantizarle al Gobierno la aprobación
de sus proyectos, en lo inmediato la prórroga de impuestos
clave para el Presupuesto 2006. Si bien para ese papel lo rodeó
de «tejedores» de fuste, como el bonaerense Julio Moreno
y el cordobés Carlos Caserio, Kirchner priorizó en la
designación de Rossi el próximo blanco en su objetivo
político de colocar a todo el justicialismo bajo su liderazgo:
Carlos Reutemann. Después de reducir a cenizas al duhaldismo
en el primer distrito, el santacruceño va ahora por Santa Fe,
el segundo. El tercer distrito, Córdoba, es un caso diferente.
Empresarios
También los empresarios recibieron las andanadas furibundas
del Presidente. Primero fue el «cartel» de los concesionarios
de los servicios ferroviarios a los que amenazó con tenerlos
a raya por el incumplimiento de sus compromisos de inversión.
Y después los supermercadistas, supuestos únicos responsables,
según la óptica presidencial, de la inflación
que no ceja: el 1,8% de aumento de los precios de los alimentos determinará
que la inflación sea este mes de 1,1%, y que al final del año
esté más cerca del 12 que del 11 previsto últimamente
por el Gobierno.
Dureza
La dureza de la imputación presidencial traduce al mismo tiempo
la debilidad de la estrategia gubernamental que no acierta en cómo
poner bajo control a la inflación. También esta semana
el Presidente, después de una reunión con el ministro
de Economía, Roberto Lavagna, prometió hacerlo con «medidas
heterodoxas»: Queda por ver si la acusación de comportamiento
«cartelizado» de las principales cadenas de supermercados
es el primer paso en esa política, y cuáles serán
los siguientes. Por lo pronto la carga presidencial, aunque de ambos
lados se haya apelado a rápidos cauterizadores, ha dejado heridas
y cierto aire de guerrita entre los grandes empresarios convocados
por Idea.
Pasó lo mismo entre las grandes empresas constructoras a cargo
de las obras públicas, también a raíz de la acusación
de «cartel», esta vez de boca de Lavagna. El sorpresivo
embate del ministro cayó como una bomba en la Rosada, que de
inmediato mandó a apagar la mecha antes de que detonara el
titular de Planificación, Julio De Vido, principal implicado
en la denuncia de Lavagna. De Vido hizo silencio por orden presidencial.
Razones
Nadie en la Rosada encuentra razones de la irrupción de Lavagna,
aunque sí especulaciones. Habría buscado marcar distancias,
dicen las fuentes, las mismas que, sin embargo, descartan de plano
un deterioro de su relación con Kirchner. Y en ese sentido
insisten en recordar las reuniones de estos días en las que
ambos definieron políticas a seguir sobre la inflación
y la pronta negociación a abrir con el FMI. De allí
que Lavagna no esté en la lista de los ministros a remplazar
como parte de los cambios en su gabinete que el Presidente anunciará
mañana lunes o el martes, donde, salvo Relaciones Exteriores,
los otros dos (Defensa y Desarrollo Social) serán para «nuevos»
kirchneristas, aunque hayan tenido juego importante desde mayo de
2003.
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