Año del centenario de la ciudad de Neuquén

Momentos irrepetibles en la historia
cotidiana de la gran capital patagónica

 
 
En la foto superior la impactante imagen de la ciudad bajo el agua en el año 1958.
Desde los intensos versos escritos por la gran poetisa neuquina, hasta los temibles desbordes del Limay pasando por el poco conocido «Barrio Gris».


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  En el bajo estaba la «zona roja»

Los placeres nocturnos de los primeros pobladores fueron reglados según textos guardados en el archivo municipal.

Sobre la calle Sarmiento se encontraba ubicado uno de los café más frecuentados por los primeros pobladores. Se llamaba “Armonía” y reunía actividades de esparcimiento de tinte netamente popular. La diversión y la vida nocturna iban de la mano ya que en la Neuquén recién fundada como capital del territorio, los prostíbulos estaban ubicados mayoritariamente en el sector del Bajo.
Las casas de tolerancia o también llamadas «casas malas» unidas al movimiento comercial marcaron las características del Bajo durante esos años en que la hostilidad de la tierra marcaba cicatrices sobre los cuerpos y sobre las almas.
En el año 1906 el municipio sancionó una ordenanza reglamentando el funcionamiento de estas casas de tolerancia y reglamentó tambien el lugar que podían y debían ocupar dentro de la ciudad. Se demarcó así una especia de “barrio rojo” al sur de las calles Perito Moreno y ministro Alcorta. Para ubicarnos correctamente, se trata de la segunda calle paralela a la Estación Neuquén , hasta lo que hoy es la Ruta 22.
Cuatro años más tarde, en el año 1910, se vuelve a especificar el lugar donde deben funcionar las mencionadas “casas”. En reunión a puertas cerradas, los integrantes del Concejo municipal deciden la nueva delimitación de calles del «Barrio Gris» donde estaba permitido el ejercicio de la prostitución: Perito Moreno al norte, Montevideo al sur, Bahía Blanca al este y Río Negro al oeste.
Por decisión de quien presidió en varias oportunidades la Comuna , don Amaranto Suárez, se colocó una tranquera para separar el Alto del Bajo.
Era a la hora cero en que la zona de tolerancia quedaba aislada del resto de la ciudad. Los comercios bajaban las persianas a hora temprana, y los hábitos de los noctámbulos guiaban sus pasos hacia los lugares de juego. Otros iban a recostarse sobre el estaño de los primeros bares mientras que otros buscaban los faroles rojos de las puertas para hundirse en las fauces de lo prohibido.
Se estima que entre los años 1905 y 1912 funcionaban unos siete prostíbulos en la ciudad. Los propietarios eran M. Romero, M. Pager, P. Manríquez, S. Gómez y se cree que los más elegantes estaban regenteados por don Miguel Mango. Estos lugares, según testimonios de la época, eran frecuentados por «hombres solteros, empleados, jornaleros, policías y ferroviarios».

Cincuenta años atrás, Irma Cuña escribía este poema

Con un estilo muy especial para definir a su ciudad, estos versos fueron publicados por primera vez en el matutino La Nación de la capital federal, el 12 de septiembre de 1954.
«Neuquén fue un infantil pueblo de álamos, de canales, de siestas y de vientos, que ocultó en la limpieza de su noche el crujir de la arena y el desierto.
En él todos llegamos hacia casa
y algunos sólo armamos campamento
para volver a andar;
muchos quedaron, arraigaron
hicieron y crecieron.
Otros no están o ya están para siempre -acurrucados, tibios-
en los nietos. »

Cuando la capital quedaba bajo el agua

Hasta la realización del dique de El Chocón la ciudad y sus alrededores estaba en manos de las fuerzas de la naturaleza. Las inundaciones asolaban a los pobladores ribereños y a los habitantes del Bajo.

El año 1931 les deparó una ingrata sorpresa a los pobladores de la capital. Una gran inundación hizo que las márgenes del río se acercaran muy pocos metros a las vías del Ferrocarril del Sud. La capital del territorio cubierta de agua en la zona más poblada. Hubo escenas de pánico, desaparecidos, muertos y un sinnúmero de evacuados. Algunos memoriosos recuerdan a una de las primeras modistas de la época, la señora de Alvarez, cuyo esposo era carpintero y tenía siempre el bote listo por las dudas que el Limay saliera de su cauce.
Otro fenómeno natural como el mencionado se registró en el año 1958. Un testigo de aquellos años, Alberto Fantini, guarda como recuerdo de esas duras jornadas una fotografía, que se reproduce en esta página, de la intersección de la avenida Olascoaga y la ruta 22. En esa imagen se ve a lo lejos la legislatura y la Comisaría 2ª que, al igual que los vecinos permanecieron bajo el agua alrededor de diez días. Según lo relatado por Fantini el perímetro comprendido por la calles Luis Beltrán hasta lo que es hoy el Barrio Villa María se había convertido en una continuación del Limay.
Alberto Fantini remando dentro de su canoa, llevaba una olla con comida para los detenidos que se encontraban alojados en la comisaría. La comida era un nutritivo guiso preparado en la Cárcel (ubicada en el Alto) para mantener en pie a los que se encontraban atrapados sin salida por las majestuosas fuerzas de la naturaleza.

 

 


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