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Según Alejandro Horowicz, autor del,
ya clásico ensayo, Los Cuatro Peronismos. Historia de una metamorfosis
trágica, el kirchnerismo sigue siendo parte de la cuarta versión
del peronismo -esa que se inaugura con la muerte de Perón en
1974- pero con una particularidad: “La letra es la del cuarto,
pero la música es la del tercero”, sostiene. Para resolver
esa tensión y lograr una armonía entre letra y música,
dice que hacen falta mayores exigencias de la sociedad hacia el gobierno
y una dirigencia que se decida a apostar a una estrategia continental.
Horowicz, titular de la materia “Los cambios en el sistema político
mundial” en la carrera de Sociología de la Universidad
de Buenos Aires, acaba de publicar El país que estalló.
Antecedentes para una historia argentina, donde sostiene una tesis polémica,
para él el 25 de mayo de 1810 no es la fecha en que el Virreinato
del Río de la Plata dejó de ser una colonia. De eso también
habla en esta entrevista.
A 59 años del 17 de octubre de 1945, ¿qué
quedó de esa fecha?
Nada. Es una fecha simplemente nostálgica que remite en la
memoria de argentinos que tienen más de 40 años a un
momento en donde su pasado se vinculaba con un cierto futuro nacional
en el que ya ni ellos creen. Para los menores de 40 no quiere decir
ni eso.
¿Cuándo pasó a ser una fecha nostálgica
el 17 de octubre?
Después de la muerte de Perón y del golpe de Estado
del 76, el 17 de octubre pasó a ser otra cosa.
Según su interpretación en Los Cuatro Peronismos
con la muerte de Perón nace el cuarto peronismo. ¿Hoy
en qué número de peronismo estamos?
Seguimos en el cuarto peronismo, de una versión curiosa porque
la letra de este peronismo es la del cuarto y la música es
la del tercero (el de los años 70). Pero entre la letra y la
música hay una tensión escandalosa que todos notan.
Basta recordar, la desigual distribución del ingreso. Esto
no es responsabilidad del doctor Kirchner, lo cierto es que su gobierno
no ha hecho demasiado por corregirlo. Para tocar la música
y la letra del tercer peronismo haría falta que la sociedad
argentina tuviera otra clase de exigencia. Porque podemos decirle
al doctor Kirchner muchas cosas, pero no es que ha desoído
gigantescas movilizaciones populares que reclamaban tal o cual cosa.
En un país donde hay 14 a 18 millones de víctimas es
muy difícil entender la tranquilidad social existente. Es asombroso,
no como dice la derecha que las movilizaciones piqueteras son peligrosísimas,
sino que son escandalosamente escasas y pobres. Es increíble
la incapacidad de la sociedad argentina para establecer relaciones
significativas entre lo que le pasa en distintos ordenes, por ejemplo
el juicio a la AMIA y la famosa cuestión de la seguridad. Esto
muestra una pavorosa incapacidad para reflexionar sobre la inmediatez.
La tensión entre la letra del cuarto peronismo y la música
del tercero, ¿cómo se puede llegar a resolver?
Es obvio que ni un intendente ni un gobernador fija la política
nacional. Ahora, la idea de que Kirchner sí la fija es una
idea que tiene un grado de ingenuidad peligrosa. La escala de la decisión
política hoy ya no es más esa, es una escala que solamente
puede reconsiderarse a un nivel similar a los estados unidos de Sudamérica.
El Mercorsur tiene que ser una estrategia para recuperar capacidad
de decisión, de fijar ordenes de prioridades, de determinar
políticas que tengan la masa crítica suficiente para
alcanzar un cierto nivel de eficacia. El gobierno de Lula es el único
interesado en ir en esta dirección y la Argentina avanza remontada,
porque la política argentina nunca excede la interna de una
circunscripción importante. Creer que el conocimiento que diferencia
a cuatro caciques y siete negocios conforma un horizonte analítico,
nos remite a la naturaleza del horizonte analítico de la sociedad
argentina.
Dentro del cuarto peronismo, ¿cómo se pasa
del menemismo al kirchnerismo?
Por la explosión. El bloque de clases dominantes en la Argentina
es de tal ineptitud que no es que la convertibilidad cayó como
resultado de la lucha popular, cayó simplemente porque la cuenta
estaba tan mal hecha que implosionó. Uno puede determinar distintas
políticas monetarias posibles, lo que uno no puede determinar
es que ha renunciado definitivamente a tener política monetaria.
El propio Cavallo cuando intentó tocar algunos elementos, dar
marcha atrás a la convertibilidad vía una canasta de
moneda, le saltaron encima como si fuera un asesino. Y los que le
saltaban encima no eran solamente los máximos interesados en
la succión bombeo, es decir la elite bancaria y las empresas
privatizadas, sino la propia sociedad argentina: votan a De la Rúa
para que conserve el uno a uno, para tener una convertibilidad sin
corrupción.
¿Es miedo al cambio?
Si uno mira la sociedad argentina después del proceso podría
decir que se constituyó algo así como una mayoría
amorfa, una mayoría que se propone evitar lo que logra. Para
evitar el golpe de Estado: Alfonsín, la Obediencia Debida,
el Punto Final y continuar con la misma política económica
del proceso. Es decir, para evitar el golpe de Estado, volver innecesario
el golpe de Estado. Para evitar el estallido inflacionario: la convertibilidad...
hasta que estalla. Es una sociedad que no puede pensarse en una tendencia
a la modificación sistémica, que es una necesidad estructural
del capitalismo. Una sociedad tan golpeada frente a cada cambio, en
una dirección tan profunda y sistémicamente negativa,
no puede distinguir una cosa de la otra y esta incapacidad de distinguir
la amorfiza porque todo aquello que signifique modificar algo la aterra.
Y lo que la aterra la inmoviliza y le quita toda posibilidad de reconsiderar
cualquier otra dirección que no sea la misma que la aterró.
¿Quiénes no están interesados, no están
haciendo los suficiente para avanzar hacia una estrategia continental?
Cuando Martinez de Hoz terminó su gestión económica
en la Argentina había 33 grupos económicos que transaban
el 70% del producto. De esos 33 grupos económicos sobreviven
cinco o seis, todos los demás vendieron. Cuando el CEO de una
multinacional recibe varios llamados simultáneos de sus gerentes
generales en distintas partes del mundo, entre ellos el de Buenos
Aires, ¿por qué no le da prioridad al de Buenos Aires?¿Es
una especie de racismo sudamericano? No, es la insignificancia de
su lugar en el juego, eso es todo. Ahora, ¿esto qué
nos está diciendo? Nos está diciendo simplemente que
éste nivel de marginalidad política es una conquista
que supimos conseguir, no es un punto de partida. En 1950 el producto
bruto de la Argentina era igual al de Brasil, hoy es el 50%. En 1910,
la Argentina era en materia de distribución mundial del ingreso,
el sexto o séptimo país del mundo, según se saque
la cuenta. Para que se entienda: venimos en caída libre desde
el 1929 en adelante.
En El país que estalló propone “hurgar
en las costuras del discurso de la historia oficial”. ¿Alguna
de ellas merece nuestra urgente atención?
Demos un ejemplo para entenderlo. La nación Argentina está
persuadida de que las islas Malvinas son parte de la nación
Argentina. Y no se trata de discutir si las islas Malvinas pueden
seguir siendo o no una colonia británica, solo un gigantesco
malentendido puede sostener esta encantadora trivialidad. Porque uno
puede decir que las islas Malvinas nominalmente integraron el virreinato
del Río de la Plata – hasta ahí estaría
en lo cierto- pero la relación entre las Malvinas y la Argentina
es mucho menor que la relación entre Uruguay y la Argentina,
entre Bolivia y la Argentina o entre Chile y la Argentina. ¡Y
a nadie se le va a ocurrir la necesidad de reconstruir el virreinato!
Los errores de apreciación construyen una inadecuada comprensión
y permiten errores político militares decisivos, pero al mismo
tiempo, la costumbre de que un cuento sea parte de la verdad que no
requiere demostración es una situación grave desde el
punto de vista de la percepción social. Porque si alguien dice
esto rápidamente en público, todos al unísono
van a sostener que se trata de un perfecto cipayo. Y esos, que sostienen
al unísono que aquel es un perfecto cipayo, al mismo tiempo
no tienen ningún inconveniente en discutir cualquier cosa con
los bonistas. Entonces, para saber de qué estamos discutiendo
conviene entender cómo se ha construido este proceso. La idea
de que en 1810 hubo una revolución en la sociedad argentina
es una idea absolutamente trivial. Sí hubo una revolución,
en 1806, fue el rechazo a la invasión inglesa que significó
ni más ni menos que la autodefensa para no ser una colonia
inglesa, dió lugar a la construcción de un sistema de
milicias. Al mismo tiempo, es obvio que en mayo de 1810 pasó
algo. Entró en crisis finalmente el último vestigio
de gobierno español. Esa crisis puso en crisis el virreinato
mismo y ese virreinato estalló en 1820. El sistema del cual
la Argentina es heredera es un sistema de estallidos continuos y estructurales.
Desconocer este piolín de estallidos, es desconocer ni más
ni menos que la debilidad de la matriz de la historia nacional. La
historia nacional es un conjunto de intereses colectivos comunes,
y si algo muestra este estallido es la enorme debilidad de esos intereses
colectivos comunes, por eso estallan tan fácilmente.
¿Qué se destaca en este piolín de estallidos?
Siguiendo este piolín de estallidos queda claro que ésta
nación no surgió de la derrota de Rosas sino de la victoria
del puerto de Buenos Aires. Y la victoria del puerto de Buenos Aires
es la victoria de los estancieros de la provincia de Buenos Aires,
que después se transformaron en los terratenientes de la provincia
de Buenos Aires y que organizaron a su imagen y semejanza el conjunto
de lo que va a ser la nación argentina bastante después.
Ellos nos han contado la prehistoria de su organización como
la historia de este país. Es una idea muy interesante porque
en esa prehistoria no entran los que hicieron este país, es
decir los inmigrantes. Por eso, para la vieja oligarquía porteña
la fiesta es el 25 de mayo, no el 9 de julio. Festejan el 25 de mayo,
porque es la fiesta de Buenos Aires.
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