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Por MARIANA PERCOVICH
Una pila de bancos que se le caiga encima apenas traspase la puerta,
un alumno que amenace con una navaja, insultos, robos, preservativos
arrojados desde el fondo del salón. Todo eso puede encontrar
un docente en el aula. Para el licenciado en Psicología Fernando
Osorio, la violencia escolar actual es inédita y está
en todos los niveles sociales. “Se da tanto en las escuelas de
San Isidro como en las de Fuerte Apache”, afirma. En el medio
de una sociedad fragmentada, las escuelas quedaron en el ojo de la tormenta.
Ante la tarea de incluir a chicos que la mayoría de las instituciones
excluye
-inclusive la familia- son escenario de múltiples conflictos
en los que prima la agresión y la violencia. ¿Cómo
intervenir? Con esa pregunta es convocado Osorio desde diversas escuelas.
¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia
escolar?
La violencia escolar es una construcción social. El concepto
es bastante controvertido. A partir de un incremento geométrico
de la violencia durante la última década se formalizaron
muchos conceptos que hasta ese momento se tenían como parte
de la agresividad de la condición humana. Entonces, la violencia
fue tomada como una entidad a ser trabajada desde diferentes ámbitos:
la justicia, el derecho, la psicología, la sociología.
Hubo un cambio teórico porque la violencia que tenemos hoy
es inédita, y las situaciones de violencia escolar son absolutamente
inéditas: pibes que entran con navajas, armas al colegio y
amenazan a los compañeros y docentes. Esto no se veía
hace quince años atrás. Entonces, cambiaron las teorías
porque cambiaron los individuos y la sociedad. Yo diría que
la peor herencia que tenemos del menemismo es una alteración
de los valores. La educación como valor y como posibilidad
de ascenso social se perdió. Por ejemplo, si hace veinte años
un pibe quería trascender en la escala social lo primero que
se le ocurría era estudiar, y también era lo primero
que se les ocurría a los padres, mandarlo al colegio, a la
facultad para que tenga un título, pueda trabajar y progrese.
Para los chicos eso ya no existe. Entonces justificar el encierro
de seis, ocho horas en un colegio es mucho más difícil,
porque los pibes te preguntan: ¿para qué estudiar?
¿Cuáles son los casos de violencia escolar
que más lo sorprendieron?
Uno ya casi no se sorprende con nada. La violencia está en
todas las escuelas: públicas, privadas, de muy buenos recursos
económicos, de bajos recursos, marginales, escuelas perdidas
en la lontananza y bien ubicadas. Las situaciones de violencia, agresión
y consumo de drogas no respeta ningún estrato social ni económico.
Donde uno sí puede advertir diferencias es en el tipo de agresión.
En las escuelas de niveles sociales altos la prepotencia y la impunidad
con que se manejan los pibes es mayor. En las escuelas de barrios
carenciados la misma situación de violencia es representada
de otra manera, la actitud que tienen los pibes frente a la palabra
del adulto es completamente diferente. Los chicos de bajos recursos
siempre esperan que el adulto tenga una palabra que sancione, que
contenga, que inspire respeto, mientras que en los pibes que tienen
mucho acceso al consumo es tanta la impunidad con la que viven que
en general no confían y tienen un descrédito absoluto
en la palabra del adulto. Entonces, uno ve situaciones de agresión
y de violencia y de consumo de drogas en todos los estratos sociales
pero la cualidad del encuentro con el pibe es diferente, en general
los chicos de bajos recursos tienen más apertura a escucharte
y tienen argumentaciones de por qué les pasa lo que les pasa
y por qué hacen lo que hacen. En cambio, cuando voy a asesorar
a escuelas de San Isidro, Vicente López, Olivos, me encuentro
con un nivel de negación por parte de los chicos que sorprende.
En los medios de comunicación se asocia la violencia
escolar con pobreza y condiciones socieconómicas difíciles...
Todas las legislaciones que se armaron en torno a minoridad tuvieron
una tendencia a criminalizar a los niños pobres. Hasta cuando
se formalizó en 1919 la Ley Agote, la primera que iba a contemplar
a la minoridad en la Argentina y que se preguntó qué
vamos a hacer con los pibes, la respuesta fue encerrarlos, encerrarlos
en institutos de menores. El contexto social de esa ley fue el de
la semana trágica. Uno de los argumentos que utilizaron fue
que en la avanzada de las manifestaciones obreras había pibes
que rompían todo a su paso. Pero lo que no explicaron es que
esos jóvenes estaban ahí porque también estaban
en las fábricas siendo explotados, salieron a las calles como
obreros. Entonces, desde que existe una ley en relación a la
minoridad, la infancia abandonada estuvo asociada a la delincuencia.
Son años de meterle en la cabeza a la gente que los pobres
son delincuentes.
¿Cuál es la relación entre violencia
escolar y violencia familiar? ¿La escuela es una caja de resonancia
de la violencia familiar?
Posiblemente sea una caja de resonancia pero todas las instituciones
siempre tienen un agregado de violencia. El tema es ver cómo
llegan los pibes a esas instituciones. Uno de los orígenes
de la violencia extrema tiene que ver estrictamente con la crianza:
con qué referente legal interno tiene el chico, es decir si
hubo alguien
- aunque sea un tío, un primo, alguien significativo para ese
pibe- que en sus primeros años de vida haya controlado sus
impulsos normales, le haya puesto límites. Cuando un nene de
dos años llora y patea porque no consigue algo en el momento
en que lo necesita es porque todavía no tiene internalizada
una ley que dice: esto esa bien, esto está mal, esto se puede,
esto no se puede. En los primeros años de vida, los límites
se construyen en relación a un adulto. Un pibe que está
abandonado desde que nace y que no recibe una regulación de
parte de un adulto llega a los ocho años –y al aula-
con un descontrol interno que se lleva el mundo por delante, internamente
siente que nada lo limita. Y, ¿de dónde le viene el
límite después? Palo por la cabeza, la policía,
el encierro.
En un artículo hacía referencia al déficit
de padres...
El déficit de padres tampoco respeta clases sociales, hay gente
en una buena posición económica que no le da atención
a sus hijos. Algunos padres se quejan de que el chico está
todo el día mirando televisión o con la computadora.
En esos casos yo les pregunto: ¿Usted le ofrece alguna otra
cosa? Porque si nunca le ofreció nada, es probable que el pibe
tome eso como único recurso. Por otra parte, las condiciones
sociales de este país- la corrupción, la impunidad,
la falta de justicia- han sido un caldo de cultivo para en chicos
con déficit de padres generar delincuentes. Pero no porque
haya una relación directa entre pobreza y delincuencia. Porque
en realidad el déficit de padre lo puede padecer un pibe
de cualquier clase social. Los narcotraficantes tienen guita... Ahora,
las consecuencias de ese déficit de padres en un punto van
a ser distintas para el chico de clase media y alta que para el de
clase baja. Por el chico con recursos siempre va a haber alguien que
reclame -se lo quiera más o se lo quiera menos- pero alguien
de clase media no va dejar que su hijo esté encerrado en el
instituto de menores. Si al juez le cae el caso de un pibe de bajos
recursos por el que nadie reclama, va adentro, lo interna, no lo piensa
mucho. En cambio cuando tiene uno por el que tiene a la familia adentro
del juzgado y a la madre golpeándole la puerta y gritándole,
se fija si tiene obra social y lo manda a cumplir con determinado
tratamiento. No hay internación. ¿Por qué? Porque
siempre hay alguien que va a reclamar por ellos, pero no es que cometen
menos delitos.
Según una encuesta reciente 7 de cada 10 docentes
sostiene que la violencia va en aumento...
Los docentes están muy asustados.
¿El tema está suficientemente debatido y trabajado
en las escuelas?
Se insiste mucho en que los docentes no tienen capacitación,
por más que vos capacites intelectualmente a un docente, el
nivel de violencia con el que se encuentra es inédito. La realidad
es que el docente tiene muy poco para hacer si no tiene un marco regulatorio
que lo apoye.
¿Qué apoyo piden los docentes?
Los docentes piden primero un apoyo normativo. Ahora en las escuelas
es muy difícil sancionar a los pibes, y además la sanción
no tiene que ser expulsiva, porque si se lo expulsa no resuelve ningún
problema. Entonces es muy difícil encontrar un proceso de mediación.
Y cuando se eliminan las amonestaciones los docentes sienten que perdieron
un recurso. Ahora se habla de los Acuerdos de Convivencia, cada escuela
tiene que establecer uno, pero si eliminan las amonestaciones en realidad
los docentes sienten que el acuerdo de convivencia los desestructura,
no les permite hacer absolutamente nada y no tienen ningún
apoyo cuando tienen que sancionar a un pibe. Inclusive los inspectores
se sienten muy solos, porque, ¿cuál es el planteo? Los
pibes van a la escuela a comer. “¿Para qué estudiar
historia, geografía, para qué me va a servir?- dicen-
si lo que yo quiero conseguir lo robo y lo tengo”. Las escuelas
tienen que generar los Acuerdos de Convivencia en situaciones de asamblea,
los pibes tienen que participar, si no es decir de manera eufemística
“sí tenemos Acuerdos de Convivencia” pero los pibes
no saben de qué se está hablando.
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