Descendiente de una familia patricia
de Buenos Aires, motivada por Julio, Otto y Bautista López Osornio,
se afinca en Neuquén abrazando los ideales del nuevo partido
político.
En la edición anterior, Olga Andrea delineó la historia
de su familia, descendientes directos de Agustina López de
Osornio madre del general Juan Manuel de Rosas. Nacida en la provincia
de Buenos Aires, por la inquietud de sus hermanos en busca de futuro
y trabajo, llegó a la región y se afincó en la
ciudad de Neuquén. Su memoria, impecable, revive instantes
para la historia de anécdotas sucedidas en relación
con la puesta en marcha del Movimiento Popular Neuquino y la participación
directa de su hermano Julio en la firma de la Declaración de
Principios, y la de su hermano Otto López Osornio.
La creación del partido
“En 1961 se crea el partido y ya en 1963 eran gobierno –recuerda
Olga Andrea-. El día de la asunción fue inolvidable.
Los caminos ¡pocos saben lo que eran! Eran de tierra, en muchas
partes era muy difícil transitar. Recuerdo que veníamos
en tres autos a Neuquén. En uno de ellos, que se detiene de
repente, venía mi hermano Otto. Nos tuvimos que bajar todos
para empujarlo y sacarlo porque se había atascado en la arena.
Lo peor era que teníamos que llegar a horario a Neuquén
porque don Felipe se hacía cargo de la gobernación.
Otto fue nombrado Ministro de Economía en el primer gobierno
del Movimiento. Julio, decidió seguir dedicándose al
tema minería y fue jefe de la Cooperativa Eléctrica.
En esos años yo venía de visita porque todavía
estaba viviendo en la provincia de Buenos Aires. Me decidí
a venir a Neuquén porque aquí estaban mis hermanos.
Mis hijos estudiaban en La Plata, entonces me quedaba sola”.
Roberto
“Mi hijo Roberto estudiaba medicina, estaba en quinto año
a punto de recibirse. En La Plata trabajaba en la Caja de Ahorro del
Banco Provincia igual que Silvia su señora con la que tuvo
un hijo, Manuel. Pero un día a Roberto se lo llevaron. En esos
momentos don Jaime de Nevares me dio mucho apoyo. Manuel se salvó
por casualidad porque la madre de Silvia fue a visitarlos y el nene
estaba enfermito. Como Roberto y Silvia trabajaban y estudiaban, la
abuela se lo llevó a su casa hasta que se pusiera bien. Al
día siguiente, entraron en el departamento donde vivían
y se lo llevaron a Roberto. Un tiempo después la fueron a buscar
a Silvia, le dijeron que era sólo para que prestara declaración,
pero nunca más volvió. Según versiones, al quinto
día falleció en la Escuela de Mecánica de la
Armada (ESMA), pero mi hijo Roberto continúa desaparecido –con
serenidad Olga Andrea continúa el relato- Te garanto que cuando
iba caminando en Buenos Aires por la calle Corrientes, donde iban
todos los padres a reclamar por sus hijos desaparecidos…Todos
iban a la oficina de Derechos Humanos, yo iba por mi hijo y porque
tres meses después se llevaron a mi nuera para declarar y le
dijeron que en una hora estaba de vuelta pero nunca más volvió”.
Serena y reflexiva, Olga Andrea detalla minuciosamente aquellos impensados
y difíciles años que le tocaron vivir.
“Algunos familiares no nos creían de las cosas que se
estaban viviendo en esa época. Roberto tenía veinticuatro
años y ya se recibía de médico. Era realmente
un idealista. Querían otra política, tenían otros
fundamentos. Roberto iba a trabajar a las “villa miseria”
donde la gente se moría de hambre.
Hice las rondas con las madres de Plaza de Mayo, los jueves a las
tres de la tarde estábamos todas ahí. Pero yo no me
integré mucho. Yo viajaba sola desde el interior; me sentía
integrada al grupo de Derechos Humanos que trabajaba ahí. Había
un estudio y dos abogados, ahí la conocí a la señora
Fernández Meijide. Yo iba a la calle Callao donde se hacían
los aportes de ayuda, había que contribuir, era muy justo.
Había un párroco, creo que se llamaba monseñor
Gracelli. Hubo quien lo criticó pero para mí fue muy
bueno. En el Edificio Cóndor, en Retiro, teníamos que
ir para entrevistarnos con este monseñor, entrábamos
a la capilla. Él iba recibiendo uno por uno y los asesoraba.
La última vez fuimos a verlo con Silvita, la esposa de Robertito”.
Neuquén
“Yo me sentí muy bien en Neuquén. Siempre me sentí
como en mi casa. Un pueblo como Juan N. Fernández, donde nací,
es una gran familia. En un radio de dos cuadras estaba la casa grande
de la familia de mi esposo Carlos Ibáñez y al lado la
de los López Osornio. Acá en Neuquén estuve siempre
muy acompañada por María Magdalena, la esposa de Otto.
Mi hermano Otto estaba integrando la primera comisión del Movimiento.
La primera, la general se hizo en el club donde participamos todos.
Tiempo después aparece el Distrito nuestro, el del Centro,
donde estaba mi hermano. Y él me dice, que faltaba yo, porque
todo se hacía a voluntad. En este momento trabajaba mi hermano,
también Pepe Romagnelli. Yo no tuve inconveniente cuando me
pidieron que siguiera yendo desde la mañana y como me pasaba
todo el día, me nombraron secretaria. Y así me convertí
en la primera secretaria del Distrito Centro, según acta en
febrero de 1983. Desde entonces sigo siendo, ahora, secretaria “vitalicia”.
Veinte años sin faltar ningún día. En el distrito,
recuerdo que se iniciaron las campañas del Movimiento. Entre
los asiduos asistentes estaban Jorge Sobisch y Federico Brollo.
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