“La universidad no valoriza la transferencia
de conocimiento: en un currículum vale la cantidad de publicaciones
en revistas científicas pero no la transferencia de un saber”
dice la socióloga Susana Aparicio tratando de explicar el por
qué la pobreza rural lleva años de silencio en la agenda
pública. Aparicio es especialista en sociología agraria
y desarrollo rural. Da clases en la universidad de Buenos Aires en la
Facultad de Ciencias Sociales y de Agronomía. Es investigadora
independiente del CONICET y ha trabajado en el seguimiento del Proyecto
de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios (PROINDER),
dependiente de la Secretaría de Agricultura de la Nación.
Entre los desafíos y problemas del sector agropecuario,
la pobreza rural suele quedar relegada, ¿por qué?
Yo creo que la causa por la que existe poca conciencia acerca de la
pobreza rural tiene mucho que ver con la visión de un país
de una temprana urbanización, Argentina es un país que
tiene una alta tasa de población urbana desde principios del
siglo XX, pero además, predomina la idea del campo agroexportador,
dinámico y altamente tecnologizado, que funciona relativamente
bien y es proveedor de más del 50 por ciento de las divisas
del país. Ese agro existe. Es cierto que el país está
entre los primeros exportadores mundiales de limón, miel y
soja, pero también hay otro problema que es menos conocido
que es el del sector agropecuario y su relación con la ocupación
territorial. Los niveles más altos de pobreza estructural en
la Argentina están en las zonas rurales.
¿Cómo se planteó históricamente
el tema de la pobreza rural?
En la etapa sustitutiva de importaciones, mientras hubo gobiernos
que tenían en su horizonte un Estado de bienestar y que buscaban
fortalecer el mercado interno, pensemos en la década peronista
del 50, la gente del campo migraba a las ciudades en busca de empleo.
Los que se quedaban podían seguir colocando sus productos tradicionales
en el mercado interno, porque tenían precios sostén.
Es la época del desarrollo de la educación en las escuelas
rurales hechas por el Estado, lo que les daba a los pobladores rurales
la posibilidad de elevar su calidad de vida. Toda la etapa posterior
que empieza con la apertura de la economía a partir de 1975-76
hay un agro dinámico en algunas producciones y absolutamente
heterogéneo. Aumenta la heterogeneidad social y la pobreza
rural que siempre existió aparece mucho más arrinconada.
No hay un mercado interno laboral al que migrar porque la tasa de
desempleo es muy alta en las ciudades y los productos del campo son
sustituidos por productos importados en muchos casos. Por lo tanto,
las familias no tienen buenos ingresos y son escasamente demandantes.
Todo esto arrinconó a esa población rural a situaciones
de extrema pobreza. Con escasas oportunidades de empleo, con escasos
ingresos, con baja inversión pública en las zonas rurales,
el panorama de estos sectores es hoy mucho más grave. Además
hay que sumar los problemas de tenencia de la tierra y que en la década
de los 90 se eliminaron todos los convenios de corresponsabilidad,
que significaban que los pequeños productores pudieran acceder
a una pequeña jubilación, en algunos casos.
¿Cómo fue la inversión pública
en el campo?
Yo creo que el Estado siempre interviene, aún cuando no hace
nada. En las zonas pobres no hubo inversión, eso es clarísimo.
Se cerraron escuelas por baja cantidad de alumnos, es decir que hubo
una desinversión. Las inversiones fueron en puertos, electricidad,
gas, caminos: infraestructura que hace a la economía agroexportadora.
Todo ha sido en función de abaratar costos de la exportación.
Y hubo inversiones en el región pampeano en silos, maquinarias
y demás pero hecha por productores, no por el Estado. Para
los productores medios esto significó endeudarse con los bancos
y no poder pagar.
¿Qué características tiene la pobreza
rural?
Hay una característica básica que es la de los bajos
ingresos. En el 2001, los datos nos daban que una familia de seis
miembros tenía un ingreso anual promedio de 3.000 pesos. Si
a eso uno le suma que tienen que acarrear la leña porque no
hay gas – y que si lo tuvieran no lo podrían pagar- que
viven lejos de la escuela, lo que les dificulta el acceso a la educación
y que los servicios de salud han disminuido muchísimo en las
zonas rurales pobres, estos indicadores dan cuenta que se está
ante un cuadro de mucha gravedad.
¿En qué provincias o regiones se concentra
la pobreza rural?
En todas las provincias hay una fuerte importancia de la pobreza rural.
Las zonas rurales tienen una estructura de población con necesidades
básicas insatisfechas más altas que las de las zonas
urbanas. Otro tema es que la pobreza rural se la enfoca sobre las
familias y no se la relaciona con la infraestructura social existente.
Como decía antes, en el campo se cerraron escuelas y eso no
lo cuentan en pobreza, pero los hijos de los pobres no pueden trasladarse
a otro lugar a estudiar. Entonces esos chicos van a terminar con una
escolaridad más baja que la que tuvieron sus padres.
¿Cómo se puede empezar a revertir esta pobreza?
En primer lugar, creo que es indispensable tomar conciencia de que
es un problema. Segundo, teniendo conciencia que ese problema repercute
sobre una estrategia de desarrollo territorial armónico del
país. No se han agravado solo las desigualdades sociales sino
también las territoriales. Un proyecto nacional debe tener
en cuenta la equidad interregional. Tercero, creo que para atacar
la pobreza, se habla mucho de políticas focalizadas y hay que
tener cuidado con eso. Yo estoy a favor de las políticas universales.
Ante las dificultades que presenta vivir en el campo, ¿qué
hacer con los pobladores rurales? ¿Se los puede tratar de contener
para que no migren a las ciudades?
En ese sentido personalmente soy muy individualista. La gente decidirá
lo que le venga mejor en términos de su calidad de vida. Pero
creo que en términos de una política nacional es distinto:
el despoblamiento rural en un país extenso tiene un sesgo de
inequidad fuerte. Y hay que tener en cuenta que la gente en general,
cuando uno le pregunta, dice que quiere seguir viviendo en su lugar
y quiere que su lugar se valorice. Pero también agregan: “los
hijos no se pueden quedar acá, ¿para qué? Para
volver a hacer lo mismo, para volver a ser pobre”. Ahora la
gente quiere seguir viviendo en el campo pero en buenas condiciones,
por algo las clases medias altas se van a vivir a zonas donde pueden
tener una mayor relación con la naturaleza, en la Argentina
y en los países desarrollados.
¿Cuáles son los problemas de tenencia de la
tierra?
Hay dos problemas en relación a la tenencia de la tierra. Uno
es el endeudamiento hipotecario, típico de lo que eran los
sectores medios agrarios que se han endeudado bancariamente y tienen
los campos hipotecados. De ahí surge el movimiento de Mujeres
en Lucha, para defender sus campos. Y el otro problema es la falta
de la legalidad de la tenencia.
¿Cómo se define lo que son los sectores medios
agrarios? ¿Por cantidad de hectáreas?
No se los define por propiedad de hectáreas, que es de un valor
distinto en cada región o provincia, sino por los niveles de
capitalización que tienen. Un productor medio tiene tractor,
el productor siempre se ocupa de la gestión, alguno de sus
hijos puede manejar el tractor pero tiene una gestión más
empresarial y con un nivel de capital más importante, en maquinaria
o en animales. Cuando yo hablo de sectores pobres estoy hablando de
gente que en infraestructura tiene no más de 20 mil pesos.
En los sectores medios hay un endeudamiento bancario y hay peligro
de venta de tierra. En los sectores más pobres el problema
es de legalidad de la tenencia. No se hacen las sucesiones, entonces
no hay escrituración, es muy caro para una familia que tiene
3.000, 4.000 pesos de ingresos pagar una escritura, necesita comer
con esa plata. ¡Y no tienen escrituras desde hace años!
Después, hay zonas donde hay posesión histórica
por parte de pobladores de la tierra pero que nunca les han sido dadas
en propiedad, y son ellos los que han hecho las inversiones, han desmontado,
han sembrado, han alambrado en campos desocupados que por años
nadie reclamaba y cuando aparece alguna producción que es rentable
aparece una amenaza de desalojo. Hay comunidades aborígenes
que tampoco tienen legalizada la tenencia. En la Argentina hay pocas
tierras fiscales, la mayor parte de la superficie tiene regímenes
legales de propiedad. Sin embargo, las propiedades o están
ejecutadas o no tienen la documentación legal correspondiente
que les permita a quienes viven ahí ser verdaderos propietarios.
Esto lleva también a que los productores pobres tengan nula
posibilidad de acceso al crédito, excepto a los créditos
promocionales que puedan obtener de parte del Estado y no en el sistema
bancario, que en general pide garantías reales.
¿Existe el riesgo de que la Argentina se convierta
en un país monoproductor de soja?
Uno no recomienda a nadie que tenga, ni individualmente ni globalmente,
todos sus ingresos en un solo producto. Y ningún productor
lo ambiciona. Sin duda que la soja no es un producto que se pueda
expandir por todo el país. Un modelo equilibrado debe tender
a la diversidad, y hay indicios en ese sentido, se están haciendo
fuertes esfuerzos para que la Argentina coloque en el mercado mundial
otros productos. Para eso se necesita cierta estabilidad de las políticas.
¿Hay información en la población rural
sobre los procesos de desertificación y sobre los problemas
medioambientales?
Una tesis de doctorado que leí hace poco muestra que la gente
tiene conciencia del deterioro del suelo, en zonas centrales de producción
agroexportadora; pero que en el corto plazo todas las inversiones
que hicieran para sostener el recurso suelo o la posibilidad de alternar
soja con ganadería no eran rentables. Por lo tanto el conocimiento
existía pero la posibilidad de poner en práctica el
conocimiento no existía económicamente.
¿Qué sectores rurales necesitan asistencia
en forma más urgente?
Sin duda, los sectores rurales y periurbanos de pequeños poblados
necesitan una discriminación positiva. Para asegurar que sus
niños puedan ir a la escuela, que puedan tener acceso a la
salud y que puedan tener un ingreso digno proveniente del trabajo
que hacen todos los días y que puedan tener seguridad alimentaria.
Existen programas que tienden a eso, el programa Pro-huerta que fue
creado en el 89 se dedica a dar insumos para huertas familiares. Ahora
hay programas que están teniendo un mejor flujo de recursos.
¿Cuál es el origen de estos recursos?
Los programas de pobreza rural en la Argentina, que empiezan en el
años 85-87 en general son iniciativas del gobierno nacional.
En los años 70 hubo una experiencia de reconversión
de áreas de minifundios pero que duró muy poco fue entre
1973 y 1974, pero por los cambios de orientación en la política
económica fueron desmantelados. A partir de la vuelta a la
democracia empezó a haber iniciativas desde el estado nacional
y desde algunos estados provinciales que han tenido programas destinados
a pobreza rural. Para ciertos programas de la secretaría de
Agricultura se le ha pedido recursos y asistencia técnica a
organismos internacionales, como una agencia de la FAO y al Banco
Mundial. Estos son programas con tasas preferenciales y con muchos
años de gracia.
¿En qué consiste el Programa Social Agropecuario?
El Programa Social Agropecuario empieza en el año 1993 está
destinado a sectores pobres agrarios. Da créditos a nivel grupal
con asistencia técnica para mejorar el auto consumo, para diversificar
la producción y para incorporar valor a la producción
en forma grupal. Las inversiones en sectores pobres tienen una rentabilidad
de largo plazo, entonces conviene que sean subsidios y no créditos
porque el retorno es de largo plazo. Son créditos muy promocionales.
El PROINDER da una subsidio de 3.000 pesos a cada familia.
¿Qué tiene que hacer una persona que quiere
recibir el subsidio?
Es bastante sencillo porque en cada provincia existe una unidad ejecutora
provincial formada por un coordinador nombrado por la Secretaría
de Agricultura de la Nación, un representante del gobierno
provincial, un representante del INTA, un representante de las organizaciones
no gubernamentales y dos de los productores. En ese equipo provincial
es donde se financia inclusive la formulación de un proyecto
para un grupo de productores. Para acceder al beneficio tienen que
tener necesidades básicas insatisfechas y dedicarse a la producción
agropecuaria principalmente. Se dirigen a la unidad provincial y piden
que un técnico los visite y de ahí en más en
un término de dos o tres meses pueden formular un proyecto
productivo y recibir plata y la asistencia técnica.
¿Cómo es la participación del técnico?
Esa es otra cuestión. Las universidades están muy orientadas
a que la producción sea altamente empresarial. Hay muchos técnicos
muy comprometidos con los sectores pobres y que han leído y
que se han ido formando en lo que se llama metodologías de
educación popular pero esta no es una corriente instalada en
las universidades. Es novedoso que en la Facultad de Agronomía
de la Universidad de Buenos Aires haya una especialización
en desarrollo rural orientada a formular proyectos para campesinos,
pero no existe una formación sistémica en el tema. Las
universidades producen mucha información pero en general sobre
la región pampeana. Esto tiene que ver con la orientación
de los financiamientos. Cuando uno mira los financiamientos no están
orientados hacia la transferencia de conocimiento. La universidad
no valoriza la transferencia de conocimiento: en un currículum
vale la cantidad de publicaciones en revistas científicas pero
no la transferencia de un saber.
¿Es posible desde las condiciones de pobreza extrema
armar un proyecto productivo y generar riqueza? ¿No es una
forma de que los pobres se tengan que hacer responsables de su pobreza?
No yo no creo que sea imposible para nada. Por suerte en
Argentina la gente quiere trabajar y vivir mejor con su trabajo. La
gente tiene conciencia de que su problema principal es el empleo y
por ende el de los ingresos. En un punto de crisis es indispensable
que se subsidie, no estoy en desacuerdo con eso. Pero la gente no
quiere ser subsidiada, es eso lo que no escucha en el campo. En todo
caso se puede discutir cómo subsidiar, pero no se escucha a
nadie plantear que el subsidio se mantenga como un morigerador del
conflicto. Hasta los sectores más partidarios de la economía
de libre mercado y concentrados no se atreven a decir que hay una
sobrepoblación que debe ser subsidiada en forma permanente
porque la Argentina es incapaz de generar empleo para todo el mundo.
Por algo no se atreven. Ahora, hay que tener en claro que ningún
pobre va a dejar un subsidio que tiene garantía de cobrar por
un trabajo de un mes en el que no sabe si le van a pagar y que es
sin jubilación, sin aguinaldo. Cualquier ser humano pobre o
rico lo pensaría dos veces, muchas veces optaría por
no dejar el subsidio.
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