“Todos tenemos un cierto monto de
angustia que nos acompaña siempre”

 
 
Para la psicóloga, miembro de la Asociación Piscoanalítica Argentina, cuanto más se habla de estos hechos más crece la sensación de inseguridad.
Afirma Liliana Schalayeff, que además agrega que luego de ser víctima de un robo, las palabras son el primer paso para sanar una herida invisible.


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  Por MARIANA PERCOVICH

La palabra tiene la capacidad de curar. Este es el enfoque de la psicóloga Liliana Schalayeff para enfrentar la vida después de haber sido víctima de un robo o un asalto. El silencio es el peligro. Hablar y poder contar lo atravesado, es el primer paso para sanar esta herida invisible de la mente. Sin embargo, a nivel social esto tiene una paradoja: cuanto más se habla, más se aumenta entre los pares la sensación de inseguridad, esa dimensión subjetiva que ningún plan gubernamental parece poder controlar. Schalayeff es docente, miembro de APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) y de la Asociación Psicoanalítica Internacional.
Se especializó en psicoprofilasis quirúrgica, ayudar a los pacientes que deben atravesar una operación riesgosa.

¿Cómo afecta a una persona haber sido víctima de delito, robo o asalto?
Cualquier hecho de violencia que afecta a un sujeto constituye lo que podríamos llamar una situación traumática. Un trauma es una herida, en sentido general. Estos hechos producen en el sujeto un sobresalto en un momento en el cual no está preparado para recibirlo. La irrupción de un suceso no esperado genera situaciones de una gran movilización dentro del aparato psíquico, o sea de nuestra organización mental. Y esto, por supuesto, genera consecuencias. En cuanto a las conductas posteriores de las personas víctimas, en principio hay algunos lineamientos generales y después variantes individuales. En algunos casos suele haber pérdida de conciencia del momento; en otros hay posibilidad de recuerdo. Las consecuencias pueden ser una sensación de angustia intensa, depresión, trastornos del sueño, pesadillas, dificultades laborales. Algunas personas se pueden llegar a aislar después de haber pasado por una situación de este tipo.

¿Siguen siendo “algo inesperado” estas situaciones teniendo en cuenta el alto grado de inseguridad ciudadana que hay hoy en la Argentina?
Hay una preparación de elevación de la angustia en todos nosotros. Como una cierta sensación de que en cualquier momento nos puede llegar a ocurrir. Pero no todas las personas se preparan de esta manera. Si estamos enfrentando un mundo en condiciones “normales”, donde podemos prever con lo que nos vamos a encontrar, la preparación es distinta que si está en todos nosotros la sensación instalada que en cualquier momento nos puede ocurrir algo no deseado. Pero no todos funcionamos así. Hay personas que pueden negar este aspecto de la realidad y salir a la calle como si nada pasara. La irrupción en estos casos de una situación de este tipo trae consecuencias diferentes de las que ocasiona al que está preparado. Pero de todas maneras el hecho violatorio es traumático siempre, que te vengan a robar con un arma, que te peguen un tirón de tu cartera o que irrumpan en tu casa; siempre es un situación de violencia por la que nadie quiere pasar.

¿Qué cambia respecto de la idea del Otro y de la comunidad después de haber vivido una situación de inseguridad ciudadana?
Depende de la persona, la ecuación individual va a determinar el desenlace. Cuando el paciente llega por haber vivido un suceso de estas características, va a traer ciertos síntomas, aislamiento, crisis de angustia, pánico. Algunos pueden recordar estos hechos traumáticos y relatarlos. Como tarea terapéutica, el que la persona pueda conectarse con esta vivencia y expresar todo su dolor y hacer el relato e ir reconstruyendo lo que le ocurrió, ayuda a que la situación traumática deje de ser un quiste o una herida abierta, ayuda a incorporar esta experiencia dentro del cúmulo de experiencias de su vida, contribuye a lograr que esa experiencia, aunque desagradable, no quede como un cuerpo extraño metido dentro del cuerpo de la persona.

¿Qué piensa de los grupos de autoayuda para enfrentar esta situación?
Todo lo que puede servir a los fines de la elaboración es útil, y la autoayuda lo es en la medida que encontramos personalidades fuertes. Si estos sucesos ocurren en personas con otro tipo de perturbaciones, la autoayuda sola no funciona. El poder hablar del hecho traumático, el poder poner en palabras la situación, el poder conectarse con esa situación y elaborarla es muy útil. Esta es una tendencia casi automática de una persona traumatizada: “hablar de lo que me pasó y contarlo”. Si aparece el silencio, “de esto no se habla”, esto sí es complicado.

¿Qué pasa con quienes no vivieron en primera persona un robo o un asalto pero que sin embargo reciben todos los relatos de sus pares, es decir qué pasa con las personas que conviven con la sensación de inseguridad?
No sé si no lo vivieron. La seguridad es algo que necesitamos todos, tenemos que tener reglas de juego claras para manejarnos en una comunidad, este sería el Estado de Derecho. En principio, en las comunidades existía la ley de la fuerza. La ley del más fuerte implica que el que tiene más fuerza muscular gana. Si podés matar al león comés, y si él te mata perdiste. Toda la evolución primitiva se conserva en cada uno de nosotros inconscientemente, toda nuestra evolución como especie humana forma parte de nuestro bagaje inconsciente, todos estamos sujetos a hacer regresiones que nos lleven a esa vivencia de que impere nuevamente la ley del más fuerte. El Estado de Derecho surge como una etapa mucho más avanzada en la evolución del hombre, donde todos van a deponer su fuerza individual, en pos de una unión comunitaria para alcanzar una vida social más equilibrada, “la unión hace la fuerza”. Se establecen, entonces, vínculos de identificación entre todos los sujetos. En el momento en que este contrato social se rompe, el Estado de Derecho funciona como puede. Tenemos la posibilidad de regresar al estado más primitivo, pueden darse situaciones que nos repugnaría solamente pensarlas en una comunidad organizada - lo mismo que sucede en situaciones de catástrofe que alguien puede matar a otro por un pedazo de pan o comer a un cadáver-. Por eso, cuando se quiebra el Estado y se quiebra nuestra organización, siempre aparece la inseguridad.

Decía que el silencio, no hablar es un problema; ¿qué pasa cuando de algo se habla por demás?
Es importante hablar pero ¿cuánto? Esa es la pregunta. Algunos medios de comunicación parecerían a veces estar trabajando para un aumento de la percepción de inseguridad.

¿Qué le diría a una persona que vive con miedo por la inseguridad ciudadana?
El miedo no es algo que haya que eliminar de nuestros sentimientos. El miedo, en una medida razonable, funciona como factor de protección. Permite instrumentar determinados mecanismos de defensa, por ejemplo, no es lo mismo circular por la calle de un país en guerra que un país que no tiene guerra. El miedo es patológico cuando su intensidad es excesiva, puede llegar a ser paralizante y contiene determinados factores que no tienen que ver con una percepción concreta de la realidad, o sea, que se une a temores del sujeto que existían desde antes y que pueden ser temores no reales.

¿Cuál es el umbral de un miedo patológico hoy? ¿Cambió respecto de años anteriores?
En los 25 años que llevo trabajando en el consultorio, veo que la gente viene con una preocupación básica. Todos tenemos un cierto monto de angustia que nos acompaña siempre, que vamos regulando en nuestra vida cotidiana, a partir de las situaciones que nos toca enfrentar, ahora si el “vaso de la angustia” está de por sí más lleno - porque hay hechos concretos de la realidad que dicen que hay razones para estar más preocupados-, cualquier hecho traumático que ocurra va a generar otras consecuencias.

¿Cómo procesan los chicos esta situación de inseguridad? ¿Cómo hacen los padres para llegar a un equilibrio entre advertir a su hijo que esté prevenido y no atemorizarlo por demás?
Nuestros niños o gran parte de ellos son víctimas de la inseguridad que es la falta de seguridad social. Tenemos una generación de niños que no pueden ir a la escuela ni acceder a la salud y van a cargar secuelas de por vida. Secuelas que no tienen que ver solamente con los robos. En los barrios de clase media acá en Capital- lo que queda de la clase media- se ve cómo los padres cuidan muchísimo a los chiquitos. Antes los chicos podían salir a jugar solos, hoy en general se tiende a que no lo hagan. Los llevan a un shopping, a un cyber. En algunos casos, las escuelas tomaron cartas en el asunto cambiando el uniforme escolar de los chicos para que no fueran identificados por temores a secuestros. Es bueno que los chicos estén al tanto de lo que está pasando. Una cierta preparación hay que darles. ¿cómo no generar miedo? Bueno, esto depende de las condiciones y las capacidades de los padres para no enviarles dobles mensajes, por un lado incentivarlos a hacer cosas y por otro demostrarles que están aterrorizados por lo que están haciendo. ¿Cómo influye sobre ellos? Como en todos nosotros, con la diferencia que son aparatos psíquicos que se están desarrollando y ya se desarrollan con esta base.

Con la idea de que el otro es un potencial asaltante, un sospechoso...
No necesariamente. En esto intervienen los medios comunicación, tiene que ver con cómo equilibrar la información porque en esta sociedad donde ocurre esta violencia también se dan vínculos solidarios, de trabajo, sea con fines culturales, artísticos o científicos. Estos fenómenos, los medios no los muestran tanto, pero ocurren.

 

 


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