Por Gloria Beatriz Sifuentes
La concejal del Movimiento Popular Neuquino cuestiona a
la Defensora del Niño por la confidencialidad de identidad.
Seguramente la directora de un colegio le haría pedir disculpas
públicas y privadas a aquel niño que robara de la mochila
de su compañera la historia de ésta, y la leyera en
un acto patrio frente a todos los chicos de la escuela.
Seguramente, también esta misma directora horrorizada por la
publicación de imágenes de un niño comiendo deshechos
de un basural daría el mismo escarmiento a sus autores.
O quizá sería más dura con aquellos que, con
lujo de detalles, describieron acabadamente la violación y
posterior muerte de un niño de dos años en Cutral Co
por parte de sus progenitores.
Es crudo pensar que la Defensora de los Derechos del Niño y
el Adolescente sólo se acuerda de la confidencialidad en algunos
casos. No me acuerdo de haber leído ninguna carta en donde
haya cuestionado los sucesos mencionados.
Tampoco me acuerdo que haya realizado alguna presentación judicial,
teniendo la obligación de hacerlo.
Será que la Dra. sólo reconoce los derechos de los niños
y adolescente cuando son víctimas o imputados de delitos, o
cuando están vivos.
El art. 20 de la Ley 2302 establece que ningún medio de comunicación,
publico o privado, difundirá o publicará información
o imágenes que infrinjan el derecho, respecto a la dignidad,
quedándoles prohibida toda individualización de niños
u adolescentes infractores o víctimas de un delito.
Todos recordamos la foto del niño parado en una montaña
de basura, pero nadie recuerda qué hizo la defensora al respecto.
Tampoco nadie recuerda qué pasó con la confidencialidad
en el renombrado caso del “bebé” violado en Cutral
Co. Mientras todos leíamos qué y cómo había
pasado semejante atrocidad, la criatura se debatía entre la
vida y la muerte en un hospital.
Sin embargo, recuerdo que nuestra mediática defensora ha ingresado
en una contienda política, perdiendo de vista la función
para la cual ha sido designada, que no es más ni menos que
defender los derechos de niños.
No veo de qué manera puede desempeñar esa tarea, cuando
desperdicia tantas energías en criticar la conducta del ministro
de Seguridad, a través de cartas de lectores o por televisión.
Es que nadie le explicó en la facultad, que como miembro del
Poder Judicial debe ser prudente en sus dichos para evitar inmiscuirse
en decisiones que son de corte político y que en todo caso
como profesional del derecho cuenta con las herramientas para hacer
cuanto planteo se le ocurra.
Como ciudadana de esta provincia, y reconocida militante política,
entiendo que la actitud asumida por el ministro de Seguridad en la
sesión del pasado 5 de agosto no fue otra que la de explicar,
con hechos reales, el porqué de la necesidad de la reforma
de la Ley 2302.
Según dichos de la Dra. Nara Oses, el ministro infringió
la norma que hace referencia a la confidencialidad (art. 63 de la
Ley 2302), dicho texto legal establece que: Queda prohibida la divulgación
de cualquier dato referente a la identificación de niños
o referencias al nombre, sobrenombre, filiación, parentesco
o cualquier otro dato que posibilite la identificación…
En todo momento deberá respetarse la identidad y la imagen
del menor.
Narrar un hecho aberrante no implica violar la confidencialidad, es
una forma de explicar, en este caso, cuáles son las falencias
de una ley que en su contenido es, a todas luces, excelente, pero
que en la práctica demostró tener baches infranqueables.
Violar la confidencialidad implica dar nombres, sobrenombres o datos
que, percibidos por cualquier ciudadano, sirvan para identificar a
una persona.
Está claro, entonces, que decir que se viola a una menor en
determinada ciudad, describiendo la modalidad con la que perpetró
el ilícito no resulta suficiente para que la gente señale
con un dedo a la víctima del delito, o que la identifique.
En definitiva, aquellos que haciéndose eco de lo manifestado
por Manganaro en el recinto de la Legislatura reprodujeron sus dichos
cuantas veces pudieron, desviaron la atención de lo que verdaderamente
era importante, que no es ni más ni menos que el texto propuesto.
Pero claro está, ellos no le robaron la historia de la mochila
a nadie, pero se la contaron a todos.
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