A pocos metros de los asentamientos,
se levanta un gran basural. Algunas familias recolectan elementos de
esa zona para comercializarnos. Otras, llegaron a alimentarse de residuos
Neuquén > A escasos kilómetros
del casco urbano capitalino, se levanta el barrio Los Hornos donde
el progreso tecnológico, cultural y económico son ajenos.
Casitas de madera, chapas y sólo algunas de material, fueron
construidas en proximidad de Las Bardas donde no existe red de agua
potable, el tendido eléctrico es clandestino y una gran basural
crece debido a que las grandes marcas y supermercados arrojan los
productos que ya no pueden comercializar, provocando la proliferación
de animales de carroña, transmisores de graves enfermedades.
Los camiones regadores no recorren el lugar, tampoco los recolectores
de residuos: la arena y los restantes se pliegan al movimiento del
aire, esparciendo indiscriminadamente bolsas, pedazos de cartón
y botellas de plástico.
“Acá, el agua es oro”, dijo la vicepresidente de
la Comisión barrial, Rosa Ester Navarrete.
Cada día, el municipio neuquino distribuye 200 litros de agua
por persona pero en verano el líquido escasea y dos o tres
niños deben bañarse juntos: “Tomamos serias medidas
de precaución porque no podemos sacrificar una sola gota. Algunos
chicos se bañan en el canal pero eso es muy peligroso porque
hay que estar atentos a la cantidad de agua que trae”, agregó
la vecina.
Otros pobladores se debaten entre labrar su propia huertita y criar
animales porque “el líquido es insuficiente para hacer
las dos cosas”.
Los más privilegiados, poseen heladera para conservar los alimentos
pero más del cincuenta por ciento del total de los residentes
están obligados a consumirlos durante el día: “Estamos
colgados de la red eléctrica de la Cooperativa de Plottier,
pero no puede abastecernos a todos correctamente. Les pedimos que
regularicen nuestra situación pero el presidente nos dijo que
no pueden en tanto no nos otorguen la tenencia de los terrenos y el
municipio nos les firme un comprobante”, explicó la representante
barrial.
Toda una vida
Roberto Carlos González tiene 26 años. Nació
en Los Hornos y fue electo en las últimas elecciones barriales
como su presidente. Al igual que sus vecinos, está esperando
que un profesional de la salud sea asignado a la zona puesto que las
condiciones sanitarias actuales promueven el contagio de graves enfermedades:
“El año pasado tuvimos muchos casos de Hepatitis B”,
aseguró González.
Alrededor de seis familias por mes se radicaban a principios de año
al barrio. En la actualidad, ese número menguó pero
en Los Hornos todos encuentran un lugar.
Sacrificio
Entre vecinos la solidaridad es un clásico: acompañados
entre ellos, todos consiguen un pedacito de tierra donde construir
su hogar. Es el caso de Juan Crisótomo Saéz Cabeza,
un docente para personas con discapacidades que fue apartado de sus
funciones y que llegó hace seis meses porque no podía
asumir los costos de una renta domiciliaria: “Ahora estoy viviendo
muy tranquilo”, dijo.
Cuando el sol se despereza, algunos vecinos, obligados por su situación
económica, se acercan hasta el basurero a recolectar elementos
que se puedan comercializar para reciclado: latas, todo tipo de papel
y plástico forman parte de lo que, posteriormente, se convierte
en un humilde ingreso que se atesora: “Muchos llegamos a comer
del basural porque preferimos no robar para vivir”, indicó
con orgullo González. Y agregó que la mayoría
de los habitantes del oeste neuquino se dedican a la cosecha lo que
les provoca un breve respiro económico que se termina con el
invierno. Otros, se dedican a la industria ladrillera: “Son
trabajos muy sacrificados”, sostuvo.
Entre los problemas que más afectan a estos pobladores se cuentan
el aislamiento y la falta de seguridad. “Para poder tomar un
colectivo debemos trasladarnos hasta el barrio Almafuerte Uno porque
ninguna empresa recorre esta zona”, aseguró Navarrete.
Seguridad
Respecto a la seguridad, González indicó que “hace
años que solicitamos que se construya una dependencia policial
pero nos tienen olvidados. Esta es una zona hay muchos niños
y se convierte en una urgencia poder satisfacer sus necesidades básicas.
Y en este sentido, sentirse seguros es fundamental”.
Como muchas madres, Navarrete pidió un solo deseo para Navidad:
“Que las autoridades no se olviden de sus hijos. Que todos reciban
un presente”.
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