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Por Omar Fava
La extraordinaria historia de este primer poblador que con su cultura
y conocimientos llegó a la Confluencia, contada emotivamente,
por uno de sus nietos. Una historia de familia que vale la pena conocer.
José Fava nació en la Ciudad de Reggio Nell
Emilia, capital de la provincia del mismo nombre, región de
Emilia Romana, en septiembre de 1876, en una familia de agricultores.
Tuvo una clara vocación por la música, a los doce años
lo enviaron a Florencia donde ingresó en el Conservatorio de
Música. También asistió a la Academia Nacional
de Artes de Florencia, donde estudió pintura, escultura y fotografía.
A los dieciocho años obtuvo el título de Maestro de
música y luego accedió al ciclo superior del Conservatorio.
En el Instituto Geográfico estudió cartografía,
conformación de suelos, accidentes geográficos y elementos
de electricidad aplicada.
Para solventar sus gastos trabajó en un estudio fotográfico
como ayudante, en fábricas de muebles, de relojes, en una empresa
de electricidad y en la constructora, entre otros.
En Florencia conoció a María Marocco, una muchacha que
estudiaba arte escénico en la Academia, con quien se ligó
sentimentalmente y a la postre se casó en el año 1897.
Luego de graduarse como Músico retornó a Regio Nell
Emilia donde ejerció como maestro de su especialidad y ayudó
a sus padres en tareas de agricultura.
Proa a Buenos Aires
En 1898 José y María dieron rienda suelta a sus sueños
y se embarcaron en el puerto de Nápoles con destino a la Argentina.
En diciembre de 1898 llegaron al puerto de Buenos Aires. Contaba Don
José que al llegar sentían un estremecimiento que era
mezcla de ansiedad y expectativa, pero estaban felices y optimistas,
lo que los ayudó para emprender la nueva vida.
El primer contacto fue con la embajada de Italia y con otras organizaciones
para inmigrantes. Como tenían conocimientos de agricultura
los orientaron hacia las provincias del norte. Llegaron a Salta donde
permanecieron un tiempo y luego emprendieron viaje hacia el sur. Pasaron
por Mendoza, por estas tierras de la Confluencia, se radicaron en
Chubut y luego en Santa Cruz. Don José trabajó en tareas
agrícolas, en relojería, en la construcción,
y siempre se dedicó a la música integrando bandas y
orquestas. Luego de casi tres años, y ya con hijos, retornaron
a Buenos Aires, donde se hizo de grandes amigos
Si bien para Don José Fava la condición de vida había
mejorado notablemente, sentía que su destino era aportar sus
conocimientos y fuerza creativa al desarrollo del interior del país.
Mudarse nuevamente no era fácil pues la familia había
crecido; cuando le planteó su pensamiento a su esposa, la única
condición que ella puso fue contar con comodidades para los
niños. Así nace la idea de venir al pueblo que estaba
en la Confluencia de los ríos Limay y Neuquén por donde
había pasado fugazmente en su camino hacia el sur.
Neuquén: El futuro
En el mes de marzo de 1904 se traslada por ferrocarril a lo que hoy
es Neuquén para conocer el lugar. Su primera impresión
fue que aquí estaba el futuro. Recorrió las riberas,
caminó por las dunas vírgenes y pudo comprobar que,
con esfuerzo y decisión, se podía lograr ese futuro.
Luego de algunos días en que buscó donde vivir, retornó
a Buenos Aires, pero solamente para recoger a su familia y sus pertenencias.
Neuquén lo recibió muy bien, sus habitantes eran solidarios
y amigables y sintió la sensación de haber pertenecido
siempre a esta tierra. Su primera vivienda estuvo ubicada en la Diagonal
Alvear y fue facilitada por Verzegnazzi.
Don José fue muy bien acompañado por su esposa y, aunque
debieron soportar algunas carencias, eso no mellaba su espíritu.
Como había sido previsor, contaba con ahorros que fueron útiles
para subsistir en los primeros tiempos. Descartó que no podía
vivir de la música o de las artes; lo que el pueblo necesitaba
era trabajo generoso para traer el progreso. En principio vivió
de la construcción de viviendas y otras obras. Entre tanto,
en el fondo del terreno de su vivienda, construyó un galpón
grande donde instaló en 1906 la primera fábrica de mosaicos
que, según lo dice Don Ángel Edelman en su libro Recuerdos
Territorianos fue “la primera manifestación industrial,
en el concepto propiamente fabril....”. El primer aporte concreto
al progreso ya estaba hecho y comenzaba a desenvolverse la madeja
de las inquietudes de un hombre que no cejaría en hacer todo
lo necesario para el progreso.
Neuquén no contaba con un lugar para retratarse, entonces,
aprovechando sus conocimientos, instaló un laboratorio fotográfico,
fue el primero en su tipo en el incipiente pueblo. Esta actividad
tenía contornos económicos y vuelo artístico
e imaginativo.
Las viviendas del naciente pueblo estaban muy dispersas, eso se debía
a que una gran cantidad de terrenos estaban en manos de especuladores
que esperaban que se valorizaran por el progreso de la Ciudad. Para
romper este bloqueo Don José compró la quinta “Las
Dos Águilas” de cuatro hectáreas, la subdividió
en 67 lotes y el día seis de enero de 1910 se realizó
el remate. La base era un peso por metro y el monto total se financiaba
en sesenta cuotas. A poco de iniciar la subasta se agotaron los lotes.
Históricamente este fue el primer remate de tierras concretado
y el comienzo de su vasta campaña para poblar Neuquén.
Creativo y emprendedor
En la actividad social, en 1906 fue fundador del “Club de Esgrima”,
una entidad deportiva y social, y en septiembre de 1909, con otros
italianos fundó la “Asociación Italiana de Socorros
Mutuos de Neuquén”, de la cual fue presidente por largos
años.
Se interesó por poner al servicio del pueblo las tierras cultivables
de las riberas de los ríos Limay y Neuquén. Comenzó
por el cuadrante que se extendía desde la ribera del río
Limay hasta las sierras y desde lo que hoy es canal 5 hasta el límite
con Plottier. Era una propiedad privada y según informes del
Ministerio del Interior le pertenecía a Valentina Brun de Duclout.
Don José buscó a esta señora en Buenos Aires
y le expuso un proyecto de parcelamiento de las tierras en el sector
aledaño al río para destinarlo a la agricultura. La
señora no se mostró interesada aunque recibió
el proyecto. Finalmente y luego de varias entrevistas la propietaria
lo autorizó a vender las tierras. Las tareas de mensura y canalización
las contrató al Ing. Mailhet. Las parcelas se vendieron mayoritariamente
a inmigrantes españoles e italianos.
No obstante advirtió que las condiciones impuestas por la vendedora
eran un poco rígidas para el mercado local, por ello decidió
comprar las tierras restantes, con ese fin hizo una propuesta en firme
a Doña Valentina, pero la cotización que le pasó,
estaba fuera del alcance de Don José, pero no se arredró
y comenzó a contra ofertar. La vendedora bajó las pretensiones
pero el precio continuaba siendo alto, entonces Don José le
hizo una propuesta muy especial, ofreció pagarle un importante
monto de dinero y, además, como integrativo del precio, bautizar
a la colonia con el nombre de la vendedora. Esto sorprendió
a Doña Valentina, quien más allá de lo comercial
se sintió halagada y ese sentimiento hizo que aceptara la propuesta.
Así nació lo que conocemos como Colonia Valentina. Con
la propiedad en mano flexibilizó los precios de venta y en
poco tiempo vendió casi todas las parcelas mensuradas.
Primero en todo
Aunque no le interesaba la política, en el año 1917
fue designado Concejal de la Municipalidad local, allí cumplió
una importante tarea destinada a la urbanización del pueblo.
En otro orden de cosas y ante la falta de fluido eléctrico
en Neuquén decidió comprar, por su cuenta y riesgo,
un motor de producción de energía. Lo instaló
en un predio de su propiedad aledaño a su vivienda. Las pruebas
fueron satisfactorias y por medio de los cables correspondientes dio
electricidad a las viviendas vecinas. Luego le propuso al Municipio
ampliar la red de distribución para entregar electricidad a
todo el pueblo. Este proyecto no pudo cristalizarse porque nunca se
otorgó el permiso para pasar por las calles con los cables
conductores. No obstante, y para aprovechar la energía, instaló
una carpintería mecánica. Esta fue la primera empresa
productora de electricidad y la primera carpintería mecánica
de Neuquén.
Por el año 1924, en una de las recorridas por el faldeo de
las sierras descubrió unas manchas aceitosas de un tono oscuro,
decidió llamar a un especialista en suelos y le informaron
que eso era prueba de la existencia de petróleo en el lugar.
Cuando estaba empeñado en buscar apoyo para comenzar una perforación,
se sancionó la ley que estableció que los recursos del
subsuelo pertenecen a la Nación. En ese lugar, actualmente,
existe una importante explotación petrolera que está
a cargo de la Empresa Pluspetrol.
Las tierras bajo riego comenzaban a tener problemas de salinización
por la falta de desagües, por ello encomendó al Ing. Mahilet
el proyecto de red de desagües y planteó ante las autoridades
locales de irrigación la construcción del mismo. Como
no tenía respuestas, gestionó y obtuvo una audiencia
con el entonces presidente de la Nación don Hipólito
Yrigoyen, y en una charla muy amena consiguió que en ese mismo
momento el presidente diera la orden para la construcción inmediata
de los desagües. Con ello se completaba el gran proyecto de volcar
tierras a la agricultura, que aún hoy son productivas.
Entre otras actividades ejerció la corresponsalía de
varios medios de prensa capitalinos, además fue representante
de la Compañía de Seguros “La Estrella”
y director del “Conservatorio Musical Clementi”, el primero
en instalarse aquí.
En 1933 falleció su esposa, Doña María Marocco.
Esa situación lo golpeó duramente, se puede decir que
nunca se sobrepuso totalmente. Un tiempo después adquirió
las tierras que catastralmente se designaban como chacras y la Quinta
37. Allí fundó el barrio que denominó “Villa
María”, en homenaje a su esposa, y en una casa que estaba
ubicada a la vera del arroyo fijó su residencia.
Pasó sus últimos años en aquella residencia de
la costa, que era un bastión, custodiada por los vecinos. Allí
recibía amigos y visitantes que eran acogidos con cariño,
siempre los obsequiaba con interpretaciones al piano. Por aquel entonces
su principal ocupación era disfrutar de su familia y jugar
con sus nietos. Su espíritu nunca decayó, pero el peso
de los años se fue haciendo sentir y, con la salud quebrantada
el día 24 de noviembre de 1952, cuando la tarde comenzaba a
transcurrir, dejó este mundo.
Aquel joven pionero había cumplido su misión, por ello
estaba feliz. Eso trasuntaba el gesto de su último adiós.
Fue un hombre fuerte, decidido, romántico y de perfil bajo,
nunca quiso sobresalir, pero siempre estuvo luchando para que el Pueblo
de Neuquén creciera.
Todos por el Centenario
Desde el 2 de enero «La Mañana de Neuquén»
recrea la historia de los pioneros y primeros pobladores.
Esta, y muchas otras notas han sido realizadas por los descendientes
directos de esos prohombres que forjaron una nueva ciudad en un paisaje
desértico y con un clima hostil.
Es para ellos y para sus familiares el homenaje de esta serie periodística
que renueva los fervores neuquinos a escasos sesenta y siete días
del 12 de septiembre en que la ciudad cumplirá sus primeros
cien años.
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