Historias de inmigrantes, de valientes
y avezados hombres que manteniendo en alto sus convicciones llegaron
a la región para formar una familia con raíces bien neuquinas.
Don Juan Portanko nació en Rusia, en la ciudad de Kiev ubicada
en la entonces provincia de Kneff en Ucrania, en el año 1883.
“Cuando a papá le llegó la edad de la jura de
la bandera del zar se niega a hacerlo, se escapa de su país.
Su vida fue una gran aventura “
Así inicia el relato en su casa del centro de Neuquén
su hijo Norman, quien atesora testimonios de la historia de sus padres
y de la vida de ambos al afincarse en América y en el territorio
neuquino.”
Gran aventura
“Luego de vivir una serie incontable de vicisitudes –continúa
Norman- es apresado y lo trasladan en tren. En ese viaje logra nuevamente
escaparse. Hay que tener en cuenta que en esos años de la Rusia
zarista todo desertor era fusilado. Era maquinista del Ferrocarril
esto, quizás, le permitió huir y refugiarse en la Manchuria,
China. También en ese país es buscado y por esa razón
toma un barco y se viene para la Argentina, porque los que tenían
plata en Europa se iban a los Estados Unidos de Norteamérica,
y los que no tenían dinero se dirigían a América
Latina. Recién llegado a nuestro país ingresa en el
Ferrocarril del Sud y lo destinan a la localidad de Ingeniero White,
cercana a Bahía Blanca y desde ahí se realizaban viajes
hasta la Estación Neuquén.”
Norman exhibe el certificado de maquinista de su padre, don Juan Portanko,
emitido por el Ferrocarril del Sud en el mes de febrero del año
1913, como conductor de Locomotoras con el número cuatro mil
treinta y cuatro.
Rumbo a Zapala
“El tren llega a Zapala alrededor del año 1914. En esa
época es que papá se establece en Neuquén y hace
desde aquí viajes a Zapala y a Darwin, cerca de Choele-Choel.
Por donde no pasaba el ferrocarril era por Río Colorado, la
otra zona de influencia productiva”
Norman mantiene en su memoria los instantes más trascendentes
de la vida de su padre. “En el año 1920 se casa con Slava
Fix, mi madre, que había llegado en 1914 desde Berna, Suiza.
Ella, sus padres y hermanos llegaron a Buenos Aires y les dieron tierras
en Zainuco, un paraje ubicado cerca de Aluminé donde llegaron
desde Zapala en carreta. Fue allí donde se refugiaron los evadidos
de la cárcel en el año 1916, en el rancho de los Fix
que era la casa de mi mamá. Era un rancho de dos plantas, abajo
dormían los animales y en el primer piso la familia. Como venía
la veranada y todo estaba cubierto de nieve la familia se había
retirado y cuando llegaron los reclusos la casa estaba vacía.
Fue un acontecimiento que aún se mantiene vivo en la historia
de Neuquén. Lo que sabemos es que a los heridos los masacraron
y a los sanos se los llevaron detenidos.”
Junto a Norman, su hermana mayor Elisa, nacida en el año 1922,
comparte los recuerdos de los tiempos en que la ciudad era poco más
que un caserío. “Para nosotros era una fiesta ver venir
al farolero a prender los faroles de aceite que había en las
calles. Años más tarde fue todo un acontecimiento porque
había una bombita de luz en cada esquina. Viviendo en el desierto
–reflexiona Elisa- teníamos regalías del primer
mundo porque el Ferrocarril del Sud mandaba los pedidos de indumentaria
por catálogo para los empleados y su familia. Por eso toda
mi ropa era hecha en Inglaterra. Además –continúa
Elisa- viajar en esos trenes era una delicia. Manteles almidonados
en el comedor, vajilla de plata, el viaje era una delicia.”
“Ser maquinista en aquellos años significaba cierto rango
social al igual que el médico, el comisario, el jefe de correo
o el juez de paz –indica Elisa- Papá ganaba trescientos
pesos.”
Elisa fue alumna de la Escuela Nº 2 y cursó sus estudios
secundarios e hizo su carrera en la Facultad de Filosofía y
Letras en la ciudad de Buenos Aires y se casó con el médico
Rafael Vitale, recordado cirujano y obstetra de la capital.
Anécdotas de don Juan
“En el Ferrocarril se hacía un estricto control del consumo
de combustible. Papá se las ingeniaba para consumir menos y
cuando llegaba al puente distribuía la leña que no había
utilizado entre la gente humilde –relata Norman y prosigue-
Cuando iba a Zapala, al regreso, que era en bajada, siempre le sobraba
un poco más de leña y la repartía en los alrededores
de la ciudad donde vivía la gente más necesitada.”
“En la lucha sindical, en La Fraternidad, peleó para
lograr una jornada de ocho horas. Los empleados ferroviarios trabajaban
de doce a dieciocho horas. Para lograr este objetivo un día
cuando llegaba conduciendo el tren de pasajeros, se apoyó en
la ventanilla como si estuviera durmiendo y pasó de largo la
Estación. Cuando le pidieron explicaciones demostró
que había trabajado dieciocho horas sin parar. Era un hombre
enamorado de las locomotoras y de su Neuquén –agrega
Elisa- los fondos de nuestra casa daban a lo que hoy es el Museo Gregorio
Álvarez. El Parque Central era la Playa de maniobras del Ferrocarril.
Había un canal que corría por la calle San Martín,
que llevaba riego a Colonia Confluencia. “
“Fue gremialista toda su vida. Neuquén al principio estaba
habitada por muchos intelectuales y también muchos revolucionarios-reflexiona
Norman- Se jubilo en el año 1945 y se fueron a vivir a Buenos
Aires durante veinte años, al barrio de Barracas”
“Mamá, Slava Fix, era una bohemia a la que le gustaba
el teatro y el canto.- memoran los hermanos Portanko- Cuando en el
año 1945 inauguraron LU5 fue algo que cambió las costumbres
de la ciudad porque, por ejemplo, podían escuchar música
al mediodía. Era una apasionada por la radio, en Buenos Aires,
íbamos a los programas de preguntas y respuestas conducidos
por Carlos Ginés, Juan Carlos Thorry y ganábamos premios.”
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