|
A las 10 de la mañana, en las
instalaciones de Avenida Aguaribay y María de Churrarín,
comienzan los festejos por el centenario.
Picún
Leufú (enviados especiales) > Más de una
lágrima recorrerá los rostros de quienes asistan hoy
al festejo por el centenario de la escuela Luis Beltrán Mercado
en esta localidad. La institución ha sido para muchos habitantes
de Picún Leufú su segundo hogar, el sitio donde recibieron
cariño, enseñanzas, costumbres y mensajes que aún
atesoran en sus memorias. Esas sensaciones recogidas en generaciones
diferentes pintan de cuerpo entero el rol que ha adquirido esta institución
en un poblado que fue fundado oficialmente hace apenas 33 años.
Atrás quedó la escuela rancho en Cabo Alarcón
y su posterior traslado al pueblo viejo; la escuelita del Río
Limay y la primera construcción en Picún Leufú.
En el tiempo, pero no en el olvido, quedó también la
inundación sufrida en 1971 y los incendios de 1908 y 1985.
Hoy todo es diferente. La Escuela Nº 167 entrega en la actualidad
un blanco cálido en sus paredes gracias a obras realizadas
por el Ministerio de Educación. Y, en su interior, un aroma
a trabajo y sacrificio cotidianos.
Hoy es día de festejos y los actuales alumnos se entremezclarán
con quienes durante años poblaron las aulas por las que pasó
buena parte de los vecinos de esta localidad. No faltará el
reencuentro de personalidades importantes ni los comentarios del pasado.
“Para mí es un orgullo inmenso y un compromiso muy grande
ser la directora del centenario. Además, el objetivo es ayudar
al pueblo a recuperar su propia historia”, expresó María
Inés Grosso. Y agregó que este día era esperado
“con ansiedad y muchas expectativas. Después, empezaremos
a trabajar para crecer más y seguir cumpliendo metas que siempre
existen. Queremos tener mayor comunicación con el pueblo y
sus instituciones, para que esto que yo digo de recuperar la historia
sirva para que esta comunidad crezca”, concluyó.
Una institución solidaria
Por esta escuela pasaron hombres y mujeres de todos los rincones del
pueblo. La mayoría, a la hora de los recuerdos, consideró
fundamental la solidaridad de una institución que, a pesar
de los cambios de edificio y lugares de existencia, nunca dejó
de brindarse a quien lo necesitara.
Elena Caso, de 74 años, ex alumna de la escuela de barro, recuerda
que “las maestras nos regalaban muchos libros y cuadernos y,
con eso, nosotros íbamos a nuestras casas y nos poníamos
en el lugar de ellas a dar clases”. “Instalábamos
todos los preparativos como si fuese nuestra escuelita y enseñábamos
a los más chiquitos; muchos de ellos aprendieron de nosotros
a escribir mamá, papá y algunas cositas más”,
contó con una sonrisa picarona.
Por su parte, Ignacio Jerez, de 73 años, recuerda que él
estuvo poco tiempo en la escuela porque su papá lo mandó
a Neuquén. Sin embargo, expresó que su hermano más
chico salió de Picún Leufú sabiendo el oficio
de zapatero; esto ocurrió “por propia iniciativa del
director quien encargaba los materiales a Buenos Aires y trabajaban
en el horario escolar”, explicó.
Además, “la solidaridad estaba trasladada hasta el ámbito
humano. Siempre se daba de comer y nos entregaban el tradicional chocolate
con galletitas, al principio, y bollitos después”, dijo
Susana Arrospide de Soto, quien llegó a Picún en el
‘74 y a los dos días se presentó como maestra
de la escuela.
La escuela era del pueblo y todos hacían lo suyo para cuidarla.
La calefacción estaba lejos de las manos de un poblado escondido
al Sur de Neuquén. “Todos, para calefaccionarnos, armábamos
grupitos y a la salida de la escuela íbamos a buscar leña
para tener todo listo a la mañana siguiente”, recordó
Gladis Castillo, de 59 años.
Las fiestas, unión del pueblo
Picún Leufú siempre tuvo un lugar de encuentro: la escuela,
ya sea en las fiestas patrias o los festejos de fin de año,
reunió a toda la comunidad. “Con el tiempo se ha ido
perdiendo un poco, pero siempre las fiestas que organiza la escuela
son de gran gala”, expresó Ignacio.
Gladis agregó que “las fiestas de antes tenían
un color extra, ya que todos las esperábamos y reunían
a todos los vecinos del pueblo”. “Participaban nuestros
padres en el armado de los trajes, la semana previa y el día
del acto”, relató.
Teniendo en cuenta este pasado, nadie duda de que hoy todos los habitantes
de esta localidad serán partícipes de una fiesta única
ya que la “escuelita del pueblo” cumple sus 100 años.
Y Picún Leufú va a celebrarlo.
Una verdadera integración
La escuela cuenta con un servicio de educación especial
que atiende a más de 30 chicos.
Picún
Leufú > En el año 1998 se creó dentro
de la Escuela 167 el servicio de educación especial para chicos
con necesidades de educación permanente y transitoria. Éste
ha sido -a decir de las autoridades educativas- el mayor logro de
los últimos años y es considerado por algunos asistentes
como el servicio más tierno de la institución.
Allí, cuatro especialistas y la asistente a cargo del servicio,
Silvia Millaen, atienden a más de treinta chicos en los turnos
mañana y tarde, con discapacidad diagnóstica. Además,
brinda asistencia a chicos de la escuela primaria con dificultades
en su estructura de aprendizaje.
Una sola educación
En este sentido, Silvia Millaen expresó que “los avances
más importantes se han dado al entender que la educación
es una sola”; y agregó que “el estar apartado les
significaría a los chicos un rótulo. Nuestra idea -aclaró-
es sacar la rigidez de la educación y pensar que todos los
chicos deben tener la atención oportuna necesaria y no marcar
rótulos que después los marquen para el resto de sus
vidas”, concluyó.
El porqué de la fecha elegida
En los archivos figura como fecha de fundación el mes de abril
del año 1905.
«Se elige festejarlo el 9 de setiembre, porque justo este año
el 11 (Día del Maestro) es lunes. Ante esto decidimos adelantar
los festejos al viernes y sábado para que pueda concurrir toda
la comunidad”, expresó la directora María Inés
Grosso.
«Desde hace años que en Picún Leufú se
considera este mes el día de la escuelita», contó
una auxiliar. Tal es así que a partir de este año el
11 de setiembre será la fecha oficial de celebración.
El pasado,en anécdotas
“Recuerdo el día en que las maestras nos sacaron a pasear
por primera vez y nos llevaron adonde está la virgencita. Un
lugar alto y puntudo, muy terrible. Subimos con ellas, Patía
y Natacha, y cuando veníamos bajando se nos cayó una
y se peló toda”, Elsa Caso, 74 años, ex alumna.
“En los años ‘70 nadie quería venir a trabajar
a una escuela de estas características, porque los cobros eran
muy irregulares. Recuerdo que nos parábamos en los recreos
para ver si doña Sara, la portera que iba al correo, volvía
con el sobre marrón entre sus brazos. Eso significaba que cobrábamos;
pero ocurría una vez cada tres o cuatro meses”, Susana
Arrospide, 57 años, ex docente.
“Me acuerdo de un acto de Sarmiento. Teníamos una estatua
de él la cual estaba acomodada y pituca; llegó la hora
del acto sin la participación de la comunidad y nos olvidamos
de sacar a Sarmiento y a los chicos que portaban la bandera”.
(La fuente pidió, entre risas, reserva de identidad)
“Cuando me presentaron como nuevo integrante del plantel docente,
Teresa se detuvo frente a la Galería de la Memoria y me dijo:
‘Acá le tenemos reservado un lugar para usted’”,
Ricardo Sandoval, 55 años, ex vicedirector.
“En esta escuela existió el puntero. Digo esto porque
a mí me tocó sufrirlo una vez cuando le ayudé
a uno de mis compañeros a realizar una cuenta en el pizarrón”,
Gladis Castillo, 59 años, ex alumna.
Reflejos de la memoria
Las distintas etapas que vivió la escuela, marcadas
por sus directores.
En 100 años la institución de Picún Leufú
sufrió grandes cambios, pero también tuvo sus alegrías.
Picún Leufú > Con 29 años
de historia, luego de haber sufrido un primer incendio y el posterior
traslado a orillas del río Limay, la Escuela 167 quedó
a cargo del director Hilario Vásquez Adaro, quien relató
de puño y letra la labor desarrollada con tesón en pos
de la institución.
Entre sus escritos figuran las gestiones llevadas a cabo ante las
autoridades para conseguir desde un carro aguatero hasta mejoras para
la escuela, semillas para la siembra y la instalación de un
taller de fabricación de alpargatas.
“Recuerdo que Adaro hacía gestiones en Buenos Aires para
conseguir los materiales con que los chicos pudieran aprender un oficio
y salir de la escuela sabiendo al menos una profesión”,
recordó Ignacio Jerez, ex alumno.
La historia indica que en 1938 Jerónimo Sosa continuó
las gestiones para construir un edificio y el 28 de marzo de 1952
logró instalar una escuela acorde a las necesidades del pueblo.
Ya entrados en los ‘60, la directora María Cardozo organizó
el comedor escolar con apoyo de la cooperadora y una biblioteca que
reunió más de 100 textos.
Desde 1981 hasta 1993, la escuela funcionó como núcleo
Nº 3 a través del programa EMER (de vocación rural).
“Esto posibilitó estar muy relacionado a las escuelas
rurales que venían a compartir jornadas de taller y aprendizaje,
lo cual dio muchas aperturas”, contó Roberto Sandoval,
ex vicedirector del establecimiento.
En 1998 se creó el servicio especial y un gabinete psicopedagógico.
“Ésta es la anécdota más linda y gratificante
de mi gestión como directora. Brinda amor y enamora a propios
y extraños”, afirmó María Inés Grosso.
Tres hitos amargos y resonantes
Todos los vecinos del pueblo tienen presentes los momentos trágicos
de la institución. Picún Leufú
> La escuela del pueblo abrió sus puertas a principios
de abril de 1905 como Escuela Nº 4 bajo la dirección de
Enrique Pérez Petit, en un rancho donado por la señora
María de Churrarín.
El primer duelo ocurrió en el año 1908 cuando sufrió
el primer incendio. Debido a ese trajinar, la escuela quedó
cerrada hasta abril de 1909, momento en que reabrió sus puertas
bajo la dirección de Luis Beltrán Mercado a una legua
del río Limay.
Como segundo trago amargo, figura lo ocurrido en el año 1975.
Esta fecha es recordada porque el río, al desbordarse, ingresó
en el poblado, tras haberse trasladado del viejo pueblo a Picún
Leufú el 19 de mayo de 1974. Por ese entonces la escuela era
conocida como “galería vieja”.
Por último, veinte años atrás, mientras las maestras
esperaban que sonara el timbre para regresar del recreo, un nuevo
incendio destruyó el techo de la galería. Fue el 29
de agosto de 1985; no hubo que lamentar víctimas, pero si la
destrucción total del colegio. De todas maneras, las clases
se siguieron dictando en dos salones prestados por vecinos de Picún
Leufú.
Susana Arrospide, con sus ojos a punto de lagrimear, recordó
al respecto que “fue lo más triste de mi vida. La sensación
era que se había quemado mi propia casa”. Y agregó:
“Teníamos calefacción a leña con salida
afuera, agarró el material del techo y empezó a propagarse
por toda la galería. En una hora no quedó nada -precisó-.
Sacamos a los chicos al patio, los mandamos a su casa y no pudimos
hacer nada”.
Al poco tiempo, con la ayuda de todo el pueblo, la escuela fue reconstruida.
|
|