“El poder de Estados Unidos en
Asia Central es un dato inédito”

 
 
“La globalización y la democratización no son procesos inexorables, no siempre son ascendentes, progresivos y van en una dirección de mejoramiento. Hay fuertes elementos de retroceso en términos de la democratización en el mundo, que más temprano que tarde, nos van a afectar.”
Juan Gabriel Tokatlian es sociólogo y en sus numerosos libros ha analizado la relación entre Estados Unidos y América Latina. Pero su último trabajo lo dedicó a la situación de Kirchner en el actual escenario internacional.


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  Por Mariana Percovich

Juan Gabriel Tokatlian es sociólogo y doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Johns Hopkins de Washington. Enseña en la Universidad de San Andrés (Buenos Aires) desde 1998, cuando regresó al país después de 18 años de vivir en Colombia.
Ha publicado varios libros y artículos sobre las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, sobre el sistema global contemporáneo y sobre el narcotráfico y el crimen organizado. En su último trabajo Hacia una nueva estrategia internacional. El desafío de Néstor Kirchner analiza los dilemas y oportunidades que tiene la Argentina en un escenario internacional complejo e incierto.
Tokatlian dice que el gobierno de Kirchner presenta pocos cambios en materia de política exterior y “es casi una exigencia imperativa pensar de qué manera el país puede alcanzar una mejor inserción internacional” después de la crisis de 2001. ¿Cómo reubicar a la Argentina en el escenario mundial post 11 de septiembre?. En esta entrevista, su análisis y sus propuestas.

En su último libro afirma que “el gobierno de Néstor Kirchner ya está en condiciones de gestar una nueva estrategia en materia internacional”, ¿por qué?
Son las experiencias más traumáticas las que muchas veces llevan a un país a repensar su inserción internacional. La Argentina ha vivido un largo proceso de declinación, que en los últimos años tuvo sus manifestaciones más dramáticas, pero desde mitad del siglo XX uno puede detectar claros indicadores que van mostrando que Argentina va perdiendo poder relativo en el ámbito internacional, atributos de influencia en el ámbito regional y que eso está acompañado de un derrumbe socioeconómico cada vez más profundo. Ante esa situación, es casi una exigencia imperativa pensar de qué manera el país puede alcanzar una mejor inserción internacional. Por ejemplo, la Alemania de la segunda posguerra replanteó su inserción internacional, dejó de lado toda estrategia expansionista y agresiva en términos de su política exterior y optó por una política cada vez más multilateral y pragmática. Y si uno mira hoy a los países de Europa oriental que han surgido como producto del derrumbe de la Unión Soviética, observa, también, que el nivel de profundización de la crisis al cual llegaron los ha llevado a reorientar su inserción internacional. Ahora ponderan mucho más el papel de la región natural más cercana, entienden que necesitan una base material más fuerte y buscan políticas de coaliciones. Pongo esos dos casos porque me parecen los más comparables con la Argentina. Insisto en que el caso de la Argentina es producto de un colapso, por lo tanto el país está en hora de pensar cómo quiere insertarse en el sistema internacional, y eso exige una gran estrategia.

¿En qué consiste esta gran estrategia?
Una gran estrategia implica el entendimiento de tres cosas. Uno, que no puede divorciarse la política exterior de la política de defensa porque están íntimamente vinculadas. Dos, que es imposible tener una buena política exterior sin una buena política interna. Tres, que el Estado solitariamente no puede ser el único y exclusivo artífice de una reinserción más creativa y más productiva, sino que requiere de actores no estatales involucrados en un proyecto más consensual. Una gran estrategia tiene estas tres patas. En otros casos históricos, ha sido fundamental tener en claro una gran estrategia para saber de qué modo se reorienta una política exterior.

¿Cuáles serían los cambios respecto de la política exterior actual?
El país ha vivido una experiencia reciente de política exterior que se definió con tres componentes. El primer componente era que un plegamiento estrecho a los Estados Unidos era una condición natural y benéfica para el país, y que consecuentemente había que acompañar a Washington, en el plano internacional y en el plano regional, porque de eso iba a resultar - y esto es el segundo componente - que en los momentos de mayor crisis, de mayor necesidad, Estados Unidos iba a ir en auxilio de Argentina. El tercer punto sostenía que una buena inserción por vía del mercado - particularmente a través de reformas económicas y de ser atractivo en términos del capital financiero- era suficientemente positivo, y que no se necesitaba tanto un buen Estado sino un mejor mercado. Estos tres pilares de la política exterior argentina que nacen con Menem, pero que son continuados con la Alianza y en buena parte del mandato de Duhalde, se sostienen durante catorce años. Este modelo, guía de la política exterior, entró en una crisis terminal. Es insostenible porque una política de plegamiento es disfuncional para un país que pretende ser un poder intermedio en el escenario internacional, y es inconveniente porque la política internacional no tiene mucho que ver con gestos y tiene mucho más que ver con intereses. Y que en el momento en que los intereses han estado en juego, Argentina quedó tan aislada y solitaria como si no hubiese ejercitado una política de plegamiento casi absoluto a los Estados Unidos. Y es un modelo absolutamente inviable porque no hay política exterior que se pueda hacer sin un Estado. El mercado no dicta cómo los países entran en el sistema internacional sino la política de los Estados.

¿Hay un corte en la política exterior a partir de la gestión de Kirchner y Bielsa?
Todavía no hay ningún corte. Lo que tenemos son pasos, eventos, giros oratorios, pero todavía Argentina no ha redefinido cómo quiere y puede insertarse en el sistema internacional.

¿Qué rescataría como indicadores de ese pequeño giro?
En el plano doméstico, rescataría el haber vuelto a colocar en el centro de la atención pública el tema del Estado y el tipo de Estado que se necesita; y creo que eso tiene naturalmente efectos sobre la política exterior. Creo que el hecho de buscar en el área vecina un mayor nivel de despliegue diplomático a través del Mercosur, a través de incidir positivamente en la resolución de la crisis en Bolivia, a través de mejorar las relaciones con Venezuela para tratar de incorporar a este país en el marco del Mercosur son elementos positivos. Implican una aproximación más sofisticada a entender que estamos en Sudamérica, somos de Sudamérica y Sudamérica es nuestro espacio vital.

Según su análisis, “más que seguir insistiendo en la geometría y la historia como referencias idílicas de la política exterior, Argentina debería pensar y proyectar con sensatez su inserción internacional a partir de la aritmética y de la sociología”¿Ve indicios de este cambio?
Hay algunos elementos importantes a tener en cuenta pero todavía no hay una convicción en la República Argentina de que lo que el país debe redefinir tiene mucho más que ver con su futuro que con su pasado. Hoy probablemente cualquier argentino identifique lo mejor en el pasado sin una visión de futuro. Cualquier argentino dice: “en el pasado tuvimos una sociedad más integrada, en el pasado Argentina fue más influyente en el ámbito regional, en el pasado Argentina tenía unos niveles de igualdad social superiores a los de hoy, en el pasado había muchísima menos pobreza, en el pasado...”. Pero hay poca reflexión sobre cómo hacer para escoger de ese pasado algunos elementos que pudieron ser positivos y relanzarlos en un proyecto más estratégico de largo plazo y hacia el futuro. Cuando uno va a Brasil o a Colombia, ve que son sociedades que no quieren mirar más al pasado. Si lo hacen, ven guerra, desastres y más desigualdad social. Su única opción es mirar hacia el futuro, es salir hacia un futuro mejor. Yo creo que en Argentina todavía estamos muy anclados en el pasado y una demostración de que el pasado nos persigue permanentemente es que parte de la agenda política tanto interna como internacional de hoy está vinculada a si estamos más cerca de los 70 o no, si las heridas del pasado se abrieron o están cerradas, si vamos a adoptar políticas más parecidas a las de hace tres décadas. Creo que un poco de reminiscencia está bien, ahora volver la política interna y la política internacional parte del pasado me parece un equívoco. Digo, porque el mundo no va para allá.

¿Qué fenómenos y protagonistas no se pueden obviar para entender el escenario internacional actual?
En términos de procesos es fundamental entender qué sucede con la globalización y la democratización. Es decir, si estamos en una fase ascendente o retroactiva de la globalización, si estamos en un momento de auge o en un hiato de la democratización. La globalización y la democratización no son procesos inexorables, no siempre son ascendentes, progresivos y van en una dirección de mejoramiento. Hay fuertes elementos de retroceso en términos de la democratización en el mundo, que más temprano que tarde, nos van a afectar. Hay ciertos problemas de la globalización económica que están generando cada vez más desigualdad, más asimetría más inequidad internacional y por lo tanto hay que estar atentos a ellos para saber cómo responder, cómo superar, cómo eludir esos mayores costos de la globalización. En cuanto a los protagonistas, miraría los países en términos de su grado de influencia y poder relativo. Por lo tanto, seguiría con mucha atención la política de Estados Unidos, que ha optado por una política de primacía internacional, es decir por una política donde quiere asegurar su preponderancia militar política y económica. Este es un dato fundamental con el cual habrá que evaluar los márgenes de acción que se tiene. Además, en el plano internacional, hay un reacomodo muy fuerte en Asia. La expansión China es un dato ineludible, así como el declive dramático ruso, que es una especie de gran poder nuclear aún -por su vasto arsenal militar-, pero que es un pigmeo en términos de influencia económica y geopolítica como lo fue en la Guerra Fría la Unión Soviética. Con una región asiática cada vez más tumultuosa, más en torbellino, con problemas de diferente naturaleza, sociales, económicos, militares, habrá que tener los ojos muy atentos. El proceso de la Unión Europea es un proceso clave y más que mirar individualmente a los países de Europa hay que mirar este proceso de integración de la Unión Europea y entender su dinámica, su alcance y su significación. En el marco sudamericano, Brasil definitivamente se perfila con una proyección internacional mucho más ambiciosa en los últimos años.

¿A qué actores no estatales les prestaría atención?
Los actores no estatales necesitan ser observados más que nada en términos de las nuevas coaliciones internacionales que se están formando, y en ese sentido observaría las coaliciones de la sociedad civil, que van mostrando una sociedad civil mundial cada vez más activa.

La palabra terrorismo se aplica indiscriminadamente, ¿con qué definición se maneja usted?
Me parece esencial entender que el terrorismo no es un sujeto, es un medio, es un instrumento. Por eso, es un equívoco decir por ejemplo que se está en guerra contra el terrorismo. Uno no está en guerra contra un método, contra una forma de expresión -violenta, virulenta, dramática, repudiable-, un método al que recurren grupos más o menos organizados. Uno puede tener una política de combate firme contra ciertos grupos -contra Al Qaeda o contra otros sujetos-, pero es fundamental esclarecer que el terrorismo no es el objetivo, no es un actor; el terrorismo es un medio. Por otra parte, sabemos lo que ha pasado con la lucha contra el terrorismo antes del 11 de septiembre. Sabemos que durante la Guerra Fría hubo dos problemas esenciales. Estos dos problemas son, primero, la ausencia de políticas multilaterales para combatir las formas de terrorismo. Cada país durante la Guerra Fría escogía sus políticas unilaterales contra algunas manifestaciones de terrorismo. Mucho de ese recurso al terror persistió a pesar de estas políticas porque es casi imposible resolver este fenómeno sin políticas concertadas, multilaterales. Segundo, durante la Guerra Fría se buscó frenar las manifestaciones visibles del terrorismo, el acto o el fenómeno en su manifestación más crítica pero no las causas socioeconómicas en las que abrevan, se nutren y se desarrollan los grupos que luego recurren al terrorismo. En consecuencia, lo único que podemos decir es que ojalá las políticas actuales y futuras sean de tipo multilateral y concertada, y se aboquen a las causas profundas y no solamente a las manifestaciones visibles.

¿Dónde quedaron los objetivos políticos de estos grupos que recurren al terror? ¿Los siguen teniendo?
Los objetivos políticos los siguen teniendo, recurren a una forma de hacer explícitos sus objetivos que es denigrante, inadmisible, repudiable pero sus objetivos políticos están siempre en el corazón, al menos de su horizonte estratégico. El punto fundamental es también saber hacer una lectura de cuales son estos objetivos, a quienes sirven y de qué manera se nutren.

De las múltiples consecuencias que tuvo la guerra en Irak, ¿destacaría alguna como más determinante?
Lo que hay que tomar como un dato nuevo es la expansión y proyección de Estados Unidos en Medio Oriente y Asia Central. Ese para mi es el único dato nuevo. Si uno mira a Estados Unidos en su proyección internacional, tiene que, entre finales del siglo XIX y principios del XX, Estados Unidos se convierte en una potencia hemisférica. Después de la Segunda Guerra Mundial, se vuelve una potencia atlántica, es decir, sella con sus socios de Europa occidental una relación absolutamente estrecha que resulta, entre otras cosas, en el Plan Marshall y la creación de la OTAN. Las bases norteamericanas en Japón y Corea, los acuerdos militares con Australia y Nueva Zelanda le dan a Estados Unidos una proyección en el Pacífico, se vuelve un actor del Pacífico. Lo que nunca había sido Estados Unidos era una potencia asiática. Nunca durante la Guerra Fría ni antes pudo poner un pie en ningún lugar de Asia Central o de Medio Oriente. ¿Era influyente? En Medio Oriente, claro. ¿Tenía presencia? No. ¿Era influyente en Asia Central? No, porque esa era una zona de influencia soviética. Hoy, desde Afganistán hasta el Cuerno de África, Estados Unidos tiene desplegadas más de quince bases militares, tiene una presencia ostensible en política económica y diplomática en toda la región y está ahí para quedarse, no se está yendo. No es que llegó para decir “bueno, arreglo esto, muchachos, y me voy”. No, está ahí para quedarse. A mi modo de ver, el dato nuevo después de la guerra de Irak es la proyección del poder de Estados Unidos en Asia Central. Eso es un dato inédito

¿Va a cambiar la política de Washington si gana la elección presidencial el candidato demócrata John Kerry?
Matices, retoques muy menores. Esperar un viraje es un equívoco.

Si se sigue aplicando la idea de las coaliciones flexibles, esto es la doctrina Rumsfeld que dice que la misión es la que determina la coalición (de países que participarán en ella), tal vez la Argentina reciba en el futuro una mayor presión para integrar una coalición. ¿Hay algún motivo que justifique que Argentina participe de una acción bélica?
Yo creo que más que participar en una acción bélica, en el futuro, lo que probablemente veamos sean coaliciones ad hoc que se vayan formando según el nivel de gravedad y de problemas. Se puede tomar a Irak y a Haití que son dos casos notoriamente diferentes como dos demostraciones muy recientes de configuración de coaliciones, en las que Estados Unidos determina la misión y luego se configura la coalición. Hay que observar que en la coalición de los disponibles o de los voluntarios que se armó para el caso de Irak, el único país de Sudamérica que apoyó totalmente a los Estados Unidos fue Colombia. En términos de tropas, República Dominicana y algunos países centroamericanos aportaron - salvo Costa Rica- contingentes menores, pero se sumaron a la coalición frente a Irak. Para el caso de Haití no se suman los países centroamericanos, no están las islas del Caribe, no está Colombia, sino que están los países de Mercosur más Chile. ¿Es una operación diferente? Claro, es diferente a una invasión a una operación de restitución de la seguridad en razón de una crisis tanto democrática como de Derechos Humanos. Pero en ambos casos Estados Unidos logró configurar coaliciones para ir a resolver un problema mayor y para contener un problema menor. Entonces, de hecho esa estrategia está operando. Ahora yo no veo que Argentina se quiera ni se deba sumar a escalas de confrontación mayor, es decir a guerras y operaciones masivas. Puede sumarse -si es que sus intereses están en juego y los quiere defender- a operaciones humanitarias, a operaciones de paz post conflicto. Lo esencial es que, y volvemos indirectamente al primer punto, Argentina debe definir sus intereses nacionales y obrar en consecuencia. Algunas veces esos intereses nacionales coincidirán con los de Estados Unidos, muchas otras no. Ahora, los intereses nacionales de Argentina no son los de Estados Unidos, ni deben ser lo de Estados Unidos.

Critica en Hacia una nueva estrategia...que la dirigencia argentina agita la bandera de la desorganización interior en ámbitos internacionales. ¿Por qué les parece que hacen eso?
Es un acto de miopía política inédita. El caso argentino es el único que quiere volverse un problema regional. Vaya usted a Venezuela, los venezolanos insisten en que con o sin referéndum- vamos a tener referéndum por suerte- el problema que vive Venezuela es venezolano y punto, y hay que salir adelante. Vaya a Colombia y va a ver como nadie quiere que Colombia sea vista como fuente de problemas para toda Sudamérica. Argentina no, sus líderes políticos van diciendo: “estamos al borde de la anarquía, esto es una guerra civil, esto es un caos total”. Este es un caso realmente inédito de un país que quiere autoflagelarse para ponerse en el foco internacional y decir: “soy una especie de Estado colapsado que busca que alguien lo salve”. Y el sistema internacional es un sistema tan complejo y está pasando por un grado de turbulencia y de inestabilidad tan grande que querer involuntariamente terminar de poner al país en el centro de este huracán es una locura. Es una locura.

 

 


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