“Ser una víctima de la violencia es una construcción social, no es una patología”

 
 
«Los especialistas estiman que en la Argentina se denuncia solo 1 de cada 4 casos de violencia familiar. El 90% de los delincuentes tiene antecedentes de violencia familiar».
Hace algunos años formó un grupo de ayuda a las mujeres, víctimas de la violencia familiar. Se llama María Eva Sanz y en esta entrevista enfrenta un tema vigente, donde los casos van en aumento y no reconoce de escalas sociales.


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Por Mariana percovich

María Eva Sanz es Licenciada en Servicio Social, Psicóloga Social y especialista en Violencia Familiar de la Universidad de Buenos Aires. Hace seis años formó con un grupo de profesionales la Asociación Mutual Grupo Buenos Ayres, en el partido de Lomas de Zamora, donde se da asistencia a mujeres víctimas de la violencia conyugal – y algo que no es tan común- asistencia a los victimarios. La Asociación se sostiene con el aporte de sus más de 300 socios, que pagan 5 pesos mensuales. Según Sanz, para terminar con la violencia familiar, que sólo en la localidad de Ingeniero Budge (Lomas de Zamora) se cobra cuatro víctimas por mes, es necesario el compromiso del Estado y de todos los ciudadanos. La tarea: revisar los estereotipos sociales sobre qué es ser hombre y qué es ser mujer y trabajar por la igualdad en la pareja, y no por el mito de la media naranja porque somos todos “naranjas enteras”.

¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia doméstica?
El concepto se fue ampliando tanto a nivel nacional como internacional. Por eso cuando hablamos de violencia doméstica o familiar no hablamos solamente del golpe físico, sino también de violencia emocional, violencia sexual, violencia financiera y violencia social. Siempre que hablamos de violencia hablamos de abuso de poder, de una fuerza que se impone contra la voluntad de alguien, la víctima. Es un imponer que se va metiendo adentro de la víctima y que llega a dominar su pensamiento, sus sentimientos, sus conductas y su relación con los otros.

¿La violencia doméstica aumentó en los últimos años o dejó de ser un tabú y por eso ahora se habla más de ella?
Desde el modelo ecológico al que yo adhiero, creemos que siempre hubo violencia, lo que pasa es que la naturalización de la violencia hace que no se vea, a mayor desnaturalización, mayor visión de la gente. Es como que aparecen más casos, pero en realidad es que se está viendo lo que pasaba por abajo, que no se detectaba por no tener los anteojos adecuados para verlo.

¿Algunas personas viven en un hogar violento y no lo saben?
Por supuesto, y en todas las clases sociales y en todos los niveles de instrucción. Está bastante desmitificado que éste sea un problema de una sola clase social o que el alcoholismo sea el productor de la violencia. Las causas principales tienen que ver con la estructura verticalista y autoritaria en la familia, y con el patriarcado. Porque es el abuso de poder entre personas que socialmente ostentan mayor poder - los hombres- y otras que socialmente ostentan menos - las mujeres-.

¿Algún tipo de violencia está más arraigada en determinada clase social?
Las estadísticas muestran mucha clase media y baja como portadoras de violencia porque en las clases menos favorecidas la gente recurre al hospital o a la comisaría, mientras que en las clases más acomodadas se asisten en consultorios privados y todo queda tapado. El mismo poder económico tapa hasta las causas judiciales porque compran abogados muy hábiles para defender a los victimarios.

¿Qué estadísticas de violencia conyugal manejan?
Nosotros las estadísticas las tomamos desde lo macrosistémico, qué está pasando en el mundo. Esto es algo que también pasa en los países desarrollados, en Europa 600 mujeres son asesinadas anualmente por los hombres con quienes vivían. Según un estudio de 2002, sabemos que en la localidad de Ingeniero Budge (partido de Lomas de Zamora) mueren 4 mujeres por mes por violencia familiar. Estamos dentro de un fenómeno que es mundial y es macrosocial. No es un problema de enfermedad que padece determinada persona que golpea, esto está en una cadena general de victimizaciones, producto del patriarcado.

¿Qué es el modelo ecológico al que usted adhiere?
Cuando recién empezaron a ser estudiados estos temas- acá en la Argentina hará 15 años, no más- las primeras explicaciones vinieron desde los modelos biológicos. Se sostenía que el hombre que tenía una conducta violenta era portador de una patología. Después se apeló a modelos psicopatológicos: se decía que había relaciones sadomasoquistas que producían que alguien sea sádico y que el otro, la víctima, goce. Todos estos modelos fueron desacreditados. El modelo ecológico entiende que los elementos del contexto, los internos del ser humano y los de su conducta, están íntimamente relacionados, y que si uno hace un cambio de conducta, indefectiblemente va a cambiar de ideas, y que si uno cambia desde lo interno, también cambia el medio. En el modelo ecológico vemos a la persona en su ser individual, en su familia – es decir en su microsistema - pero esa familia inmersa en una comunidad con instituciones -el exosistema- que perpetúan el problema o lo cambia. A su vez, ese exosistema está enmarcado en la cultura general, en las ideas generales acerca de qué es ser hombre y qué es ser mujer, es decir, los estereotipos de género. Esta mirada ampliada nos permite tener mayor eficacia porque la violencia es un fenómeno multicausal, no tiene una única causa como se creía antes. Pero también es un doble desafío porque los que adherimos a este modelo creemos que todos de alguna manera estamos produciendo esto y que todos podemos y debemos hacer algo para cambiarlo.

Entonces, la violencia doméstica es un problema social pero ocurre en la esfera privada, en las casas de las personas, ¿desde dónde se puede intervenir para llegar al problema?
Nosotros trabajamos primero desde la familia, con la víctima y con el victimario de manera separada. De acuerdo a nuestros planes asistenciales nunca ponemos a la víctima y al victimario en un mismo plano, en el mismo tiempo y espacio porque es algo riesgoso. Desde un inicio hay una asimetría de poder que uno no puede equilibrar en una entrevista. Al hacer un equilibrio de poder con la víctima, se corre el riesgo que el victimario no soporte esta igualdad y entonces pueda dañarla más. Y si no entendemos del tema y los sentamos a los dos juntos y adherimos a la postura del victimario, revictimizamos a la víctima. De ninguna manera consideramos que puedan estar juntos. Este es un tema central porque la Ley de Violencia Familiar promueve que no estén juntos, principalmente en los estrados judiciales, y sin embargo los casos de violencia familiar van a los Tribunales de Familia y en muchos municipios los Tribunales de Familia está lo que llamamos etapa previa, que favorece el encuentro entre la víctima y el victimario para reconciliarlos. Siempre decimos que la violencia familiar es un tema específico y tiene que ser tratado específicamente. No se puede trabajar inespecíficamente desde otros modelos que dañen nuevamente a la víctima.

¿Cuál es la reacción de la comunidad ante una víctima de la violencia en el hogar? ¿Qué obstáculos debe sortear una persona que va a hacer una denuncia?
Hay mucho rechazo, la gente en general se identifica más con el victimario que con la víctima. Nosotros siempre vamos más al compromiso personal, a identificar que yo también puedo ser una víctima. Desde ahí se va logrando mayor empatía. Lo que pasa en Tribunales muchas veces es que el victimario se muestra más ordenado en su discurso, apela a la doble fachada - que es una de sus características- de educado y de respetuoso. La víctima se ve como una desorientada, que se va por las ramas cuando habla y no contesta lo que le preguntan. Pero eso es producto de la victimización. Entonces hay desigualdad y falta de apoyo que mientras la sociedad no esté más informada y comprometida con este tema van a seguir padeciendo. Lo que creo fundamental para poder equilibrar el poder es que el Estado colabore. Esto no es solo una cuestión de las ONG’s, tenemos que trabajar en conjunto, en políticas específicas. Nosotros estamos pidiendo que se arme un Consejo Nacional de Política de Prevención donde se puedan articular los diferentes sectores del Estado, más las ONG’s y la gente interesada. Salimos con la participación, sino va a ser imposible. Hoy hay un vacío en los canales de comunicación con el Estado.

¿En qué porcentaje se puede terminar con la violencia física y en qué porcentajes se puede terminar con la violencia emocional?
No puedo contestar en base a una estadística nacional. Por lo que he trabajado acá sé que un porcentaje no tan pequeño de gente ha podido frenar el abuso físico, por lo menos. Cuando uno empieza a contarle a los hombres la victimización que produce la cultura por dividirnos en femenino-masculino, ellos se van dando cuenta que son parte de esta cadena de dominación, que son un eslabón más, que pueden dominar hacia abajo pero que también son dominados desde arriba porque la exigencia que le produce el estereotipo al hombre es terrible. Para sostener el abuso, el hombre primero tiene que hacer un autocontrol de su imagen hacia fuera: no puede llorar, no puede sentir, no puede tener necesidades, no puede gozar. Esa primera victimización instala las otras victimizaciones. Puede ser que desencadene en un abuso hacia una mujer, pero también hay abusos consigo mismo, entonces encontramos casos de alcoholismo, de suicidio, de conductas delictivas. Es un alivio para ellos venir acá a hacer tratamientos. Al mismo tiempo que no pueden cambiar rápidamente lo que les viene históricamente asignado, pero sí se dan cuenta que aunque lloren y reconozcan sus necesidades no dejan de ser hombres. Todo esto les permite una comunicación diferente con la mujer, que se si también hace un tratamiento y critica su propio estereotipo, va a poder ponerse de igual a igual. Lo que hay que ir logrando en las parejas es la igualdad, que nadie someta a nadie.

¿Hay violencia contra el hombre? ¿De qué forma se ejerce?
Nosotros no estamos muy de acuerdo con lo de la violencia cruzada (del hombre hacia la mujer y de la mujer hacia el hombre) porque creemos que todavía el poder a nivel social no se equilibró entre hombres y mujeres. Tuvimos solamente dos o tres casos el año pasado que se plantearon como violencia de la mujer hacia el hombre. Pero esto tiene que ver con la mirada que uno tiene sobre el problema, varía de acuerdo a la puntuación que uno haga. Si por ejemplo, una mujer le parte una silla en la cabeza a un hombre, ella es la violenta y él es la víctima. Pero si uno recorre la historia de vida de esa pareja, muchas veces se ve que ahí hay mucha violencia emocional contenida sobre esa víctima, que un día se hartó y rompió una silla en la cabeza del hombre.

¿Qué pasa cuando la mujer es la que trae la plata a la casa? ¿Cambia la relación de poder?
Cuando el mujer trae el dinero a la casa, lo maneja el hombre. El determina qué se compra que no se compra aunque el dinero lo traiga ella. Para los hombres, creer que solo son hombres si son proveedores también es una trampa Tienen que aprender que no tienen por qué responder a ese estereotipo porque no está escrito en ningún lado.

Una persona que se crió en un hogar violento, ¿es más fácil que vuelva a construir uno similar?
Es un factor de riesgo, pero hay mucha gente alrededor de un niño y una niña ayudándolos a crecer. Pueden encontrar modelos alternativos en la familia de un compañero, en la maestra, en la catequista.

¿Qué estereotipos tienen las mujeres que son maltratadas?
Las mujeres maltratadas tienen el estereotipo tradicional, que sería ser todo lo contrario a lo se entiende por masculino: si el hombre es fuerte la mujer es débil; si él es poderoso yo no tengo nada de poder; él decide yo no; él no pude sufrir yo soy llorona, él es mujeriego yo soy fiel. En los estereotipos están enfrentados uno con el otro. El problema es que el daño es sobre los dos, porque a uno le está sacando la parte del otro. Al adherir completamente a los estereotipos tanto la mujer como el hombre van a ser capaces de la violencia conyugal. Al no adherir tanto están más lejos de la violencia conyugal y más cerca de la igualdad. Una mujer que adhiere absolutamente al estereotipo va a estar más en riesgo que una mujer que va criticando todas estas posturas, que además está demostrado que son construcciones sociales, no es genético. Ser una víctima es una construcción social, no es una patología.

¿Cuáles son las propuesta para combatir la violencia doméstica más allá de la asistencia a víctimas y victimarios?
Trabajar en la prevención. Creemos que es muy eficaz difundir, informar para que se vaya desmitificando la idea de que la violencia en el hogar es el problema de unos pocos, nos pasa a muchos. Y al mismo tiempo, no tenemos que pasarnos para el otro lado, de decir que si nos pasa a muchos entonces es natural porque así volvemos a tapar. En conseguir ese equilibrio tenemos que trabajar. El tema es poder llegar a la gente. En general lo hacemos a través de talleres, en los que siempre surge alguna víctima o conocidos de alguna persona que sufre maltratos. Últimamente hicimos una experiencia muy interesante con adolescentes en los niveles del Polimodal como para poder empezar a detectar en las relaciones de noviazgo la violencia conyugal. En los talleres hablamos con los pibes sobre qué es lo que nos pasa a nosotros con estos estereotipos sobre qué es ser mujer y qué es ser hombre, y los criticamos, y vemos que no se pueden confirmar porque no están escritos en ningún lado. Todo esto hace que los chicos desde adentro puedan mover estas estructuras y trabajen por la igualdad precisamente y no por la media naranja, que es un mito. Somos todos naranjas enteras, mientras nos parezca que somos media naranja, tenemos que estar pegados a otro de cualquier manera. Al victimario le pasa eso, necesita estar pegado de cualquier manera a la víctima porque cree que es incompleto, y la víctima lo mismo. Mientras construyamos personas enteras, naranjas enteras, vamos a poder hacer que estas dos naranjas caminen juntas en un proyecto común. O que una vaya para un lado y la otra para el otro pero que no carguen con esa decisión de vida que es la violencia conyugal.

 

 


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