En carne propia

 
  «Porteñas» revive momentos de la historia argentina.


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  Luisa Kuliok, María Rosa Fugazot, María del Carmen Valenzuela, Virginia Lagos y Esther Goris interpretan impecablemente «Porteñas».

Neuquén > Con las manitos siempre a 90 grados, la artistocrática Amalia (Virginia Lagos) camina de un lado para el otro. Mientras tanto, Elizabeth (Luisa Kuliok) descarga verborrágicamente su ferviente feminismo sin importar si alguien la está escuchando o no. La mujer de un militar, Emilia (María Rosa Fugazot), se enerva ante la más mínima idea revolucionaria y defiende la vestimenta verde de su marido, al tiempo que Juana (María del Carmen Valenzuela) responde desde la seguridad de sus convicciones anarquistas. En tanto, Carmen (Esther Goris) las mira -en un principio- desde la aparente tímidez de su embarazo crónico.
Ellas son cinco. Cinco arquetipos reunidos en un salón bien aristocrático, donde su anfitriona (en el inicio de la obra) defiende a muerte la integridad de sus servilletas por sobre la salud del marido de Juana, herido en pleno enfrentamiento callejero en una protesta.
Todas se reúnen anualmente, en lo que se transforma en una especie de rito sagrado, que año tras año las une más y más. Inclusive por encima de sus propias personalidades y más allá de incompatibilidades de criterio e ideológicas.

Metodología
La obra transcurre en siete de esos encuentros anuales. Y, durante estos encuentros, se suceden algunos de los días más importantes de la historia argentina del siglo XX. Desde 1909 a 1985.
Es así que mientras Amalia (Virginia Lagos) intenta conformar a todos, afuera de las ventanas de su casa se suceden los intentos anarquistas por tomar el poder, la lucha por instaurar el voto femenino, el asesinato de Bordaberry en el Senado, la polémica por los frigoríficos, la caída del general Juan Domingo Perón, el Cordobazo, la dictadura militar y los desaparecidos y, finalmente, el regreso de la democracia con la asunción de Raúl Alfonsín.
Claro que desde la primera reunión a la última, pasan algo así como 76 años, mientras ellas parecen continuar impunemente al paso del tiempo.
Es entonces cuando el espectador parece obviarlo inconscientemente, como generando un guiño cómplice hacia este especie de realismo mágico. El mismo que le permite a cada una de ellas detener su reloj biológico para ser parte de los momentos claves de la historia de nuestro país.

Arquetipos
Ellas son cinco mujeres muy distintas entre sí, que representan alguno de los diversos sectores sociales e ideológicos. Es así que se tranforman en arquetipos de una sociedad en la que los años pasan al tiempo que las personalidades y convicciones de estas cinco mujeres se transforman. Pero la esencia de su amistad parece ser la fortaleza que las mantiene unidas. Y no se trata de una amistad de manual Estrada de tercer grado, sino aquella que se hace fuerte en el disenso, y un intercambio abierto de opiniones y no en una sordera egoísta. Y quizás en este sentido, se afianza la buena y atrapante obra escrita por Manuel González Gil y Daniel Botti.
Durante todas esas reuniones, mientras se afianza su amistad, se suceden los intercambios y las situaciones más insólitas. A través del humor, sus personalidades dejan trascender el pensamiento de otros, de estos y de futuros tiempos.
“Querida, los legisladores no trabajan….. sesionan”, responde indignada Amalia a una aseveración de Carmen.
Pero la obra consigue combinar sensaciones tan diversas como la risa, la emoción y el intenso dramatismo. Y es desde allí, en esa amplia sala aristocrática, que el espectador se ríe hasta morir con las ocurrencias de la aristocrática Amalia (excelente interpretación de Virgina Lagos), se emociona con los vaivenes emocionales de Elizabeth (Luisa Kuliok) y penetra en un silencio dramático ante la confesión de Emilia (María Rosa Fugazot) de ser una mujer golpeada.

Historia
Durante dos horas, la muchas veces despersonalizada historia se presenta con individualidades diversas de carne y hueso, que permiten imaginar sensaciones reales y concretas, sobre todo de sucesos tan lejanos como los acontecidos allá por 1909.
Todas individualidades muy bien interpretadas por un elenco que no sólo se destaca por cada uno de sus papeles sino por la armonía y comunión que transmiten arriba del escenario. Un elenco en el que resalta la intensidad y el talento de María del Carmen Valenzuela.
Una escenografía impecable y con mucho despliegue -se puede ver entre acto y acto como las actrices se cambian de ropa y se maquillan para la próxima interpretación- todo cambia para el final. Ya no está más el sillón, ni las servilletas ni el teléfono de la casa de Amalia. Son cinco hamacas para cinco mujeres. Para cinco testigos de la historia argentina.

Ficha

Autor: Daniel Botti y Manuel González Gil.

Dirección: Manuel González Gil.

Elenco: María Rosa Fugazot, Esther Goris, Luisa Kuliok, Virgina Lago y María Valenzuela.

Vestuario: Pepe Uría.

Escenografía: Carlos Di Pasquo.

Música Original: Martín Bianchedi.

Historia

La obra escrita por Manuel González Gil y Daniel Botti fue un éxito en Mar del Plata, aunque llegó a Buenos Aires con el elenco cambiado. Betiana Blum, Virginia Lago y María Valenzuela continuaban entre las protagonistas; sin embargo Luis Kuliok y Esther Goris reemplazaron a Carolina Peleritti y Susú Pecoraro en sus respectivs papeles.
A Neuquén, la obra llegó con un nuevo cambio ya que entre las integrantes de «Porteñas» ya no está Bettiana Blum sino María Rosa Fugazot.

 

 


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