En prácticamente todos los medios escritos
y orales se coincidió en que la actitud de Néstor Kirchner
apuntó a “planchar” la polémica fuera y dentro
de la Rosada.
En su propio gabinete porque por primera vez en 14 meses fue víctima
de las diferentes visiones e indecisiones políticas sobre las
protestas callejeras. Pero también en la sociedad en general,
con la conciencia de que en una eventual y futura crisis la figura presidencial
seguramente quedará en el bando de los heridos.
En el peor momento de la crisis –cuando Beliz cargó públicamente
contra la SIDE y, de manera elíptica, contra los nuevos responsables
de la Policía Federal- hubo analistas que recordaron dos situaciones
en las que también se acusó al Gobierno de una falta de
reflejos. Una de ellas fue la crisis energética, de la que se
intentó escapar con un plan de premios y castigos inaplicable
para calmar a una opinión pública que nunca terminó
de entender en qué consistía la propuesta. La restante
fue la multitudinaria marcha convocada por Juan Carlos Blumberg, a la
que el gobierno demoró en responder con otro plan, en este caso
de seguridad, para aplacar el descontento popular, sobre todo de los
sectores porteños medios y altos.
Casualidad del destino o no, ayer se anticipó que ahora el Gobierno
apurará la sanción de por lo menos parte el Plan de Seguridad
que, paradójicamente, fue pergeñado por el renunciado
Gustavo Beliz.
Algunos sectores políticos –ligados a la oposición
más conservadora- interpretaban que el principal perdedor en
esta crisis era el propio Kichner, a quien intentaron mostrar como a
un presidente cuyos funcionarios no respetaban sus órdenes –en
alusión a una reunión entre el mandatario, Beliz y funcionarios
de la SIDE que se habría realizado dos días antes de los
incidentes en la Legislatura-.
Por el contrario, los kirchneristas buscan destacar la rápida
reacción de Kichner, quien echó a Beliz ni bien se bajó
de Tango 01.
En definitiva, todavía no hay ganadores ni perdedores claros,
ya que lo que hizo Kirchner con el desplazamiento de Beliz fue terminar
de acomodar todas las fichas de una partida que terminará de
jugarse cuando los piqueteros vuelvan a la calle.
Y son justamente los piqueteros los que aparecen a priori como más
lejos en esta crisis. Es que ellos tienen su propio dilema: cómo
seguir con las protestas sin que aumente el rechazo que tienen en la
gente cada vez que cortan el tránsito.