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Por Mariana Percovich
A diferencia de la mayoría de sus colegas, el historiador Felipe
Pigna se ha esforzado en sacar la discusión histórica
de los cerrados círculos académicos. Sus mayores esfuerzos
están dedicados a la divulgación de la historia, disciplina
a la que él se acercó a partir de los relatos de su abuelo
sindicalista y una temprana “casi púber” militancia
política a principio de los 70’. Como profesor, columnista
de radio, escritor y guionista de documentales, intenta que otros descubran
el encanto de los relatos sobre el pasado y su importancia para construir
el presente. Es autor de El mundo contemporáneo y La Argentina
contemporánea, entre otros. Su último libro Los mitos
de la historia argentina encabeza la lista de los más vendidos
en el rubro no ficción. Actualmente está escribiendo la
segunda parte de Los mitos y está preparando, junto a Mario Pergolini,
cuatro programas especiales sobre historia argentina que se verán
por televisión abierta en mayo del año que viene.
¿Qué presencia tiene el pasado en el presente?
El pasado tiene en todos nosotros una presencia enorme y determinante.
Creo que es muy necesario y no tiene una carga necesariamente negativa,
siempre lo comparo con el espejo retrovisor del auto, que es imprescindible
para manejar. Si uno no mira por el espejito, en algún momento
va a tener un accidente. Así como no se puede manejar mirando
el espejito solamente, tampoco se puede manejar sin mirar el espejito.
Entonces, el espejito es la historia que nos acompaña para
entender nuestro presente y poder avanzar hacia el futuro. Aquellos
que han pretendido prescindir de la historia han terminado muy mal.
El pasado nos acompaña permanentemente por más que nos
hagamos los tontos. La Argentina se hizo la tonta durante 10 años
de década menemista, olvidándose de su pasado y pretendiendo
vivir un presente de eterna juventud, y terminamos decrépitos
y destrozados en el 2001. Entonces yo creo que pretender eliminar
el pasado por decreto, como hizo este señor Francis Fukuyama
que inventó esa estupidez del fin de la historia, y todos los
imbéciles que lo siguieron, inclusive con algunas sucursales
locales de “terminemos con el pasado”, todo esto, termina
mal. Tener el pasado presente no quiere decir ser nostálgico.
Qué hecho o personajes le parece que son imprescindibles
que estén en ese espejito retrovisor de la historia, que cada
argentino lo tenga en su memoria?
Aunque sea que se acuerden de la dictadura, ahí tenés
un resumen de todo lo peor de la Argentina. El modelo económico
que vino después con Menem empezó con Martinez de Hoz.
Yo le hice un reportaje a Martinez de Hoz donde el señor dice
que el modelo de él es el aplicó Cavallo con Menem.
Lo dice él, no lo digo yo. La represión, la violencia,
la inseguridad, el egoísmo en su máxima expresión
es la dictadura. Ahí tienen un lindo resumen de lo peor de
la historia Argentina. Para los años felices podemos recurrir
a ciertos años del peronismo donde una Argentina próspera
distribuía mejor la riqueza pero también había
muchos nichos de autoritarismo en aquel gobierno que vale la pena
señalar. La historia no se encarga de adular a nadie, muestra
el pasado como fue; entonces cuando uno habla del peronismo, habla
de la extraordinaria obra social del peronismo, del mejor nivel de
reparto de la riqueza, y habla también del autoritarismo, la
persecución a la oposición y todo aquello que ocurrió
en aquel momento. En la historia Argentina también hay que
acordarse de las luchas del movimiento obrero y de la conquista del
desierto, que alguna vez habrá que decir qué quiere
decir qué quiere decir conquista del desierto. Porque si es
conquista no es desierto y si es desierto no puede hablar conquista
porque un desierto no se puede conquistar, en todo caso se lo ocupa.
La conquista quiere decir vencer una resistencia, y si hay un desierto,
el desierto no ofrece resistencia. Entonces acá estamos hablando
de una generación, la del 80, que decía que en ese lugar
no había habitantes dignos de ser considerados seres vivos
y así operaron con lo que ocurrió en el sur argentino.
Hay que acordarse de eso que por supuesto tiene su réplica
en lo que está pasando ahora con Benetton, que es consecuencia
de aquel reparto de tierras y la precaria situación en que
quedaron los habitantes originarios.
Señaló varias veces que uno de sus objetivos
al hacer divulgación de la historia es “reconquistar
la historia”, el pasado común.
Yo no, la reconquista la gente, yo la reconquisté para mi.
Quiero que la gente la reconquiste, la vuelva a tomar porque creo
que ha tenido malas experiencias con la historia, particularmente
la gente que tiene más de 30 o 40 años, ha pasado por
secundarias muy malas con enseñanzas de la historia en momentos
muy complicados del país, como la dictadura, donde se enseñaba
una historia ajena a la realidad, que no interesaba, porque era una
historia de batallas y de próceres impecables. Y me parece
que se están perdiendo una oportunidad de tener una materia
muy instrumental, que sirve mucho para analizar la realidad, para
entender la política. La historia sirve para leer el diario
y entender lo que pasa. Leyendo y sabiendo historia uno tiene una
visión de la realidad mucho más completa y le sirve
mucho para su vida cotidiana. No es una cuestión de hablar
del pasado, por eso es muy importante y por eso el poder ha tratado
de ningunearla y enseñarla mal durante tantas décadas.
Lo ha hecho bastante bien en ese sentido.
¿Qué está cambiando en la enseñanza
de la historia en las escuelas?
Hay un cambio notable en la producción de material bibliográfico.
Los libros de historia hoy son en su mayoría buenos libros.
Lamentablemente hoy no hay dinero para comprar estos manuales, por
eso es tan importante que el ministerio se ponga las pilas y compre
libros. Las bibliotecas escolares tienen que volver a llenarse de
libros y los chicos tienen que tener contacto con el libro porque
probablemente, en algunos casos, ese va a ser el único momento
en que ese futuro hombre tome contacto con el libro, en la escuela.
No nos podemos quedar en el reclamo de que los chicos vayan a comer
a la escuela, además de a comer tienen que ir a educarse, que
para eso son las escuelas.
¿Qué otras dificultades tienen los alumnos
para comprender y estudiar la historia?
Los alumnos viven en esta sociedad, donde hay un nivel de violencia
y un nivel de abandono muy grande por parte de los padres. Los conflictos
económicos, la inseguridad -no estoy hablando exactamente de
la inseguridad policial solamente sino de la inseguridad de vivir
en la Argentina, es decir uno no sabe qué va a pasar mañana,
si tiene trabajo o no- repercute en los hogares con violencia familiar,
que puede ser el ejercicio de los golpes o el abandono, que es una
forma de violencia muy terrible. Uno percibe esto claramente en la
enseñanza media, donde los chicos llegan con enormes problemas
afectivos que terminan en el consumo de droga y alcohol, que ya es
una pandemia. Podemos decir que la adolescencia argentina está
tomada por el alcohol, de lo cual nadie se hace cargo. Y es un tema
gravísimo que repercute en la enseñanza, en el desarrollo
y en el futuro de una generación entera a la que están
matando lentamente entre la droga y el alcohol. La falta de interés
de los chicos tiene que ver no con que no les interese la materia
historia, sino con que no les interesa nada porque no entienden que
eso que les están dando en la escuela puede tener alguna aplicación
práctica en su futuro, futuro que por otra parte lo ven muy
negro. Es muy difícil combatir eso con argumentos sólidos,
uno puede decir: “es tu futuro, estudiá, formate”.
En esta época uno se siente medio ridículo diciendo
estas cosas, lo hace por bien de los chicos y porque tiene alguna
esperanza, pero cotejando con los datos de la realidad es muy difícil
convencer a un chico de que vale la pena estudiar.
La semana pasada, en un reportaje para esta misma sección,
el politólogo Natalio Botana decía que en la Argentina
es un choque no resuelto de memorias contrapuestas, es decir de memorias
cerradas. ¿Coincide con esta idea?
No. Yo no creo que haya memorias cerradas del lado de los que estamos
del lado de la defensa de los derechos humanos, tenemos una actitud
muy abierta. A pesar de saber que la justicia argentina es desastrosa,
recurrimos siempre a la justicia del 83 para acá. Jamás
hemos recurrido a la venganza personal. Del otro lado no pueden decir
lo mismo. Por otra parte no hace falta la conciliación nacional
en ese sentido, sería muy difícil. Yo tuve la ocasión
de estar en el congreso del aniversario de la revolución francesa,
un congreso histórico, donde estaban los monárquicos,
los republicanos, los robesperrianos, los girondinos, los jacobinos
y nadie dijo vamos a reconciliarnos, los partidarios de Robespierre
seguían defendiendo a Robespierre, y los otros seguían
defendiendo a los conservadores, y todo el mundo dialogaba pero no
había por qué decir “bueno, dame la mano, se acabaron
nuestras diferencias históricas”. Lo cual es un absurdo.
¿Cómo interpreta el que su libro Los mitos
de la historia argentina esté en el tope del ranking de los
más vendidos?
Antes que interpretarlo me pongo contento. Por dos motivos, primero
porque es un libro de historia y que encabece la lista de bestsellers
por 25 semanas, me sorprende y me gusta más. Segundo, porque
no es un libro de historia cualquiera sino que es un libro de historia
con una posición histórica y política tomada,
que el lector advierte desde la primera página con la dedicatoria
y con la frase de Rodolfo Walsh, o sea que nadie se engaña
de qué libro está comprando.
En las presentaciones del libro, por las preguntas del público,
¿ve que hay algún hecho que despierta mayor interés?
Sí. El capítulo que más le impresiona a la gente
es el de Tupac Amaru. Y por supuesto después los capítulos
sobre Belgrano, Moreno y Castelli. Yo trato de poner fundamentalmente
las ideas de estos personajes que me parecen realmente notables y
de una actualidad extraordinaria. Cuando uno lee a Belgrano, está
leyendo a una persona que está hablando de la actualidad y
escribió hace casi 200 años. La gente se sorprende de
conocer a estos personajes que no conocía, porque los conocían
de nombre o de este maltrato al que los sometió la historia
oficial.
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