Por HERNÁN GIL
Neuquén > En 2001, el estadounidense Chris
Columbus comenzó a construir el relato audiovisual del éxito
literario de J.K.Rowling, la escritora que hizo nacer el mega suceso
del mago en un pequeño café de Edimburgo desde un pequeño
rincón prestado. Por aquel entonces, el mago era apenas un
niño que comenzaba a descubrir sus poderes en comunión
de sus amigos.
Fue el propio Columbus quien llevó también el liderazgo
de la segunda parte («Harry Potter y la Cámara Secreta»),
aún con la misma esencia. Pero fue entonces cuando la saga
cambió. La llegada del mexicano Alfonso Cuarón le agregó
realmente oscuridad a la historia de Potter. Fue Cuarón el
que le dio un giro a una historia que dejó de ser de niños
y fue Newell el que le quitó tal atributo.
Un cúmulo de voces sostiene el estandarte de que la llegada
del británico Newell (el director de esta cuarta parte y el
realizador de la recordadada «Cuatro bodas y un funeral»)
le aportó la verdadera oscuridad a la saga. Pero...
Cuarón tomó la saga con un Potter (no adolescente) sacudido
y shockeado por su enfrentamiento con el poderoso prisionero de la
cárcel de Azkabán. Newell la tomó con el reencuentro
de Potter (ya adolescente) con el hombre que mató a su familia
y marcó su vida para siempre: Lord Voldemort.
Pero Newell lo desaprovecha totalmente. La película navega
durante minutos y minutos sin aportar demasiados datos al ansiado
encuentro. Pero lejos de ser un recurso, se transforma en un contrasentido
para los pocos segundos de la escena en que Potter y Voldemort se
encuentran finalmente. El pobre de Ralph Fiennes alcanza a brillar
aún cuando se parece hacer todo lo posible para que no lo logre.
La cuarta película de la saga ofrece interesantes despliegues
visuales (el campeonato de Quidditch es impresionante) pero cae notablemente
en la fuerza de su historia. No porque el libro original no la tenga.
El guión y la realización de la historia no potencian
sus subtrama, que quedan, en muchos casos, perdidas y vanalizadas.
La corrección y profesionalismo de Newell no dejan dudas. Pero
no alcanza. Suena a muy poco.
Al final, la ironía le cae como un golpe directo a Newell:
el primer británico que toma esta historia netamente británica,
es el director que más flaquea en la saga.
Una película correcta, pero que defrauda las expectativas.
REGULAR
Director: Mike Newell
Guión: Steven Kloves (adaptación) y
J.K. Rowling (novela)
Idioma. Copia doblada al castellano y una copia subtitulada
Título Original: Harry Potter and the Goblet
of Fire
Género: Aventura-Fantasía.
País: Gran Bretaña-Estados Unidos.
Calificación: No apta para menores de 12 años
(deben ir acompañados por un adulto)
Duración: 157 minutos.
Elenco: Eric Sykes, Daniel Radcliffe, Emma Watson,
Rupert Grint, Stanislav Ianevski
Pearl Jam en Ferro
Uno de los mejores shows del año
Por ADRIÁN MOUJAN
Buenos Aires (Télam) > Los estadounidenses
de Pearl Jam concretaron el viernes por la noche el primero de sus
dos shows inaugurales en una histórica visita a la Argentina,
ante un colmado estadio de Ferro que disfrutó de un concierto
brillante, con momentos de furia, y calma, interpretado por una de
las mejores bandas del rock mundial. Puntualmente a las 21.15, la
banda subió al escenario y recibió la primera ovación
de la noche. Vedder, luciendo un look Jesús, con pelo apenas
por encima de los hombres y barba, descorchó una botella de
Luigi Bosca tinto y brindó a la salud del público para
arrancar el show con el tradicional «1, 2, 3, 4».
La canciones «Breakerfall» del álbum «Binaural»
(2000), «Corduroy» del disco «Vitalogy» (1994)
y «Do the evolution» del cd «Yield» (1998)
permitieron descubrir que los estadounidenses iban a jugar de local
porque la gente atronó Caballito con el «Do the evolution»
sorprendiendo a sus autores. Vedder abrió nuevamente la botella
de vino, bebió otro trago, y les pidió perdón
a los vecinos de Caballito porque «esta noche no podemos bajar
el volumen», y le dio paso a «Animal», canción
del disco «VS» (1993).
Más allá de que sus inicio estuvieron marcados por la
influencia de Led Zeppelin, Black Sabatth, la fuerza punk de los Ramones
y los Clash, a lo largo de los años los Pearl Jam
desplegaron su propio sonido a partir de su actitud melómana
en una búsqueda que en los últimos años los ha
llevado a recorrer el camino desandado por Neil Young.
Para «Even Flow», hit del iniciatico «Ten»
(1991), Ferro ya estaba del lado de Pearl Jam y a pesar de tratarse
de una canción vieja, la banda la tocó como si fuera
la primera vez en una actitud generosa hacia la gente, que cantó
cada línea, al punto tal que Vedder se aferró maravillado
al micrófono y disfrutó de esa actitud. A lo largo de
la noche y apoyado en la brillantez de McCready y Gossard, pero también
en la monolítica y talentosa base que constituyen Cameron y
Ament, el conjunto se entregó al show y al público de
manera generosa, sin demagogia, en una lección que
debería ser incluida en el Manual del Rockero Argentino para
que muchos artistas locales la imitaran.
A «Even Flow», la siguió «I am mine»
de la última producción «Riot Act (2002), y a
ésta «Once» de «Ten», y luego «Daughter»
de «VS», en los que la banda demostró su clase
y estilo para las sutilezas en canciones a medio tempo.
Para destacar la preciosa «Given To Fly», con la intervención
exquisita de McCready y el sorprendente trabajo de Gossard con un
dobro, y el aporte del pianista invitado Adam Kasper.
Ni que hablar de la voz de Vedder, que demostró encontrarse
10 puntos y que le aportó color a una canción en la
que la audiencia fue la estrella porque cantó toda la canción,
y finalizó con el «Oh, Oh» que cierra esa pieza,
mientras la banda iba apagando la canción lentamente, para
darle paso a otra ovación, y para que los músicos aplaudieran
a la audiencia. Para el primer bis, Vedder recordó que visitó
la Argentina hace siete años acompañando a los Ramones
y la gente lo interrumpió para corear el «Hey ho let’s
go» tradicional de la banda neoyorquina, apoyado por
el bombo de Cameron. Esto dio paso al clásico ramonero «I
believe in Miracles», en el que la participación de la
gente volvió a dejar a Vedder emocionado y extasiado, aferrado
a su micrófono mientras la audiencia se hacía cargo
del estribillo.
Tras casi dos horas de show, Pearl Jam mantuvo el clima caliente con
los clásicos «Blood» y «Alive», para
cerrar con la preciosa «Yellow Leadbetter» con las torres
lumínicas del estadio prendiéndose.
Con las luces encendidas fue como si se hubiera hecho de día,
la medianoche en Caballito cerró con McCready sacándole
más acordes a su guitarra mientras sus compañeros lo
esperaban silenciosamente un paso atrás para el abrazo final.
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