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Por mariana percovich
Pablo Alabarces es Licenciado en Letras (UBA), Magíster en
Sociología de la Cultura (IDAES- UNSAM), Doctor en Filosofía
(Universidad de Brighton, Inglaterra) e investigador del CONICET.
Actualmente dirige la secretaría de Posgrados de la Carrera
de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos
Aires donde también dicta el seminario Cultura Popular y Cultura
Masiva.
En los últimos años, se ha dedicado especialmente a
estudiar la violencia en el deporte. Participó de la Comisión
de Investigaciones sobre la Violencia en Espectáculos Deportivos
creada por el gobernador bonearense Carlos Ruckauf, la Comisión
Castrilli. Si bien recuerda su paso por esta comisión como
“una historia bizarra, llena de anécdotas olvidables”,
reconoce que le permitió entrar en una etapa fructífera
de investigación. Mucho de esta investigación está
en su último libro Crónicas del Aguante. Fútbol,
Violencia y Política. También publicó Cuestión
de Pelotas; Peligro de Gol; Fútbol y Patria y Fútbologías.
Lo que para muchos de sus colegas está relacionado con el
ocio, para Pablo Alabarces es su objeto de estudio: el deporte. La
sociología del deporte es joven es nuestro país pero
tiene más de 30 años en otros rincones del planeta.
La propuesta: analizar el deporte en relación a la sociedad
y la política. Alabarces dice que para explicarse las 217 muertes
que ya provocaron incidentes relacionados con el fútbol hace
falta no olvidarse lo que está a las espaldas de los hinchas
ubicados en las tribunas.
Escribió y dijo varias veces que la violencia en el
fútbol es un fenómeno complejo, ¿podría
resumir cómo es ese fenómeno complejo?
Lo primero es que la violencia en el fútbol no puede explicarse
por el argumento fácil de es “un grupo de inadaptados”.
Es un fenómeno complejo porque entran a jugar un montón
de causalidades, algunas que son internas y otras que son externas.
Las que son internas son las que tienen que ver con la cultura futbolística
en particular. Y ahí aparece la categoría que yo uso
que es la de “cultura del aguante”. Esto es un fenómeno
puramente futbolístico, entre comillas porque no hay fenómenos
puramente futbolísticos, siempre hay influencias externas,
pero la cultura del aguante es un rasgo particular. Yo digo que la
cultura del aguante es una ética, una estética y una
retórica. Es decir, es una forma de comportarse, de vestirse
y también un lenguaje, según el cual, pegarle al otro
no solo no está mal sino que está muy bien, y tiene
más aguante el que mayor enfrentamientos violentos tenga con
la otra hinchada o con la policía. El aguante se basa fundamentalmente
en exponer el cuerpo, es un acto de significación fuertemente
corporal, no pasa solamente por agitar banderas o cantar mucho. Cuando
uno investiga las hinchadas -no las mira de afuera-, se da cuenta
que la explicación de qué es el aguante: poner el cuerpo
en un enfrentamiento con otro, sea otra hinchada, sea la policía.
Ahora bien, también como fenómenos internos está
el grado infinito de corrupción que hay en todas las estructuras
futbolística - dirigenciales, periodísticas- y las complicidades
que entablan con las dirigencias políticas. Va desde las entradas
que un presidente le tira a una barra para que no lo joda o para que
apriete a un director técnico para obligarlo a irse, hasta
la combinación de zonas de narcotráfico entre un comisario
policial y un capo de una barra brava, con intervención a veces
también del intendente. Estos son fenómenos que tienen
que ver con lo interno pero siempre tienen, inevitablemente correlaciones
externas. Como fenómeno externo, también ,esta es una
sociedad que desde la dictadura para acá tiene un nivel mucho
más alto de tolerancia de la violencia, que aparece como un
mecanismo más legítimo de resolver cuestiones dentro
la sociedad, sea para justicia, sea para acumular poder.
¿La cultura del aguante es propia de los hinchas únicamente?
Es propia de los hinchas. Pero ahí la siguiente pregunta: ¿qué
es un hincha? La vulgata dirá “bueno, esos son los hinchas
fanáticos”. Todos los hinchas son fanáticos, sea
aquel que se mete a pelear o aquel que aplaude al que se mete a pelear.
Se sabe que los hinchas más activos, los hinchas que más
protagonizan los hechos de violencia, no son la mayoría. Pero
lo que ocurre es que todo el resto aplaude a aquellos que se ponen
a pelear. Y se jactan orgullosamente de decir y de cantar “tenemos
más aguante, te vamos a matar”. A mi lo que me preocupa
es que el campo de la violencia en el fútbol está lleno
de enunciados de sentido común muy berretas y absolutamente
incomprobables, por ejemplo este de “son algunos inadaptados”.
Son todos inadaptados, todo hincha de fútbol, todo árbitro,
todo jugador, todo dirigente es un inadaptado. La pregunta es, ¿inadaptados
a qué? Inadaptados a las normas lógicas, racionales,
esperables, de una sociedad democrática y moderna.
¿Cuál es la pregunta adecuada que debe hacerse
quien quiera encarar una política para terminar con la violencia
en el fútbol?
La pregunta adecuada es cuál sociedad queremos. Si nosotros
contestáramos qué sociedad queremos, podemos resolver
todos los problemas. Lo que pasa es que en el fútbol la pregunta
no es qué sociedad queremos, la pregunta es cómo podemos
hacer para que no haya tanta violencia, ¿por qué no
habría de haberla? Nadie puede horrorizarse porque haya violencia
en el fútbol. La violencia les es útil a los que la
practican. Para muchos pibes practicar violencia colectivamente es
una forma de afirmar la identidad - y lo que es peor, muchas veces
es la única forma de afirmar una identidad-. Si la pregunta
correcta es qué sociedad queremos, queremos una sociedad en
la cual nuestros chicos no estén obligados a recurrir a la
violencia como forma de afirmación de la identidad. Queremos
una sociedad democrática, donde todos tengan derechos por el
solo hecho de ser ciudadanos. Entonces, ¿qué política
desarrollas? Una política que entienda que los hinchas son
antes que nada ciudadanos, no delincuentes. Entonces les reconoces
sus derechos. Al hincha se le recuerdan solamente sus obligaciones.
¿Qué piensa de esta medida nueva que se usó
en las semifinales de la Copa Libertadores entre River y Boca de no
dejar ir a la cancha a la hinchada visitante?
Es patético. Un invento argentino, está en la línea
del dulce de leche, la birome, el colectivo. No existe en el mundo
una medida similar, me parece absolutamente patética. Si uno
sigue la secuencia lógica, primero prohíben los bombos,
después prohíben las cornetas, después las banderas,
después los petardos, después la hinchada visitante
y por último la hinchada local. Es ridículo. Y además
ni siquiera consiguió el efecto que buscaba: hubo violencia,
¿dónde? En los jugadores. Como faltaban los hinchas
los jugadores decidieron asumir el rol de hinchas y lo que hicieron
fue desarrollar prácticas violentas en el juego.
¿Quién o quiénes tienen interés
de terminar con la violencia en el fútbol?
Nadie. Castrilli no tiene interés en terminar con la violencia
en el fútbol, Castrilli tiene interés en desarrollar
una carrera política, entonces lo que quiere hacer es tapar
la violencia en el fútbol, no terminar con ella. Para la policía
la violencia es funcional primeramente por negocio: todas las policías
del país ganan varios millones de pesos anualmente por los
operativos. Si sigue habiendo violencia, va a seguir habiendo operativos.
Para los dirigentes, no es que la violencia sea funcional, lo que
es funcional es que sigan existiendo estructuras violentas mal llamadas
barras bravas, que ejercen violencia como forma de garantizar la consecución
de determinados objetivos. Básicamente, el uso de la violencia
para conseguir poder. ¿Para qué ese poder? Para seguir
haciendo negocios o para conseguir prestigios políticos. Para
Macri, Boca es un gran negocio pero especialmente es la base de una
carrera política, entonces, tiene que mantener ese poder. ¿Cómo
se mantiene ese poder? Por ejemplo usando La 12, a la que él
dice que no conoce. Usándola para apretar jugadores o técnicos
si fuera necesario.
¿Cuáles son los cambios más significativos
de la cultura futbolística en los últimos años?
Son todos malos. El primero tiene que ver con el peso del negocio
televisivo. Esto es un fenómeno de los últimos 10 años.
El crecimiento del negocio televisivo significa que el fútbol
sin la televisión no existe, lo que implica una relación
absolutamente determinada: la televisión es la que decide qué
se hace o qué no se hace con el fútbol. Lamentablemente,
nuestros empresarios televisivos argentinos, que son capitalistas
truchos, estarían chochos de jugar sin hinchadas. En el mundo,
un capitalismo un poco más serio, sabe que no hay espectáculo
televisivo sin espectadores. No es sólo mostrar el partido,
es el partido con la cancha llena porque es parte del espectáculo.
Acá no tendrían ningún problema en jugar a puertas
cerradas. Esto implica muchas consecuencias muy nefastas, por ejemplo,
la instalación de una cultura muy paranoica según la
cual el campeón no lo decide un partido de fútbol sino
que lo decide Torneos y Competencias y la AFA. Eso en los hinchas
está absolutamente instalado. El otro cambio central de los
últimos años es el crecimiento de esto que llamé
la cultura del aguante, una especie de futbolización absoluta
de la vida cotidiana argentina. Yo siempre pongo el ejemplo de mi
sobrina de 15 años, hija de un padre al que jamás le
interesó el fútbol, y sin embargo la piba se volvió
hincha fanática. Hoy parece que no podés ser adolescente
si no sos hincha fanático de algún club. Esto implica
un desborde muy grande respecto del peso del fútbol en la cultura
argentina, un crecimiento desmesurado que inclusive atravesó
el género. Implica una incorporación de mujeres a esa
cultura. Ese es el otro cambio brusco que hubo en los últimos
años. Lo otro no es que sea cambio, es pura continuidad, el
fútbol siempre fue corrupto, trencero, mafioso, después
de todo el presidente de la AFA tiene 25 años en el poder.
En «Crónicas del Aguante» sostiene que
la cultura del fútbol que está basada en mitos románticos
no tolera la irrupción del “negocio”.
Dice que no tolera, que es otra cosa, es una contradicción
permanente con la que conviven. El hincha se piensa a sí mismo
como el refugio de lo no económico, como el único que
lo hace por amor, como un sujeto desinteresado movido solamente por
el romanticismo o el amor a la camiseta. A partir de lo cual se justifica
ese rol desmesurado que ocupa y se justifica todo lo que sea necesario
por amor al club. Por ejemplo, pegarle a un árbitro o matar
a alguien de la otra hinchada. Eso termina siendo un absoluto desborde.
¿La Argentina va a contrapelo en cuanto a violencia
en el fútbol o todos los países tuvieron un aumento
de los enfrentamientos?
Son realidades distintas no hay Una Violencia en el fútbol,
un barra brava no es un hooligan, ni es un ultra ni es un skinhead.
Son fenómenos totalmente distintos. En algunos casos exportables,
nosotros les hemos exportado prácticas violentas al resto de
América Latina, por ejemplo. Los ingleses están convencidos
que le exportaron el hooliganismo a todo el mundo porque tienen esa
cuestión imperialista de decir lo bueno y lo malo lo inventamos
nosotros, pero acá los hooligans no tuvieron nada que ver,
somos absolutamente originales.
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