Bagdad (dpa) > Cuando el
derrocado Saddam Hussein se siente mañana por segunda vez en
el banquillo de los acusados, comenzará la audición de
los testigos. Durante cuatro días, a éstos se les preguntará
por la ejecución de 143 hombres de la ciudad Dujail en el ano
1982, ordenada por Saddam después de que chiitas tratasen de
matarlo en un atentado.
Pero no todos los que en aquel entonces vieron con sus propios ojos
cómo el dictador dirigía su ira contra los habitantes
de la pequeña ciudad quieren hablar. Algunos callan por miedo
a ser asesinados después por simpatizantes del ex presidente
iraquí.
Su miedo está tan justificado como el de los abogados que defienden
a Saddam y a los siete coacusados que se sientan con él en el
banquillo.
Dos miembros del equipo defensor ya fueron asesinados por desconocidos
tras el primer día de proceso, el 19 de octubre. Un tercer letrado
resultó herido y huyó con su familia al extranjero. Incluso
cuatro de los cinco jueces del proceso se han encargado de que su cara
no aparezca en las imágenes de televisión que se emitan
desde la sala, al temer por su vida.
Hasta el momento se desconoce quién está detrás
de los ataques contra los abogados. Pero lo más probable es que
se trate de víctimas del régimen derrocado que quieren
vengarse de forma sangrienta de sus antiguos torturadores. Y como no
pueden llegar a ellos, mataron a sus defensores. El proceso judicial
contra Saddam Hussein se convierte de esta forma en un reflejo de la
sociedad de posguerra.