Por HERNÁN GIL
¿Por qué alguien puede comprar una entrada para “El
hombre araña 2”? Pocas opciones. O bien ganas de pasar
un rato sin hacerse mucho problema o el interés de siempre por
la acción que puede prometer un superhéroe clásico.
Pero… ¿qué ofrece realmente “El hombre araña
2”? Bueno… nada. ¡Nada!
En esta ocasión, el argumento central de la cinta está
signado por las dudas de Peter Parker. El hombre se pregunta durante
toda la película cuál es el precio que hay que pagar para
ser héroe. Y, una vez que la encuentra, la pregunta pasa a ser
si quiere pagar ese costo.
El superhéroe deambula por las dos horas de largometraje intentando
resolver sus problemas existenciales (hay que reconocer que la tira
cómica creada por Marvel tenía una esencia existencialista)
en un triángulo formado por sus poderes sobrenaturales, su vida
diaria y la mujer de sus sueños. Pero ese existencialismo se
sostiene en base a lecciones que se asemejan al Manual Estrada de tercer
grado.
Viaje
Y... ¿ahora pelea? No, no pelea. Las escenas de acción
(los efectos son del legendario John Dikstra, «La Guerra de
las Galaxias») son ínfimas en la cinta. Casi no hay batallas
ni luchas de alto nivel entre los hombres de poderes extraordinarios.
En ese aspecto, la cinta ni siquiera cuenta con un supervillano como
en la primera parte (el legendario Willem Dafoe interpretó
al Duende Verde). El Doctor Octopus (bien interpretado por Alfred
Molina), en realidad, es un buen tipo que nunca consigue generar odio,
ni siquiera en su momento de mayor maldad.
Pero no es todo. Luego de una serie de falsos finales (al estilo “El
retorno del Rey”), los productores anticipan brutalmente una
tercera parte de la saga. Por eso, sólo un pedido: por favor,
no la hagan.
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