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Cuba: lenta vuelta de lo privado

 
  A pesar de que el Estado cubano maneja casi el 90 por ciento de todos los servicios, los privados comenzaron a tener representatividad en la economía.


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  Desde la asunción de Fidel Castro casi no había competencia.

La Habana (Télam) > En Cuba no hay carteles de publicidad, pero empieza a notarse una tenue competencia entre los servicios estatales y privados, a pesar de que el Estado domina el 90% de la economía. El director de Finanzas y Planificación del Ministerio de Economía de Guantánamo, Carlos Blanco Abreu, afirmó que el sector privado «sólo representa en mi provincia un 3% y eso no puede ser competencia».
Sin embargo, en un recorrido por la céntrica avenida 23, del barrio El Vedado de la capital cubana, se nota el delicado problema del transporte público, ya que los taxis estatales compiten con los llamados «boteros» que establecen tarifas similares.
«Yo me gasto 20 pesos diarios en boteros para ir desde el centro hasta mi casa en Alamar, lo que es un lujo, pero lo prefiero porque ni las guaguas, ni los camellos se pueden tomar en hora pico», dijo Álvaro Machado, un ingeniero que trabaja en las obras de reconstrucción de La Habana Vieja.
También existen las llamadas guaguas y los populares camellos, que son rastras adaptadas con carrocería de ómnibus, de gran capacidad para llevar pasajeros. Pero en ambos casos se observan grandes colas en sus paradas debido a la poca frecuencia del transporte.
El sueldo mínimo fue aumentado este año en un 125%, por lo que un trabajador puede ganar hasta unos 225 pesos cubanos (9,37 dólares), mientras que los que reciben pensiones estatales cobran ahora 150 pesos (6,25 dólares), un 42,8% más.
Pero en Cuba la publicidad está casi eliminada y lo que marca la diferencia en los servicios es fundamentalmente la calidad de los productos que se ofrecen, conocidos en la mayoría de los casos por comentarios de los clientes.
Según la ética socialista que sirve como guía al oficialismo cubano desde que Fidel Castro llegó al poder, en 1959, las empresas privadas prácticamente no deben existir, para que no proliferen las diferencias de clases.
Otras de las reglas del socialismo es mantener en manos del Estado los principales y más rentables medios de producción, lo que reduce la competencia al área de los servicios, donde se suele autorizar la actividad de algunas pocas empresas privadas.
Pero cuando el socialismo se desmoronó en Europa Oriental, en la década del ‘90, Cuba tuvo que buscar alternativas para paliar el llamado «Período Especial» de su economía, en el que escaseaban los productos, incluso aquellos de primera necesidad. Fue entonces cuando se empezó a autorizar varios empleos personales.
En los ‘80 se incrementó el ingreso de turistas extranjeros al país y, además, surgieron los primeros intentos de mini empresas familiares conocidas como Paladares, restaurantes ubicados en las propias viviendas de los cubanos.
Luego se implementaron otros rubros, desde el alquiler de cuartos en los domicilios, servicio de taxis, cafeterías, magos, hasta la fabricación de coronas fúnebres, todos legalmente inscriptos y abonando su correspondiente impuesto.
Pero surgió entonces para el gobierno un gran problema: los servicios privados tienen ahora mayor calidad que los que brinda el sector estatal, incluso cuando estos últimos son más baratos.
Una pizza en un local administrado por el Estado cuesta entre 3 y 6 pesos cubanos, mientras que en un local familiar llega entre los 4 y 8 pesos. «Pero yo prefiero gastar un poco más y comerme una pizza de verdad, con más cantidad de queso», dice Aurora Santos, una joven estudiante de Biología.
Por otro lado, los ingresos percibidos por propietarios de estos miniemprendimientos son superiores a los de un médico, un intelectual o un ingeniero.
«Allá (en EE.UU.) los ingresos son incomparablemente mayores, pero si nos fijamos bien son arquitectos, enfermeros, maestros y médicos los aprobados para emigrar» a ese país, dijo el presidente cubano Fidel Castro durante una aparición en el popular programa «Mesa Redonda».
Por eso, el gobierno cubano comenzó hace más de un año un nuevo proceso de franca centralización de la economía, cerrando las puertas a la tímida iniciativa privada que había anteriormente autorizado, tras reconocer que se hizo en un momento de crisis.
En una resolución, el Ministerio de Trabajo negó otorgar en 2004 nuevos permisos en 40 categorías de autoempleo, así también como se alzaron la partida arancelaria para algunos rubros, tales como los alquileres de cuartos, los cuales podrían significar una competencia para las empresas turísticas.
Un hotel de dos o tres estrellas en Cuba tiene un precio de entre 40 y 60 dólares estadounidenses, pero una habitación doble en una casa particular se puede conseguir entre 15 y 35 dólares.
«Nos ocuparemos de algunas labores realizadas por los cuentapropistas», dijo Castro en la TV cubana, donde puso ejemplos de trabajos como de chapa y pintura o la reposición de motores de heladeras domésticas.
Sin embargo, los pequeños empresarios temen que algún día les cierren las puertas porque «desde 1996 ya no dan licencias nuevas y que de los casi 600 paladares, ahora sólo hay 40».

 

 


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