El autor de «Yo el Supremo»
será sepultado este viernes en un cementerio de Asunción.
Asuncion (Reuters) > Las banderas ondeaban
ayer a media asta en Paraguay en homenaje a su más afamado
escritor, Augusto Roa Bastos, cuyos restos eran velados en un museo
de la capital.
El novelista, ganador del premio Cervantes de las letras en 1989,
falleció el martes a los 87 años a causa de un ataque
cardíaco, días después de ser sometido a una
complicada intervención quirúrgica como consecuencia
de una caída accidental en su domicilio.
Roa Bastos fue el más universal de los escritores paraguayos,
una figura emblemática de la literatura latinoamericana y un
incansable luchador por los derechos humanos durante la dictadura
que gobernó su país durante 35 años, hasta 1989.
Los restos del novelista fueron trasladados al antiguo edificio del
Congreso —actualmente convertido en museo— donde permanecerán
hasta mañana, fecha prevista para la realización del
sepelio.
Un cordón de estudiantes escoltó la carroza fúnebre
a lo largo de la plaza que rodea el antiguo edificio, que fue decorado
con una gran bandera negra en señal de luto y fotografías
del escritor.
«Vine para hacer honor a una persona que hizo mucho por nuestro
país. Vamos a recordarle siempre», dijo Claudia, una
niña de 10 años que se sumó al homenaje junto
a sus compañeras y profesoras.
El presidente Nicanor Duarte Frutos, quien decretó tres días
de duelo nacional por la muerte del escritor, asistió al velatorio
junto a representantes de los demás poderes del estado.
«Su vida es un ejemplo para jóvenes y adultos y ojalá
su testimonio reverdezca la pasión por la cultura, el arte
y la literatura», dijo el mandatario.
Símbolo
Roa Bastos, considerado un símbolo de la lucha contra la dictadura
de Alfredo Stroessner, vivió la mayor parte de su vida en el
exilio. Escribió la mayor parte de su obra en Argentina, pero
residió también en Francia, Italia, Inglaterra y España.
Su consagración literaria se produjo con la publicación
en 1974 de «Yo el Supremo», novela que retrata la vida
del dictador supremo José Gaspar Rodríguez de Francia,
quien gobernó el país en el siglo XIX.
Desde su exilio en Europa, Roa Bastos lideró un grupo de intelectuales
que denunciaron al mundo los abusos y violaciones a los derechos humanos
del régimen stronista, cuando su nombre ya era un referente
de la literatura latinoamericana.
El mismo año en que Stroessner era derrocado, Roa Bastos recibía
de manos del Rey de España el premio Cervantes de las letras,
el máximo galardón a la literatura hispanoamericana.
En su testamento, el escritor pidió que su cuerpo sea cremado
y sus cenizas depositadas en el panteón familiar junto a los
restos de sus padres.
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