Viven...y no se cansan de contarlo

 
  Álvaro Mangino y José Luis “Coche” Inciarte visitaron por primera vez Neuquén y revivieron sus experiencias.


Disminuir tamañoAumentar tamañoCambiar tamaño  Imprimir Imprimir
 
       
   
   
 

Por LUIS AMAOLO

Lo que jamás olvidaremos fue la dulce melodía de ese helicóptero que nos sacó de aquel infierno.

Neuquén > Pese a que fueron protagonistas de una de las historias más increíbles que recuerde la humanidad, Alvaro Mangino y José Luis Inciarte –dos de los uruguayos sobrevivientes de la tragedia de los Andes- insólitamente decidieron, durante casi 30 años, ocultar su historia.
Para ambos, lo vivido durante esos 72 días en plena cordillera en forma inhumana, aguantando temperaturas de más de 40 grados bajo cero a más de 4 mil metros de altura y sufriendo un castigo jamás imaginado, no era motivo de compartir con el mundo.
Observaban, mientras se recuperaban de un dolor infinito (que nunca pensaron que iban a soportar), como Fernando Parrado y Roberto Canossa se transforman en héroes inmaculados, sorprendiendo al mundo con sus relatos de valentía y admiración.
Ellos decidieron guardar silencio, unirse a sus novias que los esperaban en Montevideo y compartir, apenas con los suyos, sus aventuras que pronto se convirtieron en un best seller -el libro Viven! fue leído por más de nueve millones de personas- y en una película taquillera, bien estilo Hollywood, pero demasiado ligth, para quienes vivieron semejante pesadilla.
Pero un día, presisamente cuando se cumplieron 30 años de la hazaña, ambos sufrieron un click en sus vidas y decidieron acabar con el silencio. De pronto comprendieron que lo que ellos vivieron podría convertirse en un ejemplo para el resto de los hombres y poco a poco comenzaron a descargar tanta angustia hasta convertirlo en un relato emocionante.
Invitados por su amigo Sergio Dovio, quien compartió en marzo último el ascenso a la zona de la tragedia, Alvaro y “Coche” se encuentran desde el domingo último en Neuquén, donde brindarán charlas sobre sus experiencias, a pedido de una empresa privada.

Un relato imperdible
Cada palabra, cada relato no dejan de sorprender. Ellos son parte viva de la historia del mundo y sus conceptos generan escalofríos a manera que avanza la charla. “Podés preguntar lo que quieras, sin restrinciones”, esbozó Alvaro, mientras recorríamos las costas del lago Arroyito, en medio de un paisaje formidable.
“Uno no está preparado para vivir semejante experiencia. De pronto te encontrás en plena cordillena, en medio de la tormenta y dentro de un avión destrozado, que se desliza en forma alocada entre la nieve. En ese instante sólo imaginás el momento de tu muerte. ¿Cuando me tocará a mí, te preguntás? De pronto el avión se detiene en un talum de nieve y los asientos se amontonaron contra la cabina. Yo no podía creer lo que tenía ante mis ojos. Escuchaba gemidos, partes de cuerpos desgarrados a mi lado y mucha sangre. Afortunadamente no me pasó nada, ni un rasguño”, arrancó Inciarte, el más “veterano” de la delegación, con 24 años en el momento de la tragedia.
“Yo no tuve la misma suerte”, soltó Alvaro, que en ese momento tenía 19. “Quedé atrapado entre los asientos y cuando quise levantarme me di cuenta que tenía la pierna izquierda fracturada. Así estuve los 72 días, arrastrándome para sobrevivir”.
“Para mi fue un auténtico milagro salir con vida de allí, pero mucho tuvo que ver el trabajo en equipo que realizamos cada día. El frío era insoportable, teníamos que dormir todos juntos –apenas un par de horas, en noches interminables- y dolían el hambre y la sed”, aseguró “Coche”.
“La decisión más dura fue la de comer del cuerpo de nuestros amigos. Pero no había otra opción: era eso o la muerte. La mente exige a la mano para llevar a la boca ese pedazo de carne, pero no lo podés tragar. Yo tardé una semana –cuando me di cuenta que si no comía me moría- en comer mi primer bocado”, explicó Inciarte.
“Uno de los momentos más tremendos fue el alud, a los 17 días de la caída. Ahí perdimos 8 compañeros y fue un duro golpe. Estuvimos tres días sepultados en la nieve, con escaso oxígeno, pero teníamos que vivir y luchamos hasta poder zafar y empezar de nuevo”, contó Alvaro y aún se emociona.

Nos salvó el trabajo en equipo
“Cuando están en esa situación no hay alternativas y lo que nos salvó fue el amor que puso cada uno para conformar un equipo sólido, que se bancó cosas inhumanas, muy difícil de soportar. Desde Alvaro que se encargó arrastrándose entre la nieve de la fabricación de agua, hasta Parrado y Canessa, que nos salvaron la vida con su heróica salida hacia Chile”, afirmó Inciarte.
“Por ejemplo, ahí no servían los dólares. Cuando “Coche” se quedó sin cigarrillos, le ofreció un billete de 100 a su amigo Pedro Algorta por un paquete, pero éste último sólo cedió ante la mitad de su ración de comida. Al final quemamos toda la plata por un poco de calor, ahí comprendí que lo único importante es el valor de la amistad”, soltó Mangino.
“Lo que jamás olvidaremos, fue la dulce melodía de ese helicóptero que nos sacó de aquel infierno. Aún recuerdo el olor a la nieve, a nuestra ropa sucia y los ojos de nuestros amigos –vivos y muertos- y no puedo dejar de emocionarme. Como la primera vez que conté esta historia…”, finalizó Inciarte mirando a su inseparable amigo Mangino, dos auténticos héroes.

El milagro de los Andes

La denominada Tragedia de los Andes fue uno de los accidentes aéreos más famosos de la historia. La espeluznante aventura que tuvieron que vivir Alvaro Mangino y “Coche” Inciarte, junto a 14 amigos, compañeros y familiares comenzó a gestarse el 13 de octubre de 1972, cuando el avión Fairchild F-227 de la Fuerza Aérea Uruguaya, con 40 pasajeros a bordo -la mayoría de ellos pertenecientes al equipo de rugby Old Christians- y 5 tripulantes se estrelló en plena Cordillera de los Andes, entre Argentina y Chile. El piloto no calculó bien su posición, y el avión se destrozó contra el suelo, dejando la cola por un lado, las alas por otro, y el resto del fuselaje en un valle de nieve y piedra, desde donde se veían solamente los picos nevados de las montañas que rodeaban el lugar. Durante 72 días, los protagonistas de esta increíble historia tuvieron que luchar contra temperaturas que por la noche bajaban hasta los 40 grados bajo cero, contra el hambre y la sed, el hacinamiento y también contra un hastío y un aburrimiento mortal, en la cima de una de las montañas más altas e inhóspitas del mundo. Pese a que se trató de “un auténtico infierno”, lograron sobrevivir con todas las probabilidades jugando en su contra. Y en gran medida lo lograron gracias a que dos de ellos -Fernando Parrado y Roberto Canessa- se jugaron la vida escalando picos que hasta los alpinistas profesionales consideran una proeza. Sin equipos, sin fuerzas, sin alimentos -salvo la carne humana que llevaban en un improvisado maletín, la única fuente durante todos esos días en la montaña– y con muy poca protección contra el frío, esos dos jóvenes de 21 años emprendieron una travesía de diez días hasta lograr contactarse con otros seres humanos. Gracias a ellos se pudo rescatar a los otros 14 sobrevivientes que habían quedado esperando arriba, en lo que se conoce como el Valle de las Lágrimas. Pero no sólo Parrado y Canessa fueron los héroes de lo que el mundo denominó “El milagro de los Andes”: los restantes 14 y aquellos que murieron a lo largo de las 72 jornadas (en la caída del avión, por las heridas incurables y en el inesperado alud que mató 8 personas más, la fatídica tarde-noche del domingo 29 de octubre), también fueron héroes y hoy –tal como ocurre con Alvaro y “Coche”- se emocionan cada vez que lo recuerdan. “Fue un milagro salvarnos luego de haber chocado contra una montaña en un avión que viajaba a más de 400 kilómetros por hora. Fue un milagro sobrevivir al alud que sepultó el fuselaje del avión mientras dormíamos. Fue un milagro que Canessa y Parrado, desnutridos, pudieran caminar durante 10 días por la nieve, escalar montañas de más de 6000 metros de altura, sin contar con ropa de abrigo”. Bien claro, “Coche”, bien claro.

José Luis “Coche” Inciarte

“Lo más increíble de la historia es que es real. Y lo más increíble de esa realidad es que hubo 16 sobrevivientes.
Yo cuento mi cordillera, y sobre lo que ví, viví y sentí, viendo a muchachos muy jóvenes convertirse en hombres, y corroborar aquello que no hay amor más grande que aquel que da su vida por un amigo”. José Luis “Coche” Inciarte tenía 24 años cuando ocurrió el accidente y estuvo a punto de morir, ya que una avanzada gangrena lo tenía acorralado. Es más, un día antes del rescate había elegido la noche del 24 de diciembre para su muerte. En la actualidad está casado con quien fuera su novia durante la tragedia, Soledad, y tienen 3 hijos. En la montaña, llevaba una libretita en la que escribió todo lo que haría en su vida, si sobreviviera; hoy con gran orgullo se lo escucha decir, qué todo lo que escribió allí, lo cumplió. Se recibió de ingeniero agrónomo, fue empresario agropecuario, dirigió y administró establecimientos de orientación lechera, agrícola, ganadera y forestales. Además fue director de Conaprole (entre 1987 y 1997), la mayor compañía exportadora láctea de América Latina; también de la Asociación de Productores de Leche entre 1984 y 1987 y de Cooperativas regionales en el interior del Uruguay. Hoy dedica gran parte de su tiempo a las artes, incursionando en la pintura al óleo.

Alvaro Mangino

“Me he dado cuenta la importancia que tiene, para el resto de la humanidad nuestra historia, rescatando a través de ella valores y principios perdidos en la vorágine del mundo actual”. Alvaro Mangino tenía apenas 19 años cuando sucedió la tragedia. Era uno de los integrantes del equipo de rugby Old Chrstians Club y sufrió la fractura –en tres partes- de la tibia y el peroné, así que durante los 72 días debió arrastrarse mientras cumplía sus funciones (era el encargado de “crear” agua). Trabajó durante diez años como técnico agropecuario en el Uruguay y a partir de ‘85 se instaló en Río de Janeiro, donde fundó y dirigió la empresa DTK en el área de la computación hasta 1993. A partir de esa fecha, la Compañía Eurocable le propuso fundar la filial de dicha empresa en Brasil y se instaló en Porto Alegre hasta el año 2001. Hoy es director de dicha empresa en la casa matriz en Montevideo y es uno de los directivos del Old Christians Club. Está casado con quien fuera su novia durante el accidente, Margarita, y tienen 4 hijos. Por decisión personal, se mantuvo sin efectuar ningún tipo de comentarios acerca del accidente, hasta el 2002, cuando se cumplieron 30 años de la tragedia. Ese día comprendió que era necesario contarle al mundo sus experiencias y comenzó a realizar charlas junto a su inseparable amigo “Coche”.

 

 


La Mañana Neuquen
Redacción Cómo anunciar  |  Webmaster
Neuquen - Fotheringham 445 - Teléfono 449 0400
Copyright © 2002-2004 - La Mañana Neuquen - Todos los derechos reservados
 
 
 



Min.: 13°c
Máx.:
26°c
Nubosidad en aumento. Vientos leves del sector oeste.
 
 

Energía
Productivo

 


Especiales La Mañana Neuquén

Visite La Mañana Cipolletti

Visite La Mañana Roca
 Transportes Interurbanos
 Guía Profesional
 Teléfonos de urgencia
 Farmacias de turno
 Transporte Aéreo
 Quiniela
 Horóscopo
 
 
 
 
 
 

Cine
Teatro
Recitales
Televisión
Videos

 
 

Revista Caras