Mientras los exhibidores se quejan,
los productores nacionales defienden la resolución. Una polémica
que lleva años de historia.
Neuquén
> La resolución 2016/04 -dictada por Jorge Coscia,
presidente de Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA)-
determina que cada sala de cine de nuestro país está
obligada a estrenar un filme argentino por trimestre, y a respetar
su permanencia según cumpla o no con un mínimo de espectadores.
¿Objetivo? Defender el cine local frente al avance de las mega
producciones provenientes de Hollywood. Generalmente se estrenan al
mismo tiempo y en todo el país con más de un centenar
de copias, lo cual lleva a muchos dueños de salas a desplazar
los filmes en cartel, incluyendo a las cintas argentinas y a pesar
de que puedan tener una buena performance en la taquilla.
¿Cuál fue la respuesta de los distribuidores? Que no
es necesario porque las multipantallas le dan lugar a todos los filmes
argentinos, y regular sobre eso sería sobreabundante.
«Todo esto puede llegar a perjudicar a las grandes cadenas de
exhibición. No estamos en contra del cine argentino, pero esta
metodología es retroceder en el tiempo y nosotros tratamos
de mirar hacia adelante", expresó Elena Suñé,
presidenta de la Federación de Exhibidores.
He aquí el nudo de la discusión por estos días.
Sin embargo, se trata de una discusión parcial…
Nudo
Actualmente, el 10 por ciento de la recaudación de las entradas
que provienen de alguna producción norteamericana, sirven para
contribuir a financiar una cinta argentina. Ahora, esa película
luego no consigue espacio en las salas, que están siendo ocupadas
por un largometraje de Hollywood.
Ergo, si el negocio del cine norteamericano se reduce también
quedará reducido el aporte que realiza a las producciones nacionales
a través del 10 por ciento antes mencionado. A esto se suma
que el cine argentino, en su gran mayoría, no se automantiene.
En definitiva, son algunos datos que muestran que la cuestión
no es tan simple como parece. Si bien una medida puede ayudar –como
la resolución 2016/04- no soluciona el problema, en el caso
de que lo haya.
En el debate por el avance del cine norteamericano en las salas de
cine locales ingresan elementos como el «proteccionismo»,
«la defensa de lo argentino», «las pautas culturales»,
«las maquinarias comerciales» y hasta «¿la
libertad de elección del espectador?».
Historia
Pero no es la primera medida que se toma para favorecer al cine argentino.
Desde 1938 hasta la fecha, una serie de determinaciones intentaron
darle una mano a las producciones locales.
En 1938, la ciudad de Buenos Aires liberó de impuestos las
salas donde se hubieran estrenado las mejores películas nacionales
del año. Obvio, elegidas según un jurado.
El mismo año se presentó la primera ley de protección
al cine argentino, impulsada por el entonces senador nacionalista
Matías Sánchez Sorondo.
En 1940, mientras los productos argentinos estaban congelados, la
Asociación de Productores de Películas (APPA), pidió
a gritos la protección para sus producciones.
Se consiguieron, entre otras cosas, un sistema de créditos
oficiales amplios, liberación de derechos de aduana y otros
gravámenes. Hasta una exigencia de reciprocidad con los países
que enviaban sus películas.
Pero, quizás, era otro contexto. El entonces presidente de
la APPA cuenta que «las películas argentinas se exhibían
ampliamente, porque el público quería verlas».
Etapa
Juan Domingo Perón aportó lo suyo en esta historia.
Ante un enfrentamiento entre productores y exhibidores, impuso un
sistema de exhibición obligatoria. Cuatro años más
tarde, en 1948, se firmó el famoso decreto de los diez centavos.
Cambios
Pero, con los cambios políticos, 1956 fue un año terrible.
Con la revolución Libertadora, no se exhibió una sola
película argentina en todo el primer semestre de ese año,
una revancha de los exhibidores.
Ya en 1957 se creó el Instituto Nacional de Cinematografía
y, a partir de allí, el cine argentino comenzó un nuevo
paso. Con idas y venidas, pero más firme. Con momentos de esplendor
y otros no tanto, pero siempre por un camino marcado por un horizonte
claro, que llegó a su punto más álgido en 1974,
con una seguidilla de éxitos argentinos de taquilla.
Resto
¿Cómo hacen en otros países ante este dilema?
Algunos protegen sus producciones al máximo com medidas restrictivas.
En tanto, otros buscan diferentes alternativas.
Francia, por ejemplo, subsidia sus producciones y también las
salas para, posteriormente, proyectarlas. Brasil obliga a reinvertir
en su territorio parte de sus ganancias. Corea se cansa de buscarle
obstáculos a todo lo que llega de afuera.
Lo cierto es que, más allá de la discusión (que
no debería limitarse a esta medida sino al «problema»
de base), el cine argentino vive un momento dulce. Sumamente dulce.
Un momento de grandes trabajos, reconocidos en los diferentes y prestigiosos
festivales que se realizan en todo el mundo. Desde el Festial de Cannes
hasta el de Berlín .
Y no sólo necesita un impulso económico y de espacio,
sino también de su público.
Medida oportuna
Por Luis Rey (*)
Cine Argentino, cuota de pantalla, permanencia en sala, etc, todos
términos utilizados para referirnos a un tema que es muy importante,
tan importante como necesario: que nuestro cine tenga la posibilidad
de ser exhibido y visto en nuestro país.
Hay ya quién ha protestado por la entrada en vigencia de un
decreto que tiene treinta años y que por esas cuestiones inentendibles
de las desacertadas políticas culturales de nuestro país
nunca se aplicó. Ese mismo obliga a partir del primero de Julio
de este año a poner en pantalla una película argentina
cada tres meses en cada sala nacional. Seguramente, esta protesta
tendrá sus fundamentos pero lo reconocible rápidamente
es que obedece a un factor comercial impuesto por las grandes distribuidoras
de cine… quienes obviamente y como es fácilmente comprobable
distribuyen gran cantidad de cine de otros lugares del planeta y cada
tanto alguna película argentina. En fin, una tiranía
absoluta a la que nos vemos sometidos y más aún en el
interior del país: una tiranía distributiva y de exhibición
apoyada por un grandísimo y efectivo mecanismo publicitario.
Y además nos somete gran parte del año a la desilusión
que nos provoca acomodarnos en la butaca para disfrutar de “la
película del año”, “la nominada a 2 premios
de la academia”, etc. que finalmente no es más que una
película que en los mejores casos es “buena”. Nuestras
películas, mal que le pese a los detractores de siempre que
siguen repitiendo “el cine nacional es malo, yo no lo veo”
son reconocidas mundialmente, ganan premios de verdad otorgados en
prestigiosos festivales internacionales como Cannes y Berlín
y no por casualidad y cada tanto sino todos los años otorgándole
a nuestro cine la jerarquía que realmente tiene. Escucharemos
que estas medidas son proteccionistas, que atentan contra la libertad
comercial. Pero lo cierto es que defender nuestro cine, el trabajo
de tanta gente y el desarrollo cultural que implica un cine nacional
e independiente son cuestiones que interesan poco a los “protestones”,
pero lo importante y a lo que adhiere mucha gente yo incluido es a
que estas medidas son necesarias y oportunas, es apenas algo de lo
que se puede hacer para ayudar a nuestra cinematografía. No
protesten tanto, podrán seguir poniendo en pantalla los “bodrios”
que quieran, después de todo solo es obligatorio una película
Argentina cada tres meses.
(*) Presidente de la Asociación de Realizadores Audiovisuales
de Neuquén (ARAN). (unrey61@hotmail.com) |