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Daniel Alonso
Enviado Especial a Rosario
Rosario > “Piense en carbono, piense en
dólares”. La frase, como una gigantografía, se
desplegó en las pantallas, mientras el investigador del Usda,
Donald Reicosky, la repetía como un eco que retumbaba “en
estéreo” a través de su traductora.
La imperiosa y estratégica necesidad de cuidar y enriquecer
los suelos con materia orgánica, sumada a la incipiente posibilidad
de transformar esa práctica en créditos de carbono,
fue uno de los temas que dominó las conferencias y las charlas
de pasillo del 13º Congreso Nacional de Aapresid, que se desarrolló
en la Bolsa de Comercio de Rosario.
Está claro que el más importante capital que tienen
los agricultores es la tierra y que de su “salud” depende
el resto de la cadena, tanto productiva como generacional. Pero no
sólo el clima y el tipo de suelo condicionan la presencia de
materia orgánica: también el manejo es clave.
Por esa razón, el cambio de paradigma que significó
pasar del modelo de labranza a la siembra directa es, para Aapresid,
la “oportunidad” de corregir los errores del pasado y
asegurar “sustentabilidad” al campo.
“La siembra directa no es siembra directa sin carbono”,
exclamó otro estadounidense, Dwayne Beck, del South Dakota
Lakes, quien comparó a los microorganismos subterráneos
con animales vacunos.
“Son como el ganado. No se llevan bien con una dieta que no
sea balanceada”, agregó. El especialista hizo hincapié
en la fertilización con nitrógeno y cultivos de cobertura
para mantener ”alimentado al ganado” y agregar “tiempo
biológico” al esquema.
La comunidad
La materia orgánica es una especie de comunidad edáfica.
El efecto contraproducente de la labranza convencional es, precisamente,
romper esa asociación de residuos, sustancias húmicas
y biomasa microbiana, al permitir el violento ingreso de oxígeno.
Las rotaciones y coberturas, en cambio, le otorgan un “techo”
bajo el cual puede desarrollarse con raíces vivientes que evitan
la compactación. Beck arrojó un poco más de luz
al advertir que, con una materia orgánica del 1,5 por ciento,
la retención de agua no supera los 20 kilos, mientras que con
4,5 por ciento, la captura del líquido se eleva hasta 90 kilos.
Pero aunque parezca una verdad de perogrullo, “sembrar sin arar
no es suficiente para cuidar la salud del suelo”, afirmó
Gustavo Moscatelli, del Instituto de Suelos del Inta, quien también
advirtió que la degradación está “enmascarada
por la tecnología”.
El especialista instó a los productores a realizar sus propias
evaluaciones a través de la “valija de campo” –basada
en las prácticas de John Doran– para medir ciertos indicadores.
De todos modos, el desafío está en cómo elevar
el porcentaje de materia orgánica en suelo.
Juan Galantini, de la Universidad Nacional del Sur, consideró
que la ausencia de laboreo ayuda a la redistribución en los
primeros 10 centímetros, pero que el aumento depende de la
cantidad y calidad de rastrojos, además de la fertilización.
Por su parte, Alfredo Lattanzi, del Inta Marcos Juárez, señaló
que la combinación de gramíneas y leguminosas es uno
de los caminos a seguir. En su exposición, Lattanzi aportó
las conclusiones de un estudio de largo plazo en un suelo argiudol
típico del sudeste cordobés.
Los ensayos demostraron que los sistemas mixtos con una rotación
de trigo/soja-maíz y pasturas perennes en base a alfalfa permiten
una mejor recuperación de la materia orgánica lábil.
El mismo esquema agrícola sin cobertura continua arrojó
una captura de carbono de más de 50 toneladas por hectárea,
con un interesante porcentaje de materia orgánica hasta 15
centímetros. El problema está de allí en adelante.
“A la siembra directa le cuesta introducir carbono a más
profundidad”, reconoció Lattanzi.
Mercado de bonos
Luego del anuncio de la Bolsa de Comercio porteña sobre la
futura cotización de bonos de carbono en ese recinto, los tiempos
parecen haberse acelerado en el país.
En tal sentido, trascendió que ya se trabaja en la formación
de un fondo argentino de carbono, cuya misión será la
financiación y compra anticipada de certificados de Mecanismos
de Desarrollo Limpio (MDL), para luego hacerlos cotizar o venderlos
en el mercado.
El anuncio fue formulado por el presidente del Banco Bisel, Guillermo
Ferraro. “Si bien la Argentina no tiene obligaciones, los países
que sí están alcanzados por las exigencias del Protocolo
de Kyoto comprarán carbono a terceros”, indicó
el ejecutivo.
Entre proyectos oficiales y privados habría alrededor de tres
mil millones de dólares en fondos para adquirir certificados,
y el interés en Europa hizo trepar el valor de la tonelada
de carbono, que pasó de cinco dólares a 25 dólares
en los últimos meses.
“Las reducciones de carbono son un activo transable y en Chicago
ya hay 200 operadores”, precisó Ferraro, quien adelantó
que el Banco Bisel tiene en la mira a la siembra directa y a la producción
de biodiésel como potenciales clientes, aunque no avanzó
en detalles financieros.
La operatoria requerirá la triangulación a través
del futuro fondo ya que, por el momento, la única puerta que
el país tiene para ingresar a este terreno son los MDL, que
se tramitan a través de la Secretaría de Ambiente y
Desarrollo Sustentable.
Experiencia
En Estados Unidos, y pese a que los valores son ínfimos en
comparación con las cotizaciones en la Unión Europea
(la tonelada cotiza a 1,2 dólar), el mercado de bonos de carbono
ya cuenta con varios protagonistas. Uno de ellos es el Chicago Climate
Exchange, que tiene con una especie de “tabla” para determinar
las tasas de secuestro.
“En siembra directa continua se fijó 1,07 tonelada anual
de carbono por hectárea, mientras que con pasturas, la tasa
es de 1,60 tonelada”, comentó Charles Rice, de la Universidad
de Kansas (Estados Unidos), quien aludió al papel que juegan
las organizaciones intermedias en estados como Iowa o Nebraska, al
canalizar las demandas de potenciales compradores hacia grupos de
productores agrícolas (hay más de 100 mil hectáreas
certificadas).
Por el momento, Aapresid descartó la posibilidad de cumplir
ese rol en el país, pero confirmó que propiciará
el nacimiento de un foro en el país. “Vamos a certificar
los procesos de calidad en siembra directa y en suelo como promoción
de prácticas sustentables”, anticipó el titular
de la entidad, Jorge Romagnoli.
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