Buenos aires > La
cantante bahiana María Bethania acaba de editar en Argentina
«Brashileirinho» (Ramdom Récords), producido en
su país en 2003, en el que con un sonido acústico traza
un delicado mapa musical de su país, en un recorrido que abarca
las rítmicas del nordeste, pasando por el bolero, las raíces
afro, el samba y canciones tradicionales.
El disco, que cuenta con delicados y magistrales arreglos del guitarrista
Jaime Alem, el acompañamiento del contrabajista Jorge Helder
y la envolvente percusión de Marcelo Costa, resalta lo pequeño,
lo diverso y lo múltiple como elementos constitutivos de una
cultura polimorfa, cambiante y vital.
Maria Bethania es dueña de una voz diáfana, profunda
y de una belleza que, por momentos, roza lo inaudible.
Figura central del tropicalismo, junto a su hermano Caetano Veloso,
Gilberto Gil, Gal Costa y Tom Zé, entre otros, intercala textos
de poetas de la talla de Mario Andrade y Joao Guimaraes Rosa con canciones
del sincretismo religioso («Santo Antonio», «Pradoeiro
do Brasil» y «Sao Joao») y otras tantas del nordeste
bahiano como los temas «Salve as folhas» o «Yaya
massemba».
Junto a algunas composiciones de orden anónimo y popular, aparecen
otras de la dupla Veloso-Gil, Villa Lobos y Vinicius de Moraes, todas
de una belleza conmovedora y acompañadas algunas de excepcionales
aportes vocales como el que realiza Miúcha en «Cablocla
Jurema» o Naná Caymmi en «Sussuarana».
Disco
El último disco de María Bethania, que profundiza
la línea abierta en «Cánticos, Preces, Súplicas
… Senhora dos Jardins do Céu» (2000) y la aleja
definitivamente de los sonidos pop y eléctricos para situarla
en un Brasil mucho más profundo y sensorial, y también
es al mismo tiempo el primer lanzamiento de su sello discográfico
independiente Quitanda.
Con esta nueva empresa, la cantante bahiana aspira a trazar «una
dirección artística propia, donde se ofrezca no sólo
música sino también poesía y prosa» y
que rescate a los nuevos valores de su país, según
sus propias definiciones.
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