¿Tenían radio en Loncopué?
Teníamos una sola radio, un aparato grande que estaba en la cocina.
Era con acumulador. Se conectaban los bornes y había que esperar
dos o tres minutos para que se calentara. Ya después cuando eran
a electricidad se enchufaba. Si se la usaba en el campo se ponía
el acumulador, si se la usaba en la case se la enchufaba. Recuerdo que
a la noche era un ritual escuchar la radio. Más que sentarnos,
mi padre (Adolfo) y mi madre (Elvira Rodríguez) se acostaban,
papá con sus diarios y mamá con sus revistas.
Yo me metía en medio de los dos para remolonear.
Mi padre tenía una única diversión: prender la
radio y escuchar emisoras de Chile y de Argentina en onda corta. Eso
lo recuerdo muy bien, era muy lindo. Escuchábamos los Cuentos
de la Vieja Abadía, también a un actor que se llamaba
Jorge Lanza en “Y no están en el bronce”, que eran
todas historias que no estaban en los libros, pero que habían
pasado, que no estaban escritas pero que igual habían sucedido
y habían hecho Patria.
¿Qué más escuchaban?
-Escuchábamos algunos ciclos a la noche, por Radio El Mundo,
como “Los Pérez García”. También
nos gustaba escuchar por Radio del Estado a un primo mío, un
actor bastante conocido en Buenos Aires, Juan José Edelman,
“El Gurí” que murió muy joven. Trabajaba
en “Las dos carátulas, el teatro de la humanidad”
donde también estaba incursionando Alfredo Alcón. Además
mi primo trabajó con Narciso Ibáñez Menta, un
actor muy famoso que hacía obras de terror. Después
hizo cine, teatro y teleteatro.
¿Cómo era el parentesco?
Él era hijo de Perla, una hermana de mi padre. Juan José
González era su verdadero nombre. Pero un día se lo
cambió porque participó en un programa radial conducido
por Rosa Rosen donde se hacía un concurso para buscar nuevos
talentos.
Ella hacía el papel de la actriz y el actor eran los principiantes
que iban pasando y concursando. El jurado elegía al mejor.
Cómo él ya había incursionado en otras cosas,
se puso “Juan Carlos Insúa” para figurar como alguien
nuevo. Le fue muy bien, estuvo mucho tiempo, hasta se puso de moda
un cantito “¡A Juan José Insúa, no lo mueven
ni con grúa!, porque siempre ganaba. Más tarde, como
sonaba mal ese nombre se puso Juan José González Edelman,
y a lo último se sacó el González.
¿Alguna vez trabajaron juntos?
Sí, el trabajó en mi compañía. Una vez
yo tenía que grabar y lo contratamos. Era muy buen actor. A
mí me gustaba eso de ser actor. Ya de chiquito me daban los
papeles en el colegio. Cada vez que había que representar algo,
me buscaban, se ve que me veían medio payasito y me elegían
a mí. Además, cuando las maestras me empezaron a dar
los personajes en Loncopué, me entusiasmé con el teatro.
Tomaba revistas y me iba al baño interpretando los personajes
en voz alta, el de varón, el de mujer, el de uno y el de otro;
la cosa es que todo eso ya indicaba una vocación. Más
tarde, estando en Neuquén en la escuela secundaria solía
participar en todos los actos teatrales. La primera obra que hice
como profesional fue “La Barra Provinciana” que la hicimos
con mis compañeros de curso para recaudar fondos para la escuela.
¿La hicieron también por radio?
No, la hicimos para recaudar dinero para un viaje de estudio, esas
cosas que hacían los estudiantes. Para ganar plata también
hacía otras actividades, siempre me las rebuscaba. Un verano
trabajé en el galpón de frutas del papá de un
amigo: Mariano de Zabaleta, cuyo nombre luego usé para un personaje
en “No nos dejes, papá”.
¿Qué radio se escuchaba, ya no en Loncopué
sino en la ciudad de Neuquén?
Se escuchaba Radio Splendid a través de LU5 que conformaba
la Cadena de Estaciones Provinciales, RADES y que creo pertenecía
al diario La Razón. Escuchábamos a Oscar Casco, Sergio
Malbrán.
También a Tarzán a eso de las cinco o seis de la tarde
auspiciado por “Toddy”. César Llanos hacía
de Tarzán y Oscar Rovito de Tarzanito, Recuerdo también
los cómicos: “Los cinco grandes del buen humor”,”La
Revista Dislocada”.
Délfor y La Revista Dislocada se presentaron en Neuquén.
Sí, venían con su libretito a un baldío, una
ochava en la avenida Argentina y la diagonal, que era de la Sociedad
Española. Era como un prado donde se presentaban números.
Ellos eran como diez o doce actores con su libreto y cada uno hacía
un personaje, vestidos con un traje o saco, sin caracterizarse y hacían
números cómicos.
Hablemos sobre la Radio Neuquina.
Recuerdo que era la única radio, no en toda la Patagonia porque
había una en Comodoro Rivadavia. LU 5 en Neuquén empezó
en el año cuarenta y cinco. Yo iba a la radio porque venían
figuras, cantantes de tango y el lugar de producción obligado
era ése. Así vi a Alberto Castillo, por ejemplo, a quien
había escuchado en discos. Esos cantores después actuaban
en el club Pacífico o Independiente, o en la boite Confluencia.
¿Dónde estaba ubicada la radio LU5?
Estaba en la esquina donde está ahora, entre la calle Alberdi
y la calle Santa Fe. Era mucho más chica, con una sola entrada.
A la derecha había una entrada donde estaban los empleados
administrativos, seguía la casa donde vivían el director
y su familia. Y a la izquierda tenía un lugar donde estaba
el control y otro donde actuaban, que con el tiempo se fue agrandando.
Había unas butacas para veinte personas por iba público.
¿Cuánta gente trabajaba allí?
Había cuatro operadores que se turnaban, cuatro locutores y
el mismo número de empleados administrativos. Por los años
sesenta era más o menos igual, no me acuerdo bien en qué
época cambió, que fue cuando le sacaron la parte familiar,
las butacas y agrandaron el estudio.
¿Cómo era el horario de transmisión?
Al principio era desde las seis de la mañana hasta las doce
de la noche, después hasta las dos de la mañana. Al
lo último se pasaba una marcha militar, Capibara, y el locutor
decían: “Con esta marcha…deseamos un descanso y
un feliz despertar y los esperamos luego a las seis de la mañana.”
Cuénteme cómo empezó a incursionar en
la radio
Comencé haciendo una audición que se llamaba “Las
Tardes y el Amor” con Amabeth Carou. Salimos al aire durante
casi un año entero. Yo usaba el seudónimo, “Jorge
Edel”. En un certificado que encontré, que me había
dado LU5, aparece que trabajé en otro unitario, “La noche
fue testigo” pero sinceramente no lo recuerdo. Lo que sí
recuerdo fue que estaba muy contento porque la radio me pagaba.
¿En qué consistía el programa “Las
tardes y el amor”?
Eran unitarios de media hora sobre historias de alguna pareja: hoy
hacíamos de una pareja de médicos, mañana carpinteros,
otro día novios…Hacíamos todos los días
pequeñas historias de amor que venían escritas desde
Buenos Aires por Irene Alzúa. Nosotros solamente teníamos
que ensayar el libreto así que nos íbamos una hora antes
y le dábamos dos o tres pasadas.
¿Cuántos años tenía, diecinueve,
veinte años?
No, menos, mucho menos. A los diecinueve ya tenía mi propia
compañía.
¿Qué pensaba su familia de que usted trabajase
en la radio?
Mi madre no decía nada, le gustaba, era mi padre el que se
oponía. Pero yo lo hacía sin preguntarles, siempre fui
la “Oveja negra” de la familia porque quería hacer
lo que me gustaba. Tan es así que en el año cincuenta
y ocho mi tío Ángel Edelman asumió como gobernador
de Neuquén pero ni se me ocurrió asumir en algún
cargo, como el de Director de Cultura. Solo quería salir de
gira, el radioteatro era mi pasión.”
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