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Por Adolfo Guinot
«Un día Platón estaba hablando sobre las ideas,
y mencionó la idea de la mesa y la idea de la taza. –‘Por
mi parte, Platón, expresó Diógenes, veo muy bien
la taza y la mesa, pero no veo ni por asomo la idea de la mesa ni la
idea de la taza’. –‘Seguramente, replicó Platón,
porque para ver la mesa y la taza tú tienes los ojos, pero para
ver las ideas que les corresponden tú necesitarías mucho
más entendimiento que el que tienes’. Cuando se le preguntaba
a Platón su opinión sobre Diógenes, respondía:
-‘Es un Sócrates que se ha vuelto loco’».
(Diógenes Laercio, Vida de los Filósofos). «Durante
la oración en el huerto, un hombre tristísimo que había
ido para ver a Jesús, conversaba con Felipe, mientras concluía
de orar el Maestro. –‘Yo soy el resucitado de Naím,
dijo el hombre. Antes de mi muerte me regocijaba con el vino, holgaba
con las mujeres, festejaba con mis amigos, prodigaba joyas y me recreaba
con la música. Hijo único, la fortuna de mi madre viuda
era mía tan sólo. Ahora nada de eso puedo; mi vida es
un páramo’. –‘Es que cuando el Maestro resucita
a alguno, asume todos sus pecados, respondió el apóstol.
Es como si aquel volviese a nacer en la pureza del párvulo».
–»Así lo creía y por eso vengo’. –‘¿Y
qué podrías pedirle, habiéndote devuelto la vida?’.
–‘Que me devuelva mis pecados’, suspiró el
hombre.»
(Leopoldo Lugones, Filosofícula).
«Solón asistía a la representación de
una obra de Tespis. Finalizado el espectáculo, le preguntó
al autor cómo no se avergonzaba de haber acumulado tanto irrespeto
y tanto descaro; y como Tespis le respondiese que nada había
de malo en que aquellas cosas se dijeran para entretener, Solón
se indignó, y dando un fuerte bastonazo en el suelo le repuso:
-‘¡Muy pronto, aplaudiendo y festejando esta clase de
entretenimientos, nos encontraremos con que ellos han corrompido nuestras
costumbres y nuestra patria!’.
(Plutarco, Vidas Paralelas, Solón).
«La creación deja mucho que desear. Confesemos que ha
resultado un fiasco, y hasta que ha sido un poco frangollada. Dios
no ha dado lo que podía esperarse de él y es harto injusto
que pretenda un salario de adoración. A un obrero que trabajara
como él no le aguantarían seis días en una fábrica.
Y esto sin hablar del frío y del calor, de las inundaciones
injustas y de las inicuas sequías, de las pestes, y sin insistir
siquiera en las guerras calamitosas.»
(León Bloy, Exégesis de Lugares Comunes). |
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