Por Mariana percovich
María Eva Sanz es Licenciada en Servicio Social, Psicóloga
Social y especialista en Violencia Familiar de la Universidad de Buenos
Aires. Hace seis años formó con un grupo de profesionales
la Asociación Mutual Grupo Buenos Ayres, en el partido de Lomas
de Zamora, donde se da asistencia a mujeres víctimas de la
violencia conyugal – y algo que no es tan común- asistencia
a los victimarios. La Asociación se sostiene con el aporte
de sus más de 300 socios, que pagan 5 pesos mensuales. Según
Sanz, para terminar con la violencia familiar, que sólo en
la localidad de Ingeniero Budge (Lomas de Zamora) se cobra cuatro
víctimas por mes, es necesario el compromiso del Estado y de
todos los ciudadanos. La tarea: revisar los estereotipos sociales
sobre qué es ser hombre y qué es ser mujer y trabajar
por la igualdad en la pareja, y no por el mito de la media naranja
porque somos todos “naranjas enteras”.
¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia
doméstica?
El concepto se fue ampliando tanto a nivel nacional como internacional.
Por eso cuando hablamos de violencia doméstica o familiar no
hablamos solamente del golpe físico, sino también de
violencia emocional, violencia sexual, violencia financiera y violencia
social. Siempre que hablamos de violencia hablamos de abuso de poder,
de una fuerza que se impone contra la voluntad de alguien, la víctima.
Es un imponer que se va metiendo adentro de la víctima y que
llega a dominar su pensamiento, sus sentimientos, sus conductas y
su relación con los otros.
¿La violencia doméstica aumentó en los
últimos años o dejó de ser un tabú y por
eso ahora se habla más de ella?
Desde el modelo ecológico al que yo adhiero, creemos que siempre
hubo violencia, lo que pasa es que la naturalización de la
violencia hace que no se vea, a mayor desnaturalización, mayor
visión de la gente. Es como que aparecen más casos,
pero en realidad es que se está viendo lo que pasaba por abajo,
que no se detectaba por no tener los anteojos adecuados para verlo.
¿Algunas personas viven en un hogar violento y no
lo saben?
Por supuesto, y en todas las clases sociales y en todos los niveles
de instrucción. Está bastante desmitificado que éste
sea un problema de una sola clase social o que el alcoholismo sea
el productor de la violencia. Las causas principales tienen que ver
con la estructura verticalista y autoritaria en la familia, y con
el patriarcado. Porque es el abuso de poder entre personas que socialmente
ostentan mayor poder - los hombres- y otras que socialmente ostentan
menos - las mujeres-.
¿Algún tipo de violencia está más
arraigada en determinada clase social?
Las estadísticas muestran mucha clase media y baja como portadoras
de violencia porque en las clases menos favorecidas la gente recurre
al hospital o a la comisaría, mientras que en las clases más
acomodadas se asisten en consultorios privados y todo queda tapado.
El mismo poder económico tapa hasta las causas judiciales porque
compran abogados muy hábiles para defender a los victimarios.
¿Qué estadísticas de violencia conyugal
manejan?
Nosotros las estadísticas las tomamos desde lo macrosistémico,
qué está pasando en el mundo. Esto es algo que también
pasa en los países desarrollados, en Europa 600 mujeres son
asesinadas anualmente por los hombres con quienes vivían. Según
un estudio de 2002, sabemos que en la localidad de Ingeniero Budge
(partido de Lomas de Zamora) mueren 4 mujeres por mes por violencia
familiar. Estamos dentro de un fenómeno que es mundial y es
macrosocial. No es un problema de enfermedad que padece determinada
persona que golpea, esto está en una cadena general de victimizaciones,
producto del patriarcado.
¿Qué es el modelo ecológico al que usted
adhiere?
Cuando recién empezaron a ser estudiados estos temas- acá
en la Argentina hará 15 años, no más- las primeras
explicaciones vinieron desde los modelos biológicos. Se sostenía
que el hombre que tenía una conducta violenta era portador
de una patología. Después se apeló a modelos
psicopatológicos: se decía que había relaciones
sadomasoquistas que producían que alguien sea sádico
y que el otro, la víctima, goce. Todos estos modelos fueron
desacreditados. El modelo ecológico entiende que los elementos
del contexto, los internos del ser humano y los de su conducta, están
íntimamente relacionados, y que si uno hace un cambio de conducta,
indefectiblemente va a cambiar de ideas, y que si uno cambia desde
lo interno, también cambia el medio. En el modelo ecológico
vemos a la persona en su ser individual, en su familia – es
decir en su microsistema - pero esa familia inmersa en una comunidad
con instituciones -el exosistema- que perpetúan el problema
o lo cambia. A su vez, ese exosistema está enmarcado en la
cultura general, en las ideas generales acerca de qué es ser
hombre y qué es ser mujer, es decir, los estereotipos de género.
Esta mirada ampliada nos permite tener mayor eficacia porque la violencia
es un fenómeno multicausal, no tiene una única causa
como se creía antes. Pero también es un doble desafío
porque los que adherimos a este modelo creemos que todos de alguna
manera estamos produciendo esto y que todos podemos y debemos hacer
algo para cambiarlo.
Entonces, la violencia doméstica es un problema social
pero ocurre en la esfera privada, en las casas de las personas, ¿desde
dónde se puede intervenir para llegar al problema?
Nosotros trabajamos primero desde la familia, con la víctima
y con el victimario de manera separada. De acuerdo a nuestros planes
asistenciales nunca ponemos a la víctima y al victimario en
un mismo plano, en el mismo tiempo y espacio porque es algo riesgoso.
Desde un inicio hay una asimetría de poder que uno no puede
equilibrar en una entrevista. Al hacer un equilibrio de poder con
la víctima, se corre el riesgo que el victimario no soporte
esta igualdad y entonces pueda dañarla más. Y si no
entendemos del tema y los sentamos a los dos juntos y adherimos a
la postura del victimario, revictimizamos a la víctima. De
ninguna manera consideramos que puedan estar juntos. Este es un tema
central porque la Ley de Violencia Familiar promueve que no estén
juntos, principalmente en los estrados judiciales, y sin embargo los
casos de violencia familiar van a los Tribunales de Familia y en muchos
municipios los Tribunales de Familia está lo que llamamos etapa
previa, que favorece el encuentro entre la víctima y el victimario
para reconciliarlos. Siempre decimos que la violencia familiar es
un tema específico y tiene que ser tratado específicamente.
No se puede trabajar inespecíficamente desde otros modelos
que dañen nuevamente a la víctima.
¿Cuál es la reacción de la comunidad
ante una víctima de la violencia en el hogar? ¿Qué
obstáculos debe sortear una persona que va a hacer una denuncia?
Hay mucho rechazo, la gente en general se identifica más con
el victimario que con la víctima. Nosotros siempre vamos más
al compromiso personal, a identificar que yo también puedo
ser una víctima. Desde ahí se va logrando mayor empatía.
Lo que pasa en Tribunales muchas veces es que el victimario se muestra
más ordenado en su discurso, apela a la doble fachada - que
es una de sus características- de educado y de respetuoso.
La víctima se ve como una desorientada, que se va por las ramas
cuando habla y no contesta lo que le preguntan. Pero eso es producto
de la victimización. Entonces hay desigualdad y falta de apoyo
que mientras la sociedad no esté más informada y comprometida
con este tema van a seguir padeciendo. Lo que creo fundamental para
poder equilibrar el poder es que el Estado colabore. Esto no es solo
una cuestión de las ONG’s, tenemos que trabajar en conjunto,
en políticas específicas. Nosotros estamos pidiendo
que se arme un Consejo Nacional de Política de Prevención
donde se puedan articular los diferentes sectores del Estado, más
las ONG’s y la gente interesada. Salimos con la participación,
sino va a ser imposible. Hoy hay un vacío en los canales de
comunicación con el Estado.
¿En qué porcentaje se puede terminar con la
violencia física y en qué porcentajes se puede terminar
con la violencia emocional?
No puedo contestar en base a una estadística nacional. Por
lo que he trabajado acá sé que un porcentaje no tan
pequeño de gente ha podido frenar el abuso físico, por
lo menos. Cuando uno empieza a contarle a los hombres la victimización
que produce la cultura por dividirnos en femenino-masculino, ellos
se van dando cuenta que son parte de esta cadena de dominación,
que son un eslabón más, que pueden dominar hacia abajo
pero que también son dominados desde arriba porque la exigencia
que le produce el estereotipo al hombre es terrible. Para sostener
el abuso, el hombre primero tiene que hacer un autocontrol de su imagen
hacia fuera: no puede llorar, no puede sentir, no puede tener necesidades,
no puede gozar. Esa primera victimización instala las otras
victimizaciones. Puede ser que desencadene en un abuso hacia una mujer,
pero también hay abusos consigo mismo, entonces encontramos
casos de alcoholismo, de suicidio, de conductas delictivas. Es un
alivio para ellos venir acá a hacer tratamientos. Al mismo
tiempo que no pueden cambiar rápidamente lo que les viene históricamente
asignado, pero sí se dan cuenta que aunque lloren y reconozcan
sus necesidades no dejan de ser hombres. Todo esto les permite una
comunicación diferente con la mujer, que se si también
hace un tratamiento y critica su propio estereotipo, va a poder ponerse
de igual a igual. Lo que hay que ir logrando en las parejas es la
igualdad, que nadie someta a nadie.
¿Hay violencia contra el hombre? ¿De qué
forma se ejerce?
Nosotros no estamos muy de acuerdo con lo de la violencia cruzada
(del hombre hacia la mujer y de la mujer hacia el hombre) porque creemos
que todavía el poder a nivel social no se equilibró
entre hombres y mujeres. Tuvimos solamente dos o tres casos el año
pasado que se plantearon como violencia de la mujer hacia el hombre.
Pero esto tiene que ver con la mirada que uno tiene sobre el problema,
varía de acuerdo a la puntuación que uno haga. Si por
ejemplo, una mujer le parte una silla en la cabeza a un hombre, ella
es la violenta y él es la víctima. Pero si uno recorre
la historia de vida de esa pareja, muchas veces se ve que ahí
hay mucha violencia emocional contenida sobre esa víctima,
que un día se hartó y rompió una silla en la
cabeza del hombre.
¿Qué pasa cuando la mujer es la que trae la
plata a la casa? ¿Cambia la relación de poder?
Cuando el mujer trae el dinero a la casa, lo maneja el hombre. El
determina qué se compra que no se compra aunque el dinero lo
traiga ella. Para los hombres, creer que solo son hombres si son proveedores
también es una trampa Tienen que aprender que no tienen por
qué responder a ese estereotipo porque no está escrito
en ningún lado.
Una persona que se crió en un hogar violento, ¿es
más fácil que vuelva a construir uno similar?
Es un factor de riesgo, pero hay mucha gente alrededor de un niño
y una niña ayudándolos a crecer. Pueden encontrar modelos
alternativos en la familia de un compañero, en la maestra,
en la catequista.
¿Qué estereotipos tienen las mujeres que son
maltratadas?
Las mujeres maltratadas tienen el estereotipo tradicional, que sería
ser todo lo contrario a lo se entiende por masculino: si el hombre
es fuerte la mujer es débil; si él es poderoso yo no
tengo nada de poder; él decide yo no; él no pude sufrir
yo soy llorona, él es mujeriego yo soy fiel. En los estereotipos
están enfrentados uno con el otro. El problema es que el daño
es sobre los dos, porque a uno le está sacando la parte del
otro. Al adherir completamente a los estereotipos tanto la mujer como
el hombre van a ser capaces de la violencia conyugal. Al no adherir
tanto están más lejos de la violencia conyugal y más
cerca de la igualdad. Una mujer que adhiere absolutamente al estereotipo
va a estar más en riesgo que una mujer que va criticando todas
estas posturas, que además está demostrado que son construcciones
sociales, no es genético. Ser una víctima es una construcción
social, no es una patología.
¿Cuáles son las propuesta para combatir la
violencia doméstica más allá de la asistencia
a víctimas y victimarios?
Trabajar en la prevención. Creemos que es muy eficaz difundir,
informar para que se vaya desmitificando la idea de que la violencia
en el hogar es el problema de unos pocos, nos pasa a muchos. Y al
mismo tiempo, no tenemos que pasarnos para el otro lado, de decir
que si nos pasa a muchos entonces es natural porque así volvemos
a tapar. En conseguir ese equilibrio tenemos que trabajar. El tema
es poder llegar a la gente. En general lo hacemos a través
de talleres, en los que siempre surge alguna víctima o conocidos
de alguna persona que sufre maltratos. Últimamente hicimos
una experiencia muy interesante con adolescentes en los niveles del
Polimodal como para poder empezar a detectar en las relaciones de
noviazgo la violencia conyugal. En los talleres hablamos con los pibes
sobre qué es lo que nos pasa a nosotros con estos estereotipos
sobre qué es ser mujer y qué es ser hombre, y los criticamos,
y vemos que no se pueden confirmar porque no están escritos
en ningún lado. Todo esto hace que los chicos desde adentro
puedan mover estas estructuras y trabajen por la igualdad precisamente
y no por la media naranja, que es un mito. Somos todos naranjas enteras,
mientras nos parezca que somos media naranja, tenemos que estar pegados
a otro de cualquier manera. Al victimario le pasa eso, necesita estar
pegado de cualquier manera a la víctima porque cree que es
incompleto, y la víctima lo mismo. Mientras construyamos personas
enteras, naranjas enteras, vamos a poder hacer que estas dos naranjas
caminen juntas en un proyecto común. O que una vaya para un
lado y la otra para el otro pero que no carguen con esa decisión
de vida que es la violencia conyugal.
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