Cincuenta y dos años atrás,
un 26 de julio a las 20.25, los peronistas recibieron con dolor y consternación
la noticia del fallecimiento de la mujer que trascendió las fronteras.
Durante tres días y tres noches la ciudad de Neuquén
rindió tributo a la memoria de Eva Perón. Según
relato de los diarios de la época, con mayor exactitud el diario
“La Opinión” de la hermana ciudad de Cipolletti,
las multitudes se agolpaban a diario en la iglesia y en las sedes
partidarias en actitud de ruego y en prueba casi de veneración
por la mujer que había obtenido los mayores éxitos políticos
y dejaba este mundo con su cuerpo invadido por una enfermedad terminal.
La noche del 29 de julio de 1952 se realizó una procesión
de antorchas a lo largo del pequeño centro de la ciudad. Más
de seis mil neuquinos participaron con su caminar, antorchas en mano,
poniendo la nota de duelo en la ciudad.
Según los biógrafos de la época, fue el homenaje
colectivo más grande que nunca más se haya visto, movilizando
el evidente dolor de los que, de esta forma, evidenciaron tanto sus
colores políticos como su sensibilidad ante la pérdida
de la denominada “abanderada de los humildes”.
Tensa espera
Dos horas después que la cadena nacional de radio
emitiera el comunicado del fallecimiento de Eva Perón, en la
capilla de Nuestra Señora de los Dolores se rezó un
responso con la asistencia de autoridades y afiliados peronistas.
El día siguiente, domingo 27 de julio, el Comando del Partido
Peronista de Neuquén resolvió disponer que todos sus
afiliados, adherentes y simpatizantes, usaran la corbata negra durante
tres días y una negra banda de luto en el distintivo partidario
durante un mes.
El 28 de julio, el Comando de la Unidad Básica del Partido
Peronista resolvió adherir al solemne funeral, organizado por
la Gobernación del Territorio, para el día 29, en la
Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, en sufragio del
alma de la Jefa Espiritual de la Nación.
Por su parte, las tres ramas principales del Movimiento Peronista
del Territorio decidieron establecer una Guardia de Honor ante el
túmulo simbólico de Eva Perón en la Capilla de
los Dolores, luego de la culminación del funeral. Para ello,
se disponen turnos de treinta minutos durante veinticuatro horas,
resolviendo además el envío de ofrendas florales.
Recorrido simbólico
El día 29 de julio, luego de una reunión donde
participaron nuevamente las tres ramas principales del movimiento
peronista, resuelven la realización de una Marcha de Antorchas,
como homenaje póstumo a la Jefa Espiritual de la Nación,
haciendo el mismo recorrido dispuesto en la Capital Federal. Un recorrido
simbólico iniciando la marcha desde la Delegación local
de la Secretaría de Trabajo y Previsión, por la calle
Sarmiento hasta la avenida Olascoaga. Desde allí, por la avenida
Argentina hasta llegar frente a la Intervención del Partido,
donde detuvieron la marcha para hacer un minuto de silencio.
Los dolientes caminantes con sus antorchas prosiguieron la marcha
por la avenida Argentina hasta la calle Julio A. Roca, marchando por
esta arteria hasta llegar frente a la Delegación del Partido
Peronista Femenino donde se hizo otro minuto de silencio.
La marcha continuó por las calles Rioja, Belgrano, Santiago
del Estero, regresando por Julio A. Roca, Rioja hasta Carlos H. Rodríguez
y por ésta hasta Catamarca, llegando hasta la sede de la Confederación
General del Trabajo (CGT).
En ese lugar y siendo exactamente las 20.25, hora del fallecimiento
de Eva Perón, se apagaron las antorchas. La marcha continuó
hasta la Capilla de los Dolores, donde se rezó un responso
a cargo del padre Antonio Félix Fernández y al que asistieron
todas las autoridades locales.
Emoción y satisfacción
El recuerdo de don Marcelo Pessino, quien tuvo actividad política
dentro del Partido Justicialista, desde los primeros años.
“A fines del año 1950 tuve la enorme satisfacción
de haber saludado a Evita en la Secretaría de Trabajo y Previsión,
sita en la calle Perú de la Capital Federal, en mi carácter
de Delegado por el territorio del Neuquén, representando a
la seccional de la Unión del Personal de la Nación”;
en tal circunstancia nos invitó a almorzar en el “Hogar
de la Empleada” sito en la calle Rivadavia. También tal
invitación se hizo extensiva a visitar la “Ciudad de
los Niños”.
Fue tan grande la emoción experimentada que a pesar del largo
tiempo transcurrido permanece imborrable en mi memoria… me parece
un sueño”.
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