“La deuda es una inmoralidad”

 
 
“Hay desempleo cuando el Estado, el monopolio de la fuerza, entra e interrumpe un contrato libre y voluntario”.
Los malentendidos que mantienen atrapado el pensamiento liberal en el país es el tema de esta entrevista a Alberto Benegas Lynch, Doctor en Economía y autor de más de 15 libros, entre ellos «Cavilaciones de un liberal».


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  Liberalismo y conservadurismo tienden a confundirse en la Argentina, ¿qué diferencias tienen estas dos tradiciones de pensamiento?
Creo que primero hay que dilucidar un concepto que se ha utilizado de forma bastante intensa últimamente, que es el de neoliberalismo, una etiqueta vacía de contenido ya que ningún liberal serio se llama a sí mismo neoliberal. Viene de lo ocurrido en los 90 en México, en Perú y en la Argentina. Muchos empresarios y generalmente prebendarios -esto es empresarios que hacen negocios en despachos oficiales y tienen mercados cautivos- se han referido a ese periodo como un periodo de competencia y de mercados abiertos. Pero las características centrales de estos tres regímenes de los 90 es un aumento sideral de la deuda pública, del gasto estatal y del déficit fiscal; un clima de impunidad y corrupción y la destrucción de división de poderes. Todo esto se aparta por completo de lo que significa el liberalismo. La mejor definición de liberalismo es “respeto irrestricto por los proyectos del prójimo”. Respetar al prójimo suena como algo natural, pero cuando uno empieza a ver algunas políticas públicas parece que la gente es competente para elegir al gobernante e inepta para manejar sus propias vidas, cuando salen del cuarto oscuro tienen que ser manejados en sus vidas porque son incompetentes. Esto es una falta de respeto. En contraste con el espíritu conservador, el liberalismo tiene diferencias sustanciales. El conservador suscribe alianzas entre la Iglesia y el poder, alianza que el liberal considera peligrosa. Muchas veces pretende alambrar las fronteras de un país, mientras que el liberal es cosmopolita y partidario del libre comercio de bienes y servicios y del libre movimiento de personas. El conservador sospecha de los procesos evolutivos abiertos a los que suscribe el liberal. El liberal tiene siempre a flor de piel el no sé socrático; para él ya bastante tenemos con nuestras propias vidas como para imponer programas y proyectos a otros.

En la introducción de su libro “Cavilaciones de un liberal” Marcos Aguinis dice que el atraso va aparejado al rechazo al liberalismo. ¿En América Latina hay un rechazo al liberalismo?
Definitivamente. En parte porque se lo ha desdibujado, poniéndole la etiqueta de liberal a algo que no corresponde; y en parte porque las instituciones educativas y los medios suelen reproducir ciertas falacias por lo que se introduce en la mente de la gente que es posible la magia para enriquecer a otros. El espíritu liberal trata de mostrar que la diferencia entre Somalía y Canadá no es una cuestión de etnias, ni de climas ni de recursos naturales, sino de marcos institucionales. Son estos los que permiten proteger y asignar derechos, y en el terreno puramente material, formar ahorros internos y atraer externos. No es porque el empresariado en Canadá sea más solidario o tenga mayor sensibilidad social. En Canadá no tienen más remedios que pagar salarios más altos porque la tasa de capitalización así se lo exige, si pretende pagar más bajo no tiene gente. Por eso las tareas marginales, por ejemplo el servicio doméstico, en países de muy alta capitalización no existen. No es porque el ama de casa en Estados Unidos no le gustaría tener servicio doméstico, sino que no lo puede pagar.

En la actualidad, con la trasnacionalización del capital, ¿no habría ciertos incentivos de las grandes corporaciones a que ciertos países no puedan desarrollar estos marcos institucionales?
Aquí hay que ver lo siguiente: cuando uno habla de empresarios uno quiere decir aquel fulano que para mejorar su patrimonio no tiene más remedio que servir a su prójimo, sea vendiendo equipos electrónicos, ballenitas, zapatos o lo que fuera. Porque hay dos formas de enriquecerse -dejando de lado la lotería- : servir a los demás o robar a los demás. No hay otra alternativa. Y donde no hay marcos institucionales civilizados el empresario o pseudo empresario, como no queda bien para su estatus social entrar a mano armada y robar al prójimo, lo hace a través del gobierno mediante protecciones arancelarias, exenciones fiscales o mercados cautivos. Cuando el empresario está invirtiendo en determinado lugar al mismo tiempo está creando condiciones para aumentar salarios. Si de golpe todos los capitales de Europa y Japón invierten en Bolivia, los sueldos suben, los asalariados tienen más exigencias. Altas exigencias para tomar un puesto de trabajo no se pueden concebir en Uganda donde tienen tres platos de lentejas mensuales como salario. Y eso es consecuencia de todas las políticas vandálicas apoyadas por instituciones nefastas como el Fondo Monetario y el Banco Mundial. Miremos lo que ha pasado desgraciadamente en muchas ocasiones: de un país del tercer mundo se fugan los mejores cerebros y los capitales y, ¡oh sorpresa!, vienen carradas de dólares del Fondo Monetario y del Banco Mundial, lo que hace que bancos privados que nunca hubieran prestado lo hagan porque tienen el paraguas protector del FMI. Cuestiono la deuda pública porque compromete los patrimonios de futuras generaciones que ni siquiera participaron del proceso electoral para elegir a los gobernantes que contrajeron la deuda. La deuda es en realidad una inmoralidad y nosotros despotricamos contra ella pero apenas aparece la posibilidad de un nuevo préstamo, la aumentamos.

Con el actual grado de tecnificación del capitalismo, las grandes inversiones no generan muchos puestos de trabajo. ¿Cómo afrontar este tema, el dilema del “fin del trabajo”?
En realidad esas inversiones no es que generen puestos de trabajo, los puestos de trabajo siempre están por más pobreza que haya. Por ejemplo, pensemos que algunos lectores de este diario van a una isla sin ningún recurso y en la isla no hay nada, es decir no hay la llamada fuente de trabajo. ¿Dicen: “bueno, como no hay fuentes de trabajo estamos desempleados y podemos descansar”? No!. No les van a alcanzar las horas del día y de la noche para trabajar porque está todo por hacer. Nunca falta trabajo, solo hay desempleo cuando el Estado, el monopolio de la fuerza, entra e interrumpe un contrato libre y voluntario. Por otra parte, la robotización me parece sumamente interesante verla como que cuando algo se mecaniza se liberan recursos para hacer otras tareas. Supongamos que Robinson y Viernes están en una isla y Robinson produce el bien A y Viernes el B. Llega al costado de esa isla una máquina que hace sola A. Con nuestro criterio, bastante tonto, lo que haríamos es agarrar un hacha y romper la máquina y tirarla de nuevo al mar porque lo va a desemplear a Robinson. Sin embargo si usamos un poco las neuronas vamos a ver que si la máquina hace sola A, lo libera a Robinson para hacer C. Esa es la bendición del proceso: A + B + C es un nivel de vida más alto que A + B.

¿Qué pasa si llega la máquina, Robinson pierde su empleo y no tiene nuevos recursos -ni materiales ni intelectuales- para dedicarse a elaborar el bien C, es decir no tiene nada para ofrecer en el mercado y no tienen ninguna ayuda?
En la naturaleza humana, los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas, nunca vamos a decir “ya está, estamos todos satisfechos”, siempre hay cosas por hacer y producir. ¿Cuáles? Yo creo que la gente más sofisticada, la que más se ha preparado, el doctor en física nuclear va a tener muchos más problemas para reinsertarse que el albañil o el que limpia pisos porque los servicios de estos están mucho más extendidos. Sin embargo el doctor en física nuclear tiene un problema mayor, cuando diga en la isla “te ofrezco mi trabajo soy doctor en física nuclear”. La gente va a decir: “¿qué es doctor, qué es nuclear y qué es física? Nosotros acá necesitamos a alguien que are, no doctores en física nuclear”. Si se empecina en prestar el servicio de doctor en física nuclear va a estar desempleado, pero ese desempleo va a ser voluntario. Lo importante es indagar para qué los demás lo necesitan a uno, no lo que a uno se le ocurre que debe ser su trabajo. La tragedia del desempleo que estamos viviendo, como consecuencia de impuestos al trabajo –básicamente la tasa de capitalización está marcando 100 y los impuestos al trabajo lo ponen en 120- golpea a quienes más necesitan trabajar. Pongamos un ejemplo exagerado: si el gobernante que hoy tenemos en la Argentina decide establecer un salario mínimo vital y móvil para todos los argentinos de 40.000 dólares mensuales – suponiendo que el poder de policía funcione bien y nadie pueda contratar a bajo de 40.000 dólares- ¿qué hace ese decreto? Nos condenó a todos los argentinos a morirnos por inanición, todos deambulamos por las calles, nadie encuentra empleo. Ahora, si la diferencia es muy poca de estos impuestos al trabajo, son los marginales, los que más necesitan trabajar los que están deambulando por la calle. Habitualmente pongo el ejemplo de Estados Unidos, donde en el Este hay un montón de legislaciones y mucha gente desempleada; y en el Oeste hay una proporción enorme de trabajadores en negro, muchos de ellos analfabetos en inglés, y sin embargo -¡Oh, sorpresa!- no hay desempleo. ¿Por qué? Porque están trabajando todos al salario de mercado. Hoy en la Argentina hay cerca de un 40% de trabajadores en negro, ¿por qué trabajan en negro? ¿porque les divierte?, ¿Acaso no saben que si alguien les ofrece 100 y llega fin de mes y los trampea y les paga 80 no pueden ir a los tribunales porque se están autoinculpando? Tienen un montón de riesgos pero trabajan en el mercado negro porque saben que si se blanquean no trabajan.

¿En qué países los mercados funcionan bien como asignadores de recursos?
Creo que es un muy buen ejemplo la Argentina de antes de los gobiernos fascistas de los años 30 y muchos más a partir de los 40. La Argentina con la Constitución del 53, con el espíritu de Alberdi era la admiración del mundo.

En medio de la crisis 2001-2002 el Estado salió a repartir masivamente planes sociales, ¿había otra opción?
La función esencial del gobierno es la de dar seguridad y justicia, que es lo que generalmente no hacen, por eso vivimos de emergencia en emergencia. La crisis mostró muchas actitudes de empresarios y banqueros lamentables. No hay prioridad, ni nada más importante que la palabra empeñada del banquero respecto del ahorrista y su cliente. Y si ocurriera, como ocurrieron, una series de cosas que les dieron manotazos de distinto tipo a los banqueros, se deberían haber enfrentado al ahorrista y decirle: “tengo el patrimonio muy decaído con esta situación, por lo tanto pido esta quita y hago este plan”. No debieron ocultarse tras la fachada del Estado. Tengo en mis pupilas muy grabadas las imágenes de los bancos con las persianas bajas y la gente golpeando y arruinándose la vida. Se ha destruido uno de los ejes más importantes de la sociedad civilizada que es el contrato. El asistencialismo es sacarle a usted para darle al vecino. A veces se habla de solidaridad y de Estado Benefactor, me parece un insulto a la palabra solidaridad y a la sagrada palabra caridad. Si yo le arranco su cartera y se la doy a otro, yo no hice un acto de solidaridad, yo hice un atraco que es distinto. El hecho de que lo haga el monopolio de la fuerza no cambia nada. Por eso la desesperación liberal es poner límites al poder, que el gobernante proteja nuestros derechos y no que los destroce. Por eso las constituciones son para limitar el poder y las constituciones modernas son una lista de aspiración de deseos: “derecho a una vivienda digna, derecho a una motocicleta con cinco caños de escape, derecho a vitaminas, hidrato de carbono”. Eso no son derechos. A un derecho corresponde una obligación, si usted gana mil, todos los demás tenemos la obligación universal de respetarle los 1.000, pero si usted gana mil y dice que tiene un derecho para ganar 2.000, y el gobierno le otorga semejante derecho, quiere decir que otro u otros van a tener que financiarle la diferencia, por lo cual se ha lesionado el derecho de esos otros. Sé que la enorme mayoría de la gente que propone medidas asistenciales lo hace con la mejor buena voluntad, pero lo que importa son los resultados de las políticas y en los últimos 60 años, con los distintos regímenes, partidos y gobiernos hemos seguido la misma política.

¿Cuál es su ideal de modelo estatal? ¿Como debería ese Estado controlar que los mercados sean competitivos y no monopólicos? Visto que después de la década de los noventa quedó la idea de que un Estado pequeño puede perfectamente convivir con mercados privados monopólicos.
Cuando decimos un Estado pequeño, el indicador clave es ver el gasto público. Y el gasto público se duplicó en esa época, o sea que el aparato estatal se agrandó enormemente, financiado con deuda. El gobierno tiene que tener la fuerza máxima para proteger derechos frente a fraudes, engaños y trampas. El monopolio, la prohibición de que otros entren al mercado, es peligroso ya sea privado o estatal. Y estamos rodeados de esos monopolios, privados y estatales. Los mercados cautivos, lo que se ha hecho con las llamadas privatizaciones, es un excelente ejemplo de lo que nunca hay que hacer. Para pasar monopolios estatales a monopolios privados, es mejor no hacer nada, porque el privado va a tener muchos más incentivos para explotar la situación que el estatal.

¿Cómo aclarar las confusiones que hay entorno al pensamiento liberal?
La cuestión es abrir debates y discusiones. Últimamente he visto muchos jóvenes que quieren, dada la crisis, “hacer algo” y entienden que lo que tienen que hacer es actuar en política. Pero no podemos poner la carreta delante de los caballos, primero tenemos que discutir ideas y después abrir un plafón para que los políticos tomen esas ideas. No podemos pretender tener un buen político y después entender cuales son las buenas ideas.
¿Qué opina de la gestión de Lavagna en la renegociación de la deuda?
Hay que hacerlo lo mejor que se pueda, los márgenes de acción son estrechos. El punto que está atrás de eso es cuál es la filosofía de la deuda. Creo que deberíamos incluir constitucionalmente la prohibición de tener deuda pública, obligar a los gobiernos a que se manejen solo por impuestos, por recursos presentes, no pateando la pelota para adelante.

¿Cómo caracterizaría el rol actual de EE.UU en el escenario mundial? ¿Qué análisis hace de su creciente déficit?
Me preocupa su situación. El concepto imperial que tiene lugar ahora en ese país a raíz del tema de Irak. Después del hecho criminal del 11 de septiembre, el tema era Al Qaeda y Afganistán, sin embargo Bush decidió atacar Irak, que no había atacado Estados Unidos, ni lo puede hacer porque no tiene misiles de largo alcance, ni armamento militar para esa empresa. La guerra preventiva es una figura truculenta, peligrosísima. Discrepo radicalmente con la invasión a Irak. Me parece ridículo, estúpido e ingenuo imponer la democracia a los balazos. El aumento de las medidas de seguridad dentro de Estados Unidos ha hecho que se detenga a gente sin juicio previo, que se haya invadido la privacidad de la correspondencia y el secreto bancario: es la talibanización de Estados Unidos. El triunfo de Bin Laden va a ser la destrucción de las libertades civiles dentro de Estados Unidos, el baluarte del mundo libre. Todo esto produce un déficit de 500 mil millones de dólares, el 30 por ciento del producto bruto es deuda estatal. Si hay un problema grave, una patinada de fondo en Estados Unidos, el cono de sombra en occidente va a durar mucho tiempo.

 

 


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