Por mariana percovich
Toda campaña agita el escenario político. Un año
electoral sobrecarga con más temas la agenda pública,
provoca reposicionamientos –fragmentaciones, alianzas- campañas
sucias contra algún candidato; y también provoca gastos
exagerados y asistencialismo bajo la forma de intercambio de “favores
por votos”, lo que en definitiva parece perjudicar al común
de la gente y beneficiar únicamente a los políticos.
¿Qué cosas buenas se puede esperar del próximo
año electoral?
El ejercicio democrático siempre en sí mismo es bueno.
Creo que va a ser positivo que la gente pueda votar este 2005 un poco
menos presionada, menos en situación de temor y de crisis emocional
que como lo hicimos en el 2003, momento en el que había un
escenario de mucha incertidumbre y el voto era hiperestratégico:
la gente calculaba qué quería, qué era lo último
que quería, qué escenario podía darse en el ballotage.
Ahora puede suceder que la gente tienda a votar más relajada.
Primero, porque en las legislativas la gente vota más distendida
y se anima a tomar otras opciones; y segundo porque estamos en una
situación de mayor estabilidad institucional. En ese sentido
van a estar bien las elecciones del 2005.
¿Imagina una campaña menos emotiva?
Sí, va a ser un campaña más intrascendente para
la vida de la gente.
¿Tiene sentido, es prudente, empezar ya a hablar de
las elecciones, de las candidaturas y sus posibilidades?
Se puede hablar pero relativamente. En relación a las mediciones
es prematuro porque como hay muchos candidatos de las listas que no
están definidos es difícil armar escenarios que sean
consistentes. Se puede medir, pero los que ya están definidos,
por ejemplo Lilita Carrió en la Capital Federal, están
en mejores condiciones que por ahí otros partidos que todavía
no saben cuál será su candidato, que es el caso del
PJ y de los partidos de centroderecha. Esto no implica que porque
no hayan decidido hoy después tengan un mal desempeño.
Carrió tiene entre un 25 y un 28% de intención de voto.
Enfrente tiene probablemente a Patricia Bullrich, al candidato del
oficialismo que no sabemos quién es -en el caso de que sea
Rafael Bielsa estaría casi a la par de ella, y si fuera Roberto
Lavagna, (como se decía) o Cristina Kirchner estarían
encima de ella- pero no sabemos si Macri se presenta, ni qué
hace el radicalismo. López Murphy probablemente ponga a Bullrich.
Zamora es el otro que está consistente que siempre tiene un
10%. Con lo cual, Carrió hoy arrasaría, tiene un 25%
bastante sólido y es la mejor posicionada.
¿Le llama la atención que, según las
mediciones, Carrió ganaría en Recoleta, esto es que
una propuesta que se dice de centroizquierda sea apoyada por sectores
acomodados?
No, porque Zamora también en algún momento tuvo un posicionamiento
importante en distritos dentro de la Capital que eran habitualmente
de nivel socioeconómico alto, además ella tiene un extracción
radical y su discurso a la centroderecha le gusta mucho. Porque es
un discurso que tiene que ver obviamente con la moral, pero que también
en algún momento se hace un poco gorila, para decirlo sencillamente,
y eso endulza mucho los oídos de la centroderecha. Y hoy la
oposición más fuerte que tiene Kirchner obviamente es
la derecha y de la centroderecha, y ella me parece que, hábilmente,
con su discurso de la ética y la moral, que es verdaderamente
transversal, agarra sectores de izquierda, de centroizquirda y de
centroderecha.
¿Todavía vale la clasificación izquierda-derecha
para identificar a los candidatos, partidos, actores políticos?
Sí, me parece que es ordenador. Yo puedo decir: “no,
no hay diferencias, lo importante es sacar el país adelante”.
Pero está claro que hay distintas maneras de hacerlo. Entonces,
son válidas las identificaciones centroderecha, centroizquierda.
Lo que sucede es que a su vez ambos sectores en sí mismo han
cambiado. Pero siguen teniendo que ver con distintas bases ideológicas
que están bien marcadas.
¿Qué temas van a ser ineludibles, sobre los
que cada candidato va a tener que tener una posición y una
propuesta?
Los temas locales siguen teniendo mucho peso en las distintas provincias.
Y también va a ser importante la posición de los candidatos
en relación a la postura oficialista nacional. Está
muy dividido qué es lo que los candidatos de centroderecha
y de centroizquierda van a decir qué pueden hacer dentro del
cuerpo legislativo: la centroderecha va a bregar con bajar el nivel
de poder y autoritarismo que se le adjudica a este presidente y la
centroizquierda o la izquierda va a tener la típica demanda
sobre la relación de la Argentina con los organismos internacionales.
Hoy la oposición está dispersa. ¿Se
va a reagrupar cuando se acerquen las elecciones? Inclusive se llegó
a hablar de un polo anti-Kirchner integrado por López Murphy
y Carrió, ¿ve viable este agrupamiento?
Cualquier polo de distintos se puede juntar en la medida que al que
se enfrentan tiene una posición muy crítica. Hoy Kirchner
todavía no tiene ese lugar, quizás no lo tenga nunca
o quizás lo tenga. ¿Quiénes juntaron en contra?
Menem, Saadi. A De la Rúa y a Chacho los juntó Menem,
de otra forma no se hubieran juntado nunca. En Catamarca Saadi juntó
a peronistas y radicales. O sea que tiene que haber del otro lado
alguien que tenga un posicionamiento espantoso y hoy Kirchner no lo
tiene. Un presidente que tiene un nivel de aprobación de más
del 50 % no está como para que le hagan un polo conformado
por distintos. Por ahora es prematuro, en un par de años no
lo sé.
¿Y habrá acercamientos entre los que están
más cerca en el arco político?
Ya se sabe de López Murphy y Bullrich. Pueden tener un acercamiento
Sobich, López Murphy y Macri pero todavía son proyectos
muy distintos, puede haber una comunión de ideas pero no sé
si se van a juntar institucionalmente.
¿El voto bronca es parte del pasado o puede resurgir?
No creo que haya voto bronca o rechazo a votar, porque en las provincias,
en el interior, la gente está medianamente contenta y tranquila.
Uno no se encuentra con la bronca que había un par de años.
¿Qué temas le parece interesante medir en la
opinión pública, en relación a la política,
cuando no hay campaña electoral?
Son momentos en los que uno aprovecha para hacer trabajos más
de tipo estructural que tienen que ver con cómo se conforma
el imaginario de la sociedad, con cómo queda la sociedad después
de una situación de crisis y de ingreso a un momento de mayor
estabilidad. Es decir, que además de lo que se pueda medir
en relación a las gestiones de gobierno, se trabaja en hacer
una radiografía de actitudes y de demandas de tipo estructural.
Por ejemplo, la vinculación de la gente con las instituciones,
su actitud hacia el pago de impuestos. Aquí, la situación
económica impulsó cambios que tienen que ver con un
país que mira más para adentro, una sociedad que recorre
más su país y que observa cosas que antes no veía.
Esta es claramente una sociedad más metida para adentro, con
lo bueno y lo malo que esto acarrea.
¿Alguno de estos cambios estructurales le parece de
destacar?
Hay cambios que tienen que ver con cuestiones de confiabilidad. Por
ejemplo, los cuerpos legislativos hace tres años tenían
entre un 2 y un 3 % de aceptación y hoy están entre
15 y 16%. No es nada al lado de lo que puede tener el número
uno que es el presidente, que tiene alrededor de 70%, pero están
en una mejor posición.
A partir de la crisis de 2001-2002 surgió un reclamo
de una política más transparente, más cercana
a la gente, ¿qué quedó de estos reclamos?
En la agenda de la gente el tema de la corrupción no está
por encima del estándar. Hay un piso de queja y de considerar
que en general hay corrupción en el Estado y en todos lados.
Al final del menemismo se estaba por encima de ese estándar,
qué volvió a subir después del 2001 y que hoy
está en los niveles habituales. Claro que el gran desafío
es que la gente diga que realmente las instituciones son transparentes,
algo muy difícil que logre Kirchner, aunque la gente percibe
que lo intenta.
O sea que la demanda de otra forma de hacer política
no la cumplió, pero consiguió bajar a niveles aceptables
la sensación de corrupción.
Creo que hay una diferencia entre su forma de hacer política
y la gestión. A Kirchner se lo ve como un estilo nuevo, como
el político diferente, más cerca de la gente, con el
que es más fácil identificarse porque es un típico
señor de clase media... muy autoritario. Pero su estilo aún
no logra trasladarse a la sensación de que hay una nueva forma
de hacer política. ¿Y por qué? Porque siguen
las presiones, el aparato clientelar, un sector del duhaldismo está
vigente, y entonces, la sensación de que siguen los malos hábitos
en la política persiste.
¿En general, Kirchner es percibido como un presidente
autoritario?
El tema del autoritarismo en Kirchner divide aguas. La mayoría
de la gente, el 70%, ve bien que sea fuerte y que ejerza la autoridad.
Después hay un 30% que tiene miedo de ese nivel de autoridad.
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