El sábado, en cinco canchas
del predio Los Membrillares, comenzará
el torneo Clausura –el segundo del año- con 40 equipos
distribuidos
en las categorías A, B, C y D.
Neuquén > El fútbol
como fenómeno popular y masivo, tiene en Neuquén desde
hace ya 31 años una importante posibilidad de ser protagonista
del juego para los estudiantes, graduados, docentes y no docentes
de la Universidad Nacional del Comahue. El Departamento Deportes a
través de la interesante gestión de Gilberto Machado
Gómez, pone en marcha sábado a sábado 20 partidos
de sus cuatro divisiones (A, B, C y D), en el predio Los Membrillares,
ubicado en el barrio Confluencia.
En alguna época, el certamen llegó a contar con 52 equipos
participantes y el sábado próximo dará comienzo
el torneo Clausura, con la participación de 10 equipos por
categoría. “La finalidad de la Universidad fue siempre
tener una actividad recreativa. El estudiante, el graduado, el docente
y el no docente tiene una actividad de conjunto y prácticamente,
con el único requisito de presentar una lista de buena fe por
equipo”, expresó Machado Gómez.
¿Cómo nació el fútbol universitario?.
Oficialmente los torneos ya tienen 31 años. Comenzó
en el ’74, en el predio de Zoppi, en Cipolletti y la Facultad
Agraria, en Cinco Saltos. Luego, en Cuatro Esquinas; en la calle Luis
Beltrán al 1.000; en la cancha de la cárcel y otra que
había el aeropuerto de Neuquén. Pasamos un breve tiempo
por Atlético Neuquén, la chacra de Independiente y Judiciales,
para establecernos finalmente en el predio Los Membrillares. Lo importante
es que en las distintas gestiones que tuvo la Universidad, todos los
funcionarios permitieron la continuidad de esto.
¿Cuánta gente trabaja en la organización?.
La organización corre por cuenta del Área Fútbol
del Departamento Deportes de la Universidad, que en rigor está
bastante desmembrado. Luego de la jubilación de Gabriel Castillo,
que fue quien inició esto, estuve sólo durante muchos
años y ahora, hay un empleado administrativo que me acompaña.
Desde el comienzo y hasta final de cada torneo, todos los lunes a
las 21 se reúnen los representantes de cada equipo. Ellos mismos
designan a quien le toca venir como delegado.
¿Y los costos que demanda la competencia?.
Hace algunos años llegó un momento en que tuvimos que
decir: ‘muchachos ya no nos prestan nada’. Y buscamos
la forma de cubrir los costos de alquiler de las canchas. Conseguimos
autofinanciarnos y de esa forma, salimos adelante. Por ejemplo, el
cuatrimestre pasado, cada equipo pagó 190 pesos, aproximadamente
10 pesos por jugador. Y otra de las particularidades es que cada equipo
tiene que designar un árbitro (del grupo de jugadores), para
dirigir durante una jornada completa en cada cuatrimestre.
¿Y no debe ser simple asumir esa responsabilidad?.
Lo importante es que nos hemos encontrado con abogados, contadores,
gerentes de banco, profesores o el caso de un fiscal, dirigiendo o
colaborando como juez de línea. Siempre tratamos de protegerlos.
Quien dirige un partido lo hace porque es solidario y principalmente,
es honesto. El árbitro, en este torneo, es lo más importante.
Hay que respetarlo aunque se equivoque, de lo contrario no se puede
jugar. El espíritu de esto sirve de estímulo para el
estudiantado, porque tanto como delegado, árbitro o juez de
línea, saben que tienen que asumir un compromiso, una responsabilidad.
La gente también apoya con su asistencia a los partidos.
Los tiempos han ido cambiando y el estudiante comenzó a llevar
a su novia a mirar los partidos. Hoy, además de muchos padres,
podemos contar con la hermana o la amiga, una compañera de
estudios, tíos, abuelos y algunos llevan a su señora.
Entonces, podemos decir con satisfacción que hemos logrado
atraer a la familia.
La pasión de toda la vida
Gilberto Sandalio Machado Gómez vino en el ’73 por tres
meses como refuerzo de Cipolletti para el Nacional de primera división
y se quedó para siempre en la región. Hace 19 años
que trabaja en Deportes de la Universidad y reconoce que “la
mayor satisfacción personal para un hombre de fútbol
de toda la vida, es poder compartir y convivir con chicos que seguramente
sienten la misma pasión. En un país futbolero y trabajando
con jóvenes, uno se renueva permanentemente. A mí me
hace bien, porque siento que hay un aprecio mutuo”.
El moreno defensor arrancó varias veces en La Visera el clásico
“uru-guayo, uru-guayo” por la también característica
garra charrúa. Llegó al albinegro desde Deportivo Morón,
después de haber jugado en Nacional, Liverpool y los seleccionados
juveniles de su país natal. En Cipo actuó hasta el ’78,
cuando pasó a Independiente de Neuquén, donde jugó
un par de temporadas. Luego, durante casi 20 años fue técnico
de las categorías formativas y alternó la conducción
de los equipos superiores de los rojos.
“En fútbol se puede discutir, pero cuando uno cumple
varias funciones a la vez, hay que tener mucho equilibrio en las decisiones.
A mí creo que me favorece la trayectoria deportiva que me permite
tener una buena relación con los chicos. Podemos discernir,
pero siempre dentro de un marco de respeto. Hay un reglamento, pero
en definitiva se trata de que vengan a jugar y cuando vuelvan a sus
casas puedan decir que la pasaron bien”.
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