Una feria que perdió su esencia

 
 
Los cajones de tomate, lechuga y acelga, entre otras verduras, nunca faltan. .
Según estimaciones comunales, en el lugar participan más de 300 personas. En 2001 surgió para pasar la crisis, hoy se convirtió en un gran comercio.


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Se pueden vender y comprar los productos más insólitos, desde manijas levantavidrios de autos hasta una tarta de manzana.

Neuquén > Hugo se levantó a las cinco de la mañana junto a su mujer, ambos viven en el barrio Islas Malvinas, para poder conseguir un “puestito” (como él lo llama) en la esquina de Independencia y Argentina.
En ese lugar, antes de que empiecen a armar los puestos, lleguen los autos y camionetas de otras localidades a la Vuelta de Obligado. A medida que se inicia la jornada, cada espacio es utilizado para vender, comprar o permutar: “miel pura”, acelga, remolacha, lechuga, papas, naranjas, manzanas, entre otros, y una lista inimaginable de artículos y productos comerciales.

Carpas
Los que ya tienen años en la feria del trueque arman una carpa blanca que los protege de los rayos del sol y otros buscan la sombra de los árboles. En ese espacio casi no hay más lugar, cada centímetro se usa para mostrar lo que cada familia (estiman que unas 300 personas están todos los sábados en el lugar) tiene para «truequear», como lo llaman los que conocen el rubro.
Por los parlantes se escuchaban las diferentes ofertas que van desde la venta de una batería o un alternador hasta el cambio de un “Renault 18 con GNC por otro automóvil”. El ritmo del cuarteto se mezcla con la cumbia y los interesados consultan los precios en cada uno de los improvisados puestos.
Grandes, chicos, adolescentes caminan como pueden buscando algo para cambiar o comprar a un precio menor que en los negocios de la zona. En las nueve horas que dura la feria, todos muestran ropas, alimentos perecederos y no. “Es una situación que empezó en 2001, con los líos que se armaron aquella vez, empezamos a venir de a poco y ahora se convirtió en un lugar para poder conseguir lo que haga falta”, explicó Paula, ama de casa sin trabajo. Al igual que Paula, Fernando opinó que esto tiene la finalidad de un trueque. “Acá la gente viene con algo que no le sirve y se lleva un producto que necesita”. Sin embargo, alcanza con caminar unas horas por el lugar y darse cuenta de que del trueque sólo quedaron los recuerdos.

Chorizos
Los chorizos empiezan a cocinarse sobre una improvisada parrilla. Con el fuego encendido desde temprano y el carbón listo, el parrillero espera la llegada de los comensales.
En otro sector, un cartel invita “locro” (a pesar del calor) y en una de la carpas, el aceite hirviendo espera por las empanadas caseras que se cotizan a 50 centavos. Los más chicos se divierten subiendo y bajando del tobogán una y otra vez; mientras sus padres escuchan las distintas ofertas.
Osvaldo es uno de los tantos que, junto a su familia, encontró un lugar para “pelearla”: “Acá la gente viene y puede encontrar lo que quiera, es un trueque, yo vengo de Plottier y vendo huevos, frutilla y acelga, por ejemplo. Para mí es una forma de pasar estos tiempos”. En otro de los puestos hay zapatillas de todos los pares y colores, papel higiénico, botellas de aceite, esponjas y distintos artículos de limpieza y gaseosas, también esperan por una oferta. Desde el parlante, vuelve a escucharse la voz que esta vez dice: “Vendo 11 litros de pintura en buen estado, totalmente cerrada”. Contar los puestos no es sencillo, algunos improvisan mesas y otros directamente eligieron el piso como mostrador.
“Para nosotros esto es una forma de poder hacer algo, porque a nuestra edad no conseguimos trabajo en ningún lugar, quién nos va a dar trabajo a nuestra edad”, argumentó Juan, del barrio Marino Moreno, que ya pasó los cuarenta años. “Esto empezó en el 2001 cuando el país se fue al pozo, cuando no teníamos nada. Para la gente es una forma se seguir peleando”, agregó el vecino.
Por su parte, Aníbal caminó por el lugar con sus hijos y reconoció que “por ahí no es la mejor forma, pero sin dudas es una salida a una situación complicada”. Debajo de uno de los frondosos árboles, un corralito gastado guarda algunas blusas, sandalias y otras vestimentas para la mujer.

Balanzas
En los puestos de verduras, las amas de casa no sólo buscan el mejor precio sino la mejor calidad. «¿El tomate está lindo?» , preguntó la señora. La respuesta no se hizo esperar: «Recién llegó de la chacra, ¿Cuánto kilos le doy?» Las balanzas casi no descansan, pesan manzanas, acelga y todo tipo de verduras que desde temprano llegan en los cajones de madera.

Cubiertas
Un hombre camina con algunas cubiertas en sus brazos y esquiva la tela de color marrón que muestra cinco llaves inglesas, algunas coronas de bicicleta y destornilladores. Al lado, otro puesto tiene una infinidad de manijas levantavidrios de distintos autos y modelos. Así funciona la feria, un lugar donde hay de todo.

Una alternativa para juntar fondos

Son estudiantes de Enfermería, que ayer estuvieron en la feria para recolectar dinero y así viajar a Las Grutas para participar en un congreso.

Neuquén > La feria que se inició como trueque se convirtió con el correr de los sábados en un comercio de grandes dimensiones. “Nosotros es la primera vez que vinimos, estamos vendiendo tortas fritas, pizzas y empandas para poder juntar un poco de plata. “Queremos participar en un encuentro de enfermería en Las Grutas, como cuesta 40 pesos cada uno decidimos hacer esto para poder juntar más dinero y viajar todos”, comentó la estudiante. Ella estaba acompañada por siete de sus compañeros de curso. “En realidad, somos 21 los que tenemos ganas de ir, y estamos haciendo hasta lo imposible”, dijo uno de los chicos que también estudia esa carrera.
En la mesa casi no había más lugar para los recipientes que guardaban la comida elaborada por ellos mismo. “Por suerte se vendió bien, vamos a ver qué pasa durante la tarde”, concluyó la alumna.
En otros puestos se vendían porciones de tarta de manzana, pastafrola de membrillo, dulce de batata y los infaltables pastelitos para acompañar unos buenos mates.

El municipio busca una solución

Desde 2001, los clubes del trueque fueron una salida a la crisis. Desde la comuna reconocen que son un comercio. Quieren regularizar la situación.

Neuquén > La crisis que padeció el país durante todo 2001 y que explotó en el mes de diciembre dejó una enorme cantidad de personas en situaciones de extrema pobreza.
Desde aquellas jornadas del 19 y 20 de diciembre, los clubes del trueque empezaron a funcionar y se multiplicaron por toda la Argentina. En las sociedades de fomento y cualquier espacio público o no, vecinos y conocidos empezaron a cambiarse una cosa por otra. Junto a esa operación llegaron los «bonos» o los conocidos «créditos» que reemplazaron la escasez de dinero.
Desde 2001 a la fecha, los trueques fueron perdiendo fuerza y ya no resultaron confiables. Las denuncias por la falsificación de los créditos y el no cumplimiento entre las partes que intercambiaban mano de obra por algún producto, provocó que esta forma de comercio iniciara su recesión.

Comuna
Desde la Municipalidad reconcieron que no saben la cantidad de dinero que puede movilizar hoy la feria del trueque, aunque aseguraron que es una situación que hay que regular y relocalizarla. «Nosotros empezamos a dialogar el año pasado con los coordinadores de la feria, pero no pudimos ponernos de acuerdo. Nuestra posición es que la feria dejó de ser un trueque y hoy es un claro comercio. Por ese motivo pensamos distintas alternativas para reordenar esta situación, porque nos gustaría brindarles a esas familias un lugar donde puedan seguir con su trabajo. Queremos que sigan con sus actividades de manera ordenada, así nosotros podríamos tener un registro».
Otro tema que preocupa al Ejecutivo municipal es el de bromatología. En la feria hay una importante cantidad de alimentos que se venden sin ningún tipo de control. «Ése es otro frente que buscamos controlar, por el momento no ocurrió nada, es decir nosotros no hemos recibido ninguna denuncia sobre intoxicaciones. Sin embargo, no se puede esperar a que una persona se intoxique o sufra algún tipo de enfermedad por consumir un alimento, obtenido en la feria. Si esto ocurre, ¿a quiénes van a hacer responsables?», dijo el funcionario.
«Esperemos que antes de fin de año podamos retomar el diálogo con la gente de la feria», comentó Fabricio Torrealday.
El funcionario municipal también opinó que «es una situación que hace falta brindar una solución, desde el Concejo Deliberante los ediles también deberían llevar adelante una ordenanza que permita ordenar lo que ocurre actualmente en la feria».
Por último, el director de Comercio reconoció que «no se busca de ninguna manera un desalojo, simplemente queremos que el lugar recupere su normalidad y que los trabajadores de la feria sigan realizando sus actividades».

 

 


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