En el bajo estaba
la «zona roja»
Los placeres nocturnos de los primeros pobladores fueron
reglados según textos guardados en el archivo municipal.
Sobre la calle Sarmiento se encontraba ubicado uno de los café
más frecuentados por los primeros pobladores. Se llamaba “Armonía”
y reunía actividades de esparcimiento de tinte netamente popular.
La diversión y la vida nocturna iban de la mano ya que en la
Neuquén recién fundada como capital del territorio,
los prostíbulos estaban ubicados mayoritariamente en el sector
del Bajo.
Las casas de tolerancia o también llamadas «casas malas»
unidas al movimiento comercial marcaron las características
del Bajo durante esos años en que la hostilidad de la tierra
marcaba cicatrices sobre los cuerpos y sobre las almas.
En el año 1906 el municipio sancionó una ordenanza reglamentando
el funcionamiento de estas casas de tolerancia y reglamentó
tambien el lugar que podían y debían ocupar dentro de
la ciudad. Se demarcó así una especia de “barrio
rojo” al sur de las calles Perito Moreno y ministro Alcorta.
Para ubicarnos correctamente, se trata de la segunda calle paralela
a la Estación Neuquén , hasta lo que hoy es la Ruta
22.
Cuatro años más tarde, en el año 1910, se vuelve
a especificar el lugar donde deben funcionar las mencionadas “casas”.
En reunión a puertas cerradas, los integrantes del Concejo
municipal deciden la nueva delimitación de calles del «Barrio
Gris» donde estaba permitido el ejercicio de la prostitución:
Perito Moreno al norte, Montevideo al sur, Bahía Blanca al
este y Río Negro al oeste.
Por decisión de quien presidió en varias oportunidades
la Comuna , don Amaranto Suárez, se colocó una tranquera
para separar el Alto del Bajo.
Era a la hora cero en que la zona de tolerancia quedaba aislada del
resto de la ciudad. Los comercios bajaban las persianas a hora temprana,
y los hábitos de los noctámbulos guiaban sus pasos hacia
los lugares de juego. Otros iban a recostarse sobre el estaño
de los primeros bares mientras que otros buscaban los faroles rojos
de las puertas para hundirse en las fauces de lo prohibido.
Se estima que entre los años 1905 y 1912 funcionaban unos siete
prostíbulos en la ciudad. Los propietarios eran M. Romero,
M. Pager, P. Manríquez, S. Gómez y se cree que los más
elegantes estaban regenteados por don Miguel Mango. Estos lugares,
según testimonios de la época, eran frecuentados por
«hombres solteros, empleados, jornaleros, policías y
ferroviarios».
Cincuenta años atrás, Irma Cuña
escribía este poema
Con un estilo muy especial para definir a su ciudad, estos versos
fueron publicados por primera vez en el matutino La Nación
de la capital federal, el 12 de septiembre de 1954.
«Neuquén fue un infantil pueblo de álamos, de
canales, de siestas y de vientos, que ocultó en la limpieza
de su noche el crujir de la arena y el desierto.
En él todos llegamos hacia casa
y algunos sólo armamos campamento
para volver a andar;
muchos quedaron, arraigaron
hicieron y crecieron.
Otros no están o ya están para siempre -acurrucados,
tibios-
en los nietos. »
Cuando la capital quedaba bajo el agua
Hasta
la realización del dique de El Chocón la ciudad y sus
alrededores estaba en manos de las fuerzas de la naturaleza. Las inundaciones
asolaban a los pobladores ribereños y a los habitantes del
Bajo.
El año 1931 les deparó una ingrata sorpresa a los pobladores
de la capital. Una gran inundación hizo que las márgenes
del río se acercaran muy pocos metros a las vías del
Ferrocarril del Sud. La capital del territorio cubierta de agua en
la zona más poblada. Hubo escenas de pánico, desaparecidos,
muertos y un sinnúmero de evacuados. Algunos memoriosos recuerdan
a una de las primeras modistas de la época, la señora
de Alvarez, cuyo esposo era carpintero y tenía siempre el bote
listo por las dudas que el Limay saliera de su cauce.
Otro fenómeno natural como el mencionado se registró
en el año 1958. Un testigo de aquellos años, Alberto
Fantini, guarda como recuerdo de esas duras jornadas una fotografía,
que se reproduce en esta página, de la intersección
de la avenida Olascoaga y la ruta 22. En esa imagen se ve a lo lejos
la legislatura y la Comisaría 2ª que, al igual que los
vecinos permanecieron bajo el agua alrededor de diez días.
Según lo relatado por Fantini el perímetro comprendido
por la calles Luis Beltrán hasta lo que es hoy el Barrio Villa
María se había convertido en una continuación
del Limay.
Alberto Fantini remando dentro de su canoa, llevaba una olla con comida
para los detenidos que se encontraban alojados en la comisaría.
La comida era un nutritivo guiso preparado en la Cárcel (ubicada
en el Alto) para mantener en pie a los que se encontraban atrapados
sin salida por las majestuosas fuerzas de la naturaleza.
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