«No caigan en la tentación
de los adultos que dejan de lado el niño que han sido. Cuando
crezcas, no se te olvide nunca la niña que has sido», le
dijo a una nena de 11 años. Buenos Aires
> «La vida triunfa todos los días sobre la
muerte», dijo ayer el escritor José Saramago a chicos
de diferentes escuelas porteñas en un diálogo en que
el Premio Nobel de Literatura, de visita en Buenos Aires, desnudó
su cosmovisión del mundo exterior e interior ante ese ávido
auditorio. La frase resumía el momento de disfrute que estaba
pasando el eximio escritor portugués, que fiel a su fama de
pesimista, la remató con un lapidario; «aunque la muerte
se hace pagar».
La escenografía era la propia de cualquier acto escolar; alumnos
y maestras esperando en sus lugares, discurso de bienvenida de la
directora de la escuela número 26 y funcionarios oficiando
de anfitriones.
Presentación
Tras una coreografía presentada por un grupo de niños
de entre 6 y 8 años, Saramago se ubicó frente a los
alumnos acompañado por el Ministro de Educación Daniel
Filmus y el Jefe de Gobierno Porteño, Aníbal Ibarra.
Previo a que comenzaran las preguntas elaboradas por los chicos de
cuatro escuelas de la ciudad, incluida la 26, el escritor confesó
que ese momento de encuentro, «es uno de los más gratificantes
que pueda imaginar».
Frente a él, su compañera de vida y traductora al español,
Pilar del Río, asentía sonriente como para dejar en
claro que ese hombre acostumbrado a codearse con muchas e importantes
personalidades, era imensamente felíz de poder bucear en el
mundo de los niños.
Adultos
«No caigan en la tentación de los adultos que dejan de
lado el niño que han sido. Cuando crezcas, no se te olvide
nunca la niña que has sido», le aconsejó a la
pequeña Daniela Aguero, de 11 años.
Esa misma niña le había preguntado a puro desparpajo;
«Y usted, ¿por dónde anda para encontrar sus ideas?,
¿se le presentan como un flash?»
Saramago se hizo eco de ese lenguaje y respondió; «Sí,
es un flash. Las ideas se me presentan, no estoy pensando en nada.
Es como una antena ambulante que tengo en que la sensación
de la realidad es tan fuerte, que las ideas se confrontan y reúnen».
A contramano de lo que se pueda pensar, los chicos en edades que oscilaban
entre los 6 y 16 años, estaban fascinados por las palabras
de ese hombre predispuesto, probablemnte sin entender mucho de premios
y fama, pero abiertos a palabras y conceptos de belleza cercana.
Belleza
«La especie humana es una casualidad. Podría no haber
ocurrido», disparó el escritor luego de una descripción
de la vida junto a sus abuelos, en su Portugal natal.
Con el objetivo de tranquilizar a su auditorio, Saramago les dijo
que recién «en millones de años se acabará
todo. Creo que cuando se acabe el último ser humano se acabará
la muerte».
«De alguna forma estamos venciendo a la muerte que trata de
imponernos la nada, porque el ser humano siempre quiere construir.
Lo que cuenta es que vamos a continuar porque la vida es una ola que
se va, pero siempre hay otra que viene detrás», agregó.
Dos chicos de 11 años de la escuela número 8, Facundo
y Mariano, preguntaron a Saramago si cuando escribía pensaba
en sus lectores. Respondió con un seco «no», que
provocó la hilaridad de chicos y grandes.
Las risas se prolongaron cuando los chicos le entregaron al escritor
dos libros realizados por ellos mismos y encuadrados en la cooperativa
«La manzana podrida», nombre largamente festejado por
Saramago. «Deberían ir a una editorial y escribir una
antología», les propuso.
A esa altura, cerca del final, el diálogo entre el escritor
y los niños había discurrido por todos los temas; la
muerte, la vida, la literatura, la esperanza, la identidad y las mujeres.
Hombres
«De los hombres ya no hay que esperar gran cosa. No imitéis
a los hombres porque no vale la pena», les dijo, para beneplácito
de las maestras que escuchaban con atención.
«La aventura es leer y leer. Todos los libros tienen algo que
necesitamos. Todo está en la literatura», fue el mensaje
que dejó Saramago, tan necesario en un mundo proclive a alejarse
del pensamiento. |