Opinión: el pais

Kirchner apunta contra la inseguridad

 
 
El presidente Néstor kIrchner, junto al gobernador de Buenos Aires, Felipe Solá.
El presidente le brindó su apoyo al gobernador Felipe Solá ante la necesidad de combatir la violencia que reina en el conurbano bonaerense.


Disminuir tamañoAumentar tamañoCambiar tamaño  Imprimir Imprimir
 
       
   
   
  Por Darío D’Atri

La Capital Federal y el Gran Buenos Aires es un polvorín convertida además en tierra de nadie.

Buenos Aires (Corresponsalía) > Es un ciclo sinfín, que una y otra vez acosa al gobierno y que por momentos parece acorralarlo. La inseguridad es un fenómeno estructural, mitad herencia de los procesos de exclusión y abandono de los ’90, mitad consecuencia de fenómenos delictuales de alta escala, en la que priman el narcotráfico, el robo de autos y ahora los secuestros extorsivos.
Carlos Menem tuvo la suerte de no sufrir durante su administración el costo político que conlleva el flagelo de la inseguridad; aunque sintió en los últimos dos años de gobierno el impacto de crecientes olas de asaltos a domicilios de la Capital Federal y Gran Buenos Aires. Fernando de la Rúa fue el primero en acusar el golpe político de la inseguridad como epidemia, aunque su negación existencial lo llevó a ignorar el problema.
Tras el estallido social que trajo el final catastrófico de la convertibilidad, Eduardo Duhalde fue el primer presidente en comprender y sentir en carne propia la capacidad de desestabilización emocional que provoca en la población la inseguridad como fenómeno sistemático, generalizado y creciente.

Comprensión
Aunque los crímenes de los piqueteros Santillán y Kosteky, que lo obligaron a adelantar las elecciones presidenciales, fueron hechos políticos, Duhalde supo comprender que en la Argentina la inseguridad y la violencia en la calle son factores profundamente más shockeantes en términos sociales que la propia desocupación o la pobreza.
Ahora, Néstor Kirchner vive acosado por los fantasmas cotidianos de la inseguridad. Desde el inicio de su gestión sabe el santacruceño que los secuestros, los asaltos a mano armada y los delitos contra domicilios particulares son un polvorín que, en Capital Federal y los cordones del Gran Buenos Aires, rompen a la larga toda expectativa positiva de la gente.
Desde el día uno de su gobierno, Kirchner no hizo otra cosa que aumentar su nivel de involucramiento en el tema de la inseguridad y darse cuenta que cada vez la situación es peor y parece más lejos la solución.

Apuesta
Esta semana, Kirchner dobló la apuesta que había tomado cuando trajo a las cercanías de su despacho la Secretaría de Seguridad Interior, dirigida por Alberto Iribarne, que pasó a depender del Ministerio del Interior. Lo hizo cuando lanzó una velada amenaza política a los sectores de derecha que resisten y boicotean la política de seguridad de la provincia de Buenos Aires, invitando a un abrazo peronista al cascoteado ministro de Seguridad bonaerense, León Arslanian.
El ex camarista, luego de dos semanas de una nueva ola de secuestros (más de 20), recibió el apoyo presidencial como un salvavidas en la tormenta, pero sobre todo terminó de comprender que es el propio presidente su jefe natural en la cruzada que ha desatado contra la temible policía bonaerenses, con purgas masivas que no hacen otra cosa que comprobar que no hay una manzana podrida, sino cajones.

Estrategia
Kirchner, que decidió el virtual solapamiento de la jurisdicción de la policía bonaerense en el Gran Buenos Aires con fuerzas de la Federal, Gendarmería y Prefectura, está reforzando la apuesta estratégica de Arslanián, que cree en la intimidad que poco y nada de la actual estructura policial bonaerense es recuperable y, peor aún, que conoce a fondo la responsabilidad directa de los altos jefes policiales de ese distrito en todos y cada uno de los sectores del delito organizado.
Arslanian y Kirchner, desde aquella visión clara de la necesidad de neutralizar a la policía bonaerense para iniciar el camino de lucha contra el delito, han puesto también sus cañones contra el padre de Axel Blumberg.
El ex ingeniero textil no hace otra cosa que apuntar contra el ministro de Seguridad de Felipe Solá, apoyado por sectores políticos profundamente enfrentados al gobierno nacional, por buena parte de los expulsados de la policía bonaerense y por segmentos de derecha reaccionaria, que preferirían una política de mano dura, pero que no toque las estructuras actuales de control policial del delito.

Golpe
Por ideología y por intereses directos, buena parte de los sectores que se escudan tras la cruzada Blumberg minan sistemáticamente la cruzada Arslanián, algo que Kirchner ha decidido no aceptar, en parte por ideología y sobre todo porque recuerda las consecuencias del paso por la gestión del ministerio de Seguridad de Buenos Aires de adalides de la mano dura contra el delito.
Para el presidente, la guerra contra la inseguridad tiene el sentido de un mandamiento, porque presiente que aparte de minar capital político de cualquier dirigente, el fenómeno del miedo tiene un alto potencial de aprovechamiento político en su contra por parte de los segmentos más reaccionarios al proyecto político-económico del santacruceño. El Gran Buenos Aires es, en ese sentido, un barco de fidelidades políticas a merced de los vientos furiosos que engendran el miedo y temor colectivo a causa de la inseguridad.

Diálogo
Es cierto que el presidente, como los gobernadores a los que acosa con sus visitas, no tiene chances aún de llevar a Blumberg al terreno en el que sabe podría derrotarlo fácil, el de la lucha política. Por eso acepta conversar con él, lo sienta como hará esta semana en su despacho para escuchar planteos muchas veces antojadizos y al borde de la legalidad. Blumberg, ya lejos de los primeros impulsos y lucha desesperada tras el asesinato de su hijo, sigue negando intencionalidad política a sus actos pero vive flirteando con dirigentes de centroderecha.
La última jugada presidencial, cerrando filas con Arslanián y enviando tropas extrañas a tierras bonaerenses, no es más que otra movida de fichas en un interminable juego de estrategias que cambian al compás de una dinámica dada por la inseguridad que siempre supera la capacidad de respuesta de los gobiernos.
Hace meses Kirchner decidió que el costo de asumir directamente la dirección de la lucha contra el delito es tan alto como inevitable, por eso eligió tomar el toro por las astas. El problema es que lo ha hecho desde su estilo centralista y de un hegemonismo excluyente. Un camino que ha puesto necesariamente a la oposición en la vereda de enfrente, en un tema que por su impacto sobre la vida democrática debería ser tratado como política de estado.

Pasividad
La oposición, es cierto, no ha hecho el mínimo esfuerzo por romper esta lógica y lanzar desde su lugar una apuesta superadora que obligue al gobierno a negociar consensos.
En el medio, claro, el miedo cotidiano de la gente es una triste moneda de cambio en pujas de poder realizadas sobre estadísticas de secuestros y asesinatos.

 

 


La Mañana Neuquen
Redacción Cómo anunciar  |  Webmaster
Neuquen - Fotheringham 445 - Teléfono 449 0400
Copyright © 2002-2004 - La Mañana Neuquen - Todos los derechos reservados
 
 
 



Min.: 5°c
Máx.:
20°c
Nubosidad variable. Vientos fuertes del oeste, rotando al sudoeste.

 Transportes Interurbanos
 Guía Profesional
 Teléfonos de urgencia
 Farmacias de turno
 Transporte Aéreo
 Quiniela
 Horóscopo
 
 
 
 
 

Cine
Teatro
Recitales
Televisión
Videos

 
 

Revista Caras