“Hay que redistribuir los alimentos
de una manera más sana y racional”

 
 
“La señora pobre sabe que es buena la naranja y que es sano comer fruta, pero no puede comprar eso porque comería solamente diez días al mes”.
Patricia Aguirre es doctora en Antropología, se desempeña como profesional en nutrición y considera a la alimentación como un hecho social y que por lo tanto debe ser analizado como tal.

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Por LAURA E. ROTUNDO

Patricia Aguirre es Doctora en Antropología de la Universidad de Buenos Aires y se desempeña como Profesional en el Departamento de Nutrición del Ministerio de Salud de la Nación.
“Ricos pobres, gordos flacos” es el nombre del libro que publicó recientemente. En él expone cuál es la crisis que atraviesa actualmente la alimentación, tomándola como un hecho social total que no puede ser analizado independientemente de la sociedad.
En diálogo con La Mañana de Neuquén, Aguirre hizo hincapié en que los patrones alimentarios deben modificarse para revertir la mala distribución de los alimentos.

En primer lugar, ¿podría resumirnos brevemente cuál fue la evolución de las patrones alimentarios en Argentina?
Ante todo, me gustaría aclarar que los patrones alimentarios cambian, evolucionan y se transforman con los modelos de acumulación económica. En sociedades salariales como son las nuestras y si consideramos que el evento alimentario es un hecho social total, entonces tenemos que pensar que el patrón alimentario no es autónomo ni independiente y no podemos estudiar la alimentación, separada del estudio global de la sociedad. Tenemos que saber cómo llega la comida a la mesa.
En economías de mercado -como la de Argentina- la comida llega a través de mecanismos de mercado: en el 90 por ciento de los casos se compra, no se produce. Lo que tenemos que ver es cuál es el modelo de acumulación existente en la sociedad, porque a veces éste condiciona fuertemente el patrón alimentario.
Si uno observa los patrones alimentarios rioplatenses va a notar que están fuertemente condicionados por los modelos de acumulación que han habido en el país, desde 1580.
En los primeros tiempos en los que existía una sociedad segmentada, también el patrón alimentario era diferenciado; los esclavos no comían lo mismo que los amos porque los estratos sociales estaban muy bien definidos.
Cuando cambia el modelo de acumulación y cuando Argentina entra en la División Internacional del Trabajo como productora de materias primas, también va a cambiar el modo de alimentarse. Esta fue la época de las vacas, un período en el que se comienza a agriculturizar la Pampa húmeda y se produce un boom alimentario.
Cuando llega en 1880 la gran inmigración, se imponen variantes no sólo en las relaciones económicas sino en la manera de comer. Los inmigrantes traen montones de ingredientes, ayudan a enriquecer enormemente el universo alimentario rioplatense y van a adaptar y a modificar las pautas alimentarias existentes.

Es cierto entonces lo que afirma en su libro: “las formas culturales de comer terminaron condicionando la necesidad biológica de hacerlo”....
Es así. El tiempo pasa, las épocas difieren y se modifican los modos de alimentarse. Pero retomando... es válido destacar que la diferenciación social en la época de la gran inmigración no pasaba por la alimentación, sino por la educación, por la ‘habitación’. En ese momento había comida barata y casi ningún inmigrante se quejaba por los alimentos; al contrario, no podían creer la cantidad de carne que había acá respecto de sus sociedades de origen donde existía la dieta mediterránea, una dieta que era considerada de escasez. Ellos se ocuparon de levantar la figura del gaucho argentino y veneraron, por decirlo de algún modo, la comida rural y el asado a la cruz e instalaron una comida de fusión, lo que se mantiene hasta 1930 cuando se modifican los patrones alimentarios.
En este año, se produce -después del crack de 1929- un nuevo cambio y comienza un modelo industrialista, que va a tener su eclosión entre 1945 y 1965. Fue un modelo que priorizó la constitución de una sociedad salarial.

Período en el que, según revela en el texto, “la existencia de un patrón alimentario unificado habla de una sociedad más igualitaria”...
Exactamente. En ese año, podemos ver por primera vez la incidencia de un modelo en las encuestas masivas. El Consejo Nacional de Desarrollo llevó a cabo en este período una encuesta de gasto-ingreso de los hogares. Fue la primera que se realizó para los hogares del Río de La Plata y vale la pena remarcar que estuvo muy bien hecha y reveló cosas maravillosas de la alimentación y de la sociedad argentina.
Es interesante leer los resultados y observar que pobres y ricos comían en forma similar: el rico comía cuadril y el pobre ingería falda pero ambos comían carne. Y es cierto... las sociedades igualitarias tienen patrones alimentarios unificados. En cambio, las sociedades desiguales los tienen diferenciados. Es lo que sucede actualmente con nosotros: los pobres comen fideos y los ricos todo lo demás.
Es necesario levantar esos años de modernización incluyente que fue aquella etapa de industrialización porque de la mano de altos salarios y de la fuerte incidencia de un claro contenido de Estado de Bienestar, se construyó en Argentina un tipo de sociedad mucho más igualitaria que la que hoy por hoy existe.
Cuando en 1976 vuelve a cambiar el modelo de acumulación, nos abrimos al mundo -lo mismo sucede todavía-, vivimos la última década con la convertibilidad que llevó al extremo los rasgos de ese modelo y vemos las consecuencias también en el patrón alimentario.
Hubo una tremenda polarización social, una terrible regresión de la distribución de los ingresos y existieron perdedores y ganadores. Perdimos los que dependíamos de los salarios y ganaron los que ya eran ricos. El ingreso se concentró en muy pocas manos y resulta cierto ese eslogan tan periodístico que sostiene: “se enriquecieron los que eran más ricos y se empobrecieron los que eran más pobres”.
En 1980 los más pobres se quedaban con el 3,6 por ciento de los ingresos y ahora se quedan con el 1,5. Se empobrecieron, no cabe ninguna duda.
En la última década nuestro patrón alimentario, a partir de este modelo aperturista cambió -a mi criterio- para mal porque ahora tenemos, como sucede en tantos países de Latinoamérica que antes criticábamos, comida de pobres y comida de ricos. Los sectores bajos buscan saciedad, demandan comida barata y van creando un núcleo duro de alimentos que encierra pan, papa, fideos, muy poca carne y barata y poquísimas frutas, verduras y hortalizas. Los sectores medios y altos ingieren, en cambio, muchos menos hidratos de carbono y cuanto más rica es la gente, adquiere más frutas y verduras. Ambas elecciones tienen que ver con el bolsillo de cada sector.
Lo que sucedió en Argentina fue terrible, en muy pocas décadas nos empobrecimos enormemente.

Es algo que usted destaca varias veces en el libro. Se detiene en la línea de pobreza y remarca el hecho de que entre 1995 y 2001 la curva de los ingresos para acceder a una canasta básica de alimentos refleja la peor situación de los últimos 20 años, que fue un período de hiperinflación nula...
Llama la atención hasta que se enumera todo lo que enumeré anteriormente. Por eso, creo que hoy se impone elevar los ingresos de los pobres y bajar el precio de los alimentos pero de todos, no de los que consumen solamente los pobres porque sino van a continuar comiendo lo mismo.

¿Existe hoy una política alimentaria en Argentina que conduzca a eso?
Existe hoy una política alimentaria, lo cual es algo muy bueno. Con la Ley 24.725 sancionada en diciembre de 2002, se dio un paso adelante muy importante porque en un país que tiene una historia de alimentos baratos y de sociedad incluyente, el tema alimentario no estaba instalado en la agenda social y por lo tanto, tampoco en la agenda política. Esto estalla en las manos con diversas crisis: la de 1981, la de 1989 y después desde 1993 en adelante empieza una agonía lenta y terrible para los pobres, no para los que estaban comprando con el ‘deme 2’.
Hasta ese momento existían acciones alimentarias: se entregaban cajas y punto, pero ya era necesaria una política alimentaria integral. Este tema se instala en 1995 y recién en 2002 -que ya se veía la profundidad de la crisis- pudo lograrse una norma de seguridad alimentaria que pretende por primera vez, abordar la alimentación en términos totales: todas las personas tienen derecho a una alimentación cultural y nutricionalmente apropiada.
Se empezó por lo urgente y es obvio que llevará mucho tiempo implementarla pero vale destacar que se está trabajando en esta dirección ya que se están intentando unificar los programas alimentarios. Recién ahora se empieza a abordar esta problemática, en forma global.

En cuanto al término de globalización alimentaria y al desarrollo de ese tramo de ‘Ricos flacos y gordos pobres’, en el que habla del hambre que padecen hoy tantas poblaciones, ¿cuál cree que es la política crucial que debería implementarse en nuestro país para lograr revertir la mala distribución de alimentos y alcanzar entonces la equidad distributiva?
Si volvemos a tomar la globalización como un hecho social total, tenemos que destacar que lo que causó fue que se concentren los alimentos, en los que ya tenían. Los países del norte se comen el 60 por ciento de la producción mundial y despilfarran ese porcentaje de los recursos planetarios. Lo cierto es que tenemos un planeta pródigo: después de 1985 logramos alcanzar una disponibilidad alimentaria para que todos los habitantes de la Tierra comieran 2700 calorías, lo que representa una alimentación razonable. Pero también tenemos 880 millones de desnutridos registrados, pero lo triste es que hay muchos más porque en los países más pobres ni hacen este registro... calculan a ojo.
Lo que yo creo y lo que dice mucha gente es que todos los patrones alimentarios tienen que cambiar para revertir la situación existente. Si un 20 por ciento de la población mundial se sigue comiendo el 60 por ciento de todo lo producido, estamos fritos. Si un hindú famélico o un ruandés tiene la esperanza de comer como un californiano típico o un neoyorquino saciado, también está sonado. Todos tienen que cambiar la manera de comer: el hindú y el ruandés tienen que acceder a una dieta mínima de alimentos para que cumplan con sus necesidades y el neoyorquino debe dejar el exceso de grasas y azúcares que consume y que no le hace bien... no por nada Estados Unidos tiene actualmente a más de la mitad de su población, obesa.
Hay que lograr redistribuir los alimentos de una manera más sana y más equitativa. La libertad de mercado es la libertad de que los tiburones se coman a las mojarritas. Para revertir la mala distribución de los alimentos no se necesita más mercado sino un Estado más racional. Deben existir ingresos suficientes para comprar lo que uno quiera comer, los individuos deben poder vertebrar su estrategia de consumo como les guste y debe haber una educación alimentaria suficiente para saber qué alimentos elegir.
Hay un pensamiento del economista Amartya Sen que usted transcribe en el libro y que sostiene que la capacidad de los individuos para alimentarse depende siempre de la estructura de derechos de la sociedad en la que desarrollan su vida. ¿Cómo es esa estructura en Argentina?
Ante todo, debo aclarar que Sen es hindú y además de economista, también es filósofo. Este planteo de Sen surge cuando la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación estaba ‘jugándose’ que la seguridad alimentaria era una capacidad. Todos se preguntarán cómo la FAO sostuvo esto si la ONU promovió y promulgó la declaración de los Derechos Humanos en 1946. La verdad es que la FAO, como todas las instituciones, es permeable a los vaivenes políticos y económicos de los países más fuertes. Esto es lo que sucede cuando viene la ola neoliberal... la FAO empieza a bajar la bandera de los derechos y, a tono con las corrientes de ese momento, proclamó que la seguridad alimentaria no depende del derecho, sino de la capacidad de las personas de hacer efectivo ese derecho.
Ante esta posición, Sen dice: ‘vamos a ver de qué depende la capacidad de las personas’. ¿Qué hace este hindú tan inteligente? Desarrolla un estudio de muchas hambrunas acontecidas en el planeta y descubre que muchas poblaciones se murieron porque los alimentos no llegaron a determinados lugares del mundo, aún existiendo esos alimentos. Mucha gente pobre se moría porque no podía acceder a la comida.
En Argentina también sucede. Para que yo tenga la capacidad de estar bien alimentada en una sociedad salarial, tengo que tener un trabajo que me permita generar dinero y tiene que existir un mercado de alimentos que esté a mi alcance para poder comprarlo. Entonces, la capacidad de que estén bien alimentados los argentinos, también depende de la estructura de derechos que existe en nuestra sociedad: de la propiedad privada, de la distribución del ingreso y del sistema de producción.
Otra observación que me parece muy relevante... usted señala que la situación del consumo se convirtió en aceptable cuando avanzaba la miseria. ¿Cree que muchos sectores de la sociedad se están acostumbrando, lamentablemente, a alimentarse mal?
Yo creo que nadie se acostumbra a alimentarse mal. La gente quiere alimentarse bien. Si vos le preguntás a una mamá pobre si quiere comer todos los días guiso de fideos, te va a responder que no y que querría comer más variado pero no puede... elabora las estrategias que puede con las armas, el conocimiento y el dinero que pudo conseguir. Si esa persona tuviera más ingresos, no le daría a su hijo el jugo de esos bidones siniestros que están llenos de químicos. La señora pobre sabe que es buena la naranja y que es sano comer fruta pero no puede hacerlo porque si comprara eso, come solamente diez días al mes.
Las cosas tienen que cambiar para que la gente pueda acceder a esa seguridad alimentaria a la que hago referencia.
Es en 1974 justamente cuando la FAO comienza a usar el concepto que acaba de mencionar, el de ‘seguridad alimentaria’. ¿Cuánta seguridad -valga la redundancia- cree que tendrán a mediano plazo los millones de argentinos que actualmente no pueden acceder a una dieta mínima de alimentos?
Yo soy optimista. Considero que se avanzó mucho en lo que es la alimentación en general. Por lo menos, el tema está instalado en la agenda pública... algo que no sucedió en la década del ’90, cuando nadie quería ver la crisis alimentaria existente.
Tal vez no se avanzó todavía con la celeridad que requiere la cantidad de compatriotas que hoy están por debajo de la línea de pobreza, pero en menos de tres años tenemos una Ley de Seguridad Alimentaria, dos leyes de fortificación obligatoria, se duplicó el gasto público en asistencia social en alimentación y se está atacando la problemática porque somos conscientes de que si no salvamos a los niños de hoy, estaríamos hipotecando la generación de dentro de veinte años. Soy optimista en que las cosas van a mejorar.
Por último... ¿‘Ricos Flacos’ en qué y ‘Gordos Pobres en qué’?
En realidad, el título real era ‘Pobres gordos pobres’ pero hubo un cambio a último momento. El título real aludía a la doble pobreza de los gordos: en Argentina la mayor parte de los gordos son pobres no porque quieren, sino porque no pueden alimentarse con otras cosas que no sean hidratos de carbono o cosas ricas en energía... alimentos que encubren en realidad, su mal nutrición. Hay mamás gordas pobres que cuando van a hacerse un análisis de sangre a un hospital porque están embarazadas, descubren que están anémicas u otras que no tienen dientes porque no comen calcio, no ingieren hierro. Son gordas pero no están bien nutridas.
Por su parte, los ‘ricos flacos’ de este tiempo introdujeron un modelo de belleza que solamente el uno por ciento de la población genéticamente hablando puede sostener. Es ridículo ese prototipo de belleza pre-púber y de jóvenes raquíticas sin nada por ninguna parte. En modelo anti-específico -y lo digo como antropóloga- porque está en contra de las características de la especie humana. El gordo es pobre, es gordo y es discriminado porque soporta el peso de la estigmatización de una sociedad lipófoba.
Resumiendo: ‘pobres gordos’ de escasez y ‘ricos flacos’ de abundancia.

 

 


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