Por MARIANA PERCOVICH
“Si no se aplica urgentemente una política industrial,
más temprano que tarde, este crecimiento económico se
va a revelar endeble”, advierte el economista Martín
Schorr, investigador del CONICET y de FLACSO y docente de la Universidad
de Buenos Aires. Para Schorr, “en la economía, la lógica
del piloto automático de los 90 sigue vigente”. Su propuesta
es desactivarlo y retomar el camino de la reindustrialización,
abandonado tres décadas atrás. En su último libro
Industria y Nación plantea alternativas de reindustrialización
para la Argentina actual.
¿Es posible una reindustrialización de la Argentina,
es decir, es posible revertir el proceso desindustrializador iniciado
hace 25 años?
Sí, se puede. El problema de fondo es político, la voluntad
política de querer encararlo o no. Lo que hoy está habiendo
es como una confianza ciega en que mantener el dólar a tres
pesos es la condición necesaria y suficiente para que la industria
crezca y el país se reindustrialice. Es necesario empezar a
discutir urgentemente una política industrial -que creo yo
no está presente en la discusión actual- porque reconstruir
industrialmente a la Argentina no va a ser un proceso que vamos a
poder realizar de una día para el otro. Tengamos en cuenta
que en los últimos 30 años destruimos lo que nos había
costado 50 años construir, por lo tanto el desafío es
enorme y cuanto más tardemos en empezar más difícil
va a ser.
¿Qué rescatar y qué desechar del modelo
de sustitución de importaciones que se comienza a resquebrajar
con la apertura de la economía y la reforma financiera en 1976-1979?
En mi opinión, la reconstrucción industrial de la Argentina
pasa por fortalecer el mercado interno, no pasa por la salida exportadora
solamente, como tanto se está enfatizando hoy. Para mí,
cualquier propuesta de reindustrialización de la Argentina,
que no apunte a la vez, a redistribuir progresivamente el ingreso
está llamada al fracaso. Sin dudas el modelo de sustitución
de importaciones tuvo un montón de debilidades y problemas
económicos, políticos y sociales pero también
es cierto que estuvo asociado a la mayor participación de los
trabajadores en el ingreso.
¿Industria y nación marchan siempre juntas
como lo sugiere el título del libro?
Sí en términos del tipo de industria que se propone
en el libro que es una industria muy ligada al mercado interno y a
la suerte de los sectores populares. El libro plantea que el modelo
industrial de la salida exportadora es tramposo en términos
de sus efectos porque lo que la Argentina exporta es básicamente
agroindustria, algunos derivados del petróleo y commodities,
sectores que tienen muy poca relación con el resto de la actividad
industrial. En consecuencia su crecimiento genera muy poco crecimiento
industrial y a la vez son sectores capital intensivo con lo cual su
crecimiento genera poco empleo.
¿Cómo llevar adelante este modelo de industria,
atado a la idea de nación, en el marco internacional de la
globalización de los mercados?
Si bien la globalización es un dato insoslayable, hay muchos
países que sacan bastante los “pies del plato”.
Brasil y Venezuela son ejemplos de que hay mucho más margen
de maniobra en términos de política económica
en el contexto de la globalización de lo que se nos dice. Se
podría hacer muchísimo en términos de protección
arancelaria y de reforma arancelaria en la Argentina, lo que sería
decisivo para empezar a reindustrializar el país; y bajo el
argumento de “la OMC no nos permite o se van a ir los capitales”
no hacemos nada cuando tenemos bastante margen de maniobra. La pregunta
que uno debería hacerse es por qué a Brasil que lleva
adelante medidas bastante “en contra” de la globalización
los capitales no se le escapan y a la Argentina sí. El argumento
de la globalización muchas veces se utiliza para justificar
no actuar en términos de política económica.
¿El ministerio de Economía conoce estos márgenes
de acción?
Sin duda los conoce, porque creo que Lavagna es de los políticos
más lúcidos que tiene la Argentina. El problema es de
voluntad política porque cambiar el modelo que está
impuesto - que pivotea sobre la salida exportadora ligada al dólar
alto- es ir contra los grandes grupos exportadores de la Argentina,
que sin duda son la base social que lo sustenta.
¿Qué medida sería un buen indicador
de que se ha iniciado un camino reindustrializador?
En mi opinión hay que pensar una suerte de estrategia de dos
plazos. En el largo plazo, empezar a pensar una estrategia de desarrollo
productivo en general e industrial en particular que tenga como “norte”
dos de los principales problemas que enfrenta la Argentina: la hiperdesocupación
y la miseria. Hay que enfatizar que reindustrializar supone necesariamente
redistribuir progresivamente el ingreso.
¿Y en el corto plazo?
En el corto plazo hay tres cosas que se podrían empezar a aplicar
muy rápidamente. Primero, una redistribución del ingreso
fuertemente progresiva. El shock distributivo no pivotea solo sobre
aumentar salarios, pivotea también sobre el tema crediticio.
En la Argentina hay un cuello de botella muy fuerte por el lado del
crédito: en el sistema financiero se presta en función
del tamaño del que solicita el crédito y no en función
de los proyectos de inversión. Esto está ligado a que
no hay un banco de desarrollo, lo que perjudica fundamentalmente a
las pymes. Otros elementos a tener en cuenta son el costo de los servicios
públicos para las empresas más pequeñas, que
por ahora no hay ningún tipo de gravamen a la renta financiera
ni mucho menos a la renta que generan los capitales de los grandes
capitalistas argentinos en el exterior, lo que podría ser una
fuente muy importante de recursos para hacer el shock distributivo.
Tampoco se está discutiendo la reforma impositiva: la presión
impositiva en la Argentina es muy baja en términos comparativos
al resto de los países, incluso de similar grado de desarrollo
que el nuestro, y a la vez es tremendamente regresiva porque el grueso
se sostiene en impuestos al consumo. El segundo elemento que me parece
clave es la reforma arancelaria: hay que empezar a proteger a determinadas
actividades, sobre todo a las que generan más valor agregado,
que tienen mayor desarrollo de conocimiento científico tecnológico
y que generan más puestos de trabajo. El tercer elemento que
me parece central es desarrollar políticas de apoyo y de fomento
al crecimiento exportador de las pequeñas y medianas empresas.
¿Por qué apoyar a las pymes?
Por dos razones. Primero, porque permitiría reducir el enorme
grado de concentración de la oferta exportadora de la Argentina.
Hoy el 85% de las exportaciones es explicado por menos de cien grandes
empresas y no nos olvidemos que la Argentina es una economía
“divisa-dependiente”, es decir que necesita muchísimas
divisas para funcionar, con lo cual aquel que la controla tiene muchísima
capacidad de veto, por lo tanto generar sectores alternativos que
exporten es restarle poder a este núcleo del poder económico.
Además, los estudios muestran que lo que exportan las pymes
es mucho más industrial -en términos de complejidad
de los procesos productivos de estos bienes- que lo que exportan las
grandes empresas; con lo cual seguramente una estrategia de reindustrialización
y de crecimiento industrial ligado a estos sería mucho más
virtuosa que una estrategia industrial ligada a el crecimiento de
la agroindustria y el petróleo. Resumiendo, en el marco de
una estrategia de mediano plazo de reindustrialización y de
desarrollo productivo, me parece central tener en cuenta estas tres
cuestiones: la redistribución progresiva del ingreso, la reforma
arancelaria y el fomento a la exportación de pequeñas
y medianas empresas.
Los economistas que impulsan la economía social consideran
que dado el grado de desarrollo del capitalismo actual, la expansión
de la economía no va a generar la cantidad de puestos suficientes
como para absorber el ejército de desocupados, es decir que
aún con un shock redistributivo no se lograría integrar
a toda la población al mercado de trabajo.
La experiencia internacional muestra que en la mayoría de los
países la industria sigue siendo el núcleo dinámico
del proceso económico, en términos productivos y de
empleo. Consolidar la Argentina de hoy con un 50% de excluidos y no
apostar a una reindustrialización es consolidar un país
en el que sobre el 50% de la población. La apuesta de “la
economía del parche”, la economía de la subsistencia
supone que este modelo es incuestionable que no se cambia y que no
se toca, y en realidad me parece que hay que pelear por impulsar un
modelo que apunte a reindustrializar y a incluir, y que la inclusión
no pase por la asistencia sino fundamentalmente por la generación
de empleo. Esto, por definición, supone desarrollo industrial.
En su análisis asimila el periodo 1976-83 y la década
del 90 como etapas de destrucción de la industria. Dice que
el alfonsinismo hizo apenas retoques frente a un patrón de
acumulación y una estructura del poder económico modificadas
radicalmente durante el Proceso. ¿El gobierno de Kirchner está
alterando las relaciones de fuerza de los distintos actores económicos
heredados del neoliberalismo?
Hasta ahora lo que uno ve es que la lógica del piloto automático
de los 90 sigue vigente y salvo algunas medidas puntuales, la medida
de fondo es sostener un tipo de cambio alto, que estimule las exportaciones
y la sustitución de importaciones y que gracias a eso la economía
y la industria crezcan. En mi opinión, si no se aplica urgentemente
una política industrial, más temprano que tarde, este
crecimiento se va a revelar endeble.
¿Este tipo de cambio alto está sostenido solamente
por los grandes capitales interesados en la salida exportadora o también
por una clase media antes aferrada al uno a uno y hoy al uno a tres?
El principal beneficiario del dólar a tres pesos es la cúpula
exportadora. Si bien un dólar alto estimularía sustitución
de importaciones el problema de fondo sigue siendo que la distribución
del ingreso es tan regresiva que implica un techo muy fuerte al consumo
interno. Cuando se dice “aumenta el consumo” no se está
hablando de que aumenta el consumo del conjunto de la población,
lo que aumenta es el consumo de los sectores que están en los
estratos más altos de la pirámide social, con lo cual
la apuesta de fondo es a un modelo donde el consumo sea consumo de
los sectores de alto poder adquisitivo. A los exportadores no les
conviene que el salario esté alto porque eso les aumenta los
costos y hacen menos competitiva su producción, por lo tanto,
el modelo de la salida exportadora supone como dato una distribución
regresiva del ingreso.
Sostiene que hay que “reinterpretar y matizar las hipótesis
impulsadas por los miembros de la elite económica que señalan
que el sector del gran capital se encontraría atravesando una
situación de crisis, solo resoluble con apoyo estatal”.
Lo que uno ve es que estos grandes capitales que se beneficiaron con
todo el proceso desindustrializador de las últimas tres décadas
hoy se están presentando como la burguesía nacional
legítima interlocutora del Gobierno. En primer lugar apuestan
a sostener este modelo que les es tremendamente funcional - porque
son el núcleo del poder exportador en la Argentina y porque
tienen tremenda cantidad de plata en el exterior que dada la devaluación
se multiplicó por tres- ; por otro lado, en esta iniciativa
del Gobierno de empezar a recrear una burguesía nacional o
generar empresarios nacionales de la mano del apoyo del Estado, ser
interlocutor de ese proyecto es central: ahí hay mucha plata
para repartir porque en la Argentina hoy hay muchísima plata
para repartir.
¿Hay otros interlocutores con los que puede dialogar
el Gobierno?
Hay otros interlocutores. Después del huracán neoconservador
están tremendamente debilitados con lo cual es papel del Estado
ir a buscarlos y escuchar sus demandas. Es un papel central del Estado
pensar y aplicar política industrial.
|