La protesta social: ¿cuáles son los límites?

En la delgada línea roja

 
 
Las protestas piqueteras han avanzado en su nivel de violencia. La sociedad se ha sumergido en un profundo debate.
El resurgimiento de las manifestaciones piqueteras, cargadas de una inusual virulencia, plantea un dilema de difícil resolución y un intenso debate.


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  En esta nota, referentes gremiales, políticos e institucionales de Neuquén miran el fenómeno desde diferentes costados.

Neuquén > En virtud de los hechos de las últimas jornadas, la cuestión de cuáles deben ser los límites para las protestas que vienen protagonizando las distintas agrupaciones de piqueteros nacidas en el Gran Buenos Aires se ha vuelto, sin dudas, un dilema de compleja resolución para los poderes del Estado. Y, a su vez, ha nutrido a la opinión pública y a la sociedad argentina, delineando posiciones marcadamente contrapuestas.
En el asunto parece haber un contrapunto determinante. Y es el que ahonda en las innumerables interpretaciones que cada cual puede hacer sobre los derechos ciudadanos y, si cabe la posibilidad, el valor de los mismos. La pregunta sería: ¿Existen derechos que son prioritarios a otros?
Con el único fin de echar un manto de luz sobre la disyuntiva, La Mañana de Neuquén consultó a personalidades de diferentes extracciones y a representantes institucionales de Neuquén.

Antecedentes
En los últimos días resonaron en los medios de comunicación de todo el país las irrupciones de grupos piqueteros a sedes de empresas internacionales, y también la toma de una Comisaría porteña. “Lo de La Boca tiene que ver directamente con una pueblada. Porque ahí estaba toda la sociedad. Estuvimos ante un levantamiento barrial. Lo que pasa es que no se puede tapar el sol con las manos. Los gobiernos, nacional y provincial, tienen que esmerarse para tratar de solucionar la realidad que vive el país”, ensayó Julio Fuentes, secretario adjunto de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) nacional.
En una lectura más institucional de los sucesos, el subjefe de la Policía provincial, Julio Trepat, expresó: “Creo que una cosa es el protesta social, sobre cuya legitimidad no opino. Y otra es el método con que se implementa. Porque si es un acto delictivo, estamos ante un delito que busca ser justificado por el hecho del reclamo social. Y una sociedad que permite los delitos sociales no está encaminada. Para sintetizar: estoy en contra del método que implementan los piqueteros”.

Opuestos
Por su parte, el diputado provincial de la Corriente Patria Libre, Jesús Escobar, propuso un análisis mediático de la cuestión: “Por un lado, están los números que avalan la significativa caída cuantitativa de las protestas sociales durante el gobierno de Kirchner. Por otro lado, creo que hay un sobredimensionamiento de los episodios por parte de los medios de comunicación al servicio de la derecha neoliberal que manejó el país en los ’90. Esto pasa porque hay sectores que no quieren entender el proceso iniciado por este gobierno, e impulsan a cualquier precio su desgaste institucional”.
En el margen opuesto, Manuel Gschwind, presidente del bloque provincial de diputados del MPN, disparó: “Es una barbaridad lo que está pasando con los piqueteros. Da una imagen muy mala del país en el exterior, espantando a los inversores. Si el gobierno nacional no toma medidas, es porque de alguna manera los está avalando. Cuando una protesta, que puede considerarse justa, va más allá de una manifestación, es una clara violación de los derechos de los demás”.

Contrapunto
El referente del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, Aníbal Galdami, dejó entrever sus sospechas al respecto de la máxima que reza “los derechos de unos terminan cuando empiezan los de los demás”. “Como organismo de los derechos humanos, no podemos respaldar un acto ilícito. Pero qué pasa cuando hay opresión, hambre y no hay trabajo. ¿Se respeta el derecho de los pobres, el derecho de los desocupados?”, se preguntó Galdami.
“Yo me niego a llamarlos piqueteros. Son compatriotas, trabajadores sin trabajo, que quedaron condenados a la marginalidad por el proceso nefasto del neoliberalismo. Estoy convencido de que los derechos tienen rangos; no son todos iguales. Hay un ranking de derechos. Y el derecho a trabajar, a poder alimentarse, es prioritario sobre todos los demás”, sostuvo el gremialista Fuentes. En el mismo sentido se expresó el diputado Escobar: “Sin duda, creo que debe haber una escala de derechos”.

Fuerza pública
En la otra vereda y en sintonía con el legislador Gschwind, el comisario Trepat reflexionó: “El derecho de peticionar a las autoridades y el derecho a circular libremente son derechos similares. Es por eso que no hay justificativos”. Y se preguntó: “¿El reclamo social justifica la comisión de un delito? En la medida en que en una protesta se permita un delito será muy difícil marcar los límites. Porque estamos ante reclamos basados en la fuerza. Y en un estado de derecho, la única fuerza que debería utilizarse es la pública”.
No obstante, el propio presidente Kirchner en los últimos días dio sobradas muestras de no confiar en las fuerzas policiales con que cuenta para contener las manifestaciones piqueteras o reprimir en los casos de desborde.
“Estoy totalmente de acuerdo. La Policía bonaerense y la Federal son aparatos totalmente corrompidos y consustanciados con un sinfín de delitos”, opinó el legislador Escobar. De forma semejante se expresó Galdami: “Creo que en esto, Kirchner no está solo: la sociedad no confía en las fuerzas, porque históricamente se fueron de madres. Pero la pregunta que hay que hacerse es: ¿qué va a pasar con todos esos represores que quedaron sueltos después de las purgas policiales? Se está formando un cementerio de elefantes”.

Encrucijada
“Es muy grave lo que está pasando, porque las fuerzas son una institución de la República. No estoy de acuerdo con la represión, pero el gobierno nacional debe apelar a la Constitución y a las leyes. Y no tomar partido por unos u otros, polarizando la situación -criticó el legislador Gschwind-. Deberían buscarse soluciones que incluyan contención y herramientas que transformen los procesos productivos”.
Por su parte, el subjefe policial Trepat esgrimió: “Pienso que no hay que entender que la solución sea salir a los palos. Pero el que comete un delito debe ser procesado. Si el presidente no confía en las fuerzas, eso corre por su cuenta. Estoy convencido de que la policía es el último recurso. Con la fuerza pública sólo se combaten los efectos y se obtienen soluciones parciales, no de fondo. Pero ¿hasta qué punto se pueden permitir los actos delictivos?”
Finalmente, el gremialista Fuentes acotó, dejando entreabierta una encrucijada: “Me parece que el presidente no sólo debe desconfiar de las fuerzas, sino que creo que nunca debería apelar a los palos. Y sí, parece un callejón sin salida”.

 

 


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